La expresión “nudo gordiano” proviene de una leyenda griega y trata de un nudo atado de tal modo que era imposible deshacerlo y fue necesario que Alejandro Magno lo resolviera de una manera sencilla y expeditiva. Lo cortó con un golpe de su espada.
Catalunya vive ese nudo político porque, por un lado, Illa quiere salvar el resultado de las elecciones como sea y tendrá la ayuda de Sánchez porque, de hecho, es el puntal fundamental de su gobierno. Cataluña es el baluarte del sanchismo y, con la Generalitat en sus manos, aún acentuaría más esta condición. Por tanto, habrá promesas de todo tipo. La más inmediata es la que afecta a la recaudación de los tributos aplicando el consorcio tributario mixto entre el estado y la Generalitat que prevé el estatuto, que recaudaría el 100% de los impuestos.
Este hecho, que sería un progreso, por sí solo no resuelve el problema de la mala financiación catalana. Pero se puede vender bien como un gran avance y después veremos cómo se concreta. Recordemos que ERC ya nos vendió que había pactado con los socialistas el traspaso de Cercanías y ya se puede constatar cuál es la situación real. O el pacto con Junts sobre el control de la inmigración del cual no se ha sabido nada más. Pero lo que importa es el anuncio, ya que puede servir para facilitar el entendimiento, muy complicado por la lucha fratricida que ha vuelto al seno de ERC y que el escándalo de los carteles sobre los Maragall y el Alzheimer acentúa.
El asunto ha puesto al descubierto que existía una denominada estructura «B» o «los chicos» dirigida a llevar a cabo acciones encubiertas impresentables. La de los Maragall va de un exceso muy indecente, pero la simple idea de lo que significa disponer de una estructura de este tipo destruye el sentido de la política democrática que debía tener ciertos niveles de respeto y consideración. Es decir, que para hacer política y ganar el poder todo vale. Esto significa que a los núcleos dirigentes de ERC lo que les importa es sobre todo ese poder y lo que conlleva.
Bajo esta tesis, las elecciones no les interesan, pero existe una gran incógnita: la de la “buena gente”, el militante ilusionado que debe acabar decidiendo con quien se pacta. ¿Asumirá quedar tan enganchado, como ya lo está en Madrid con Sánchez, y estar en medio del bocadillo entre comunes y socialistas en la Generalitat? Está claro que prolongar la situación actual e ir a unas elecciones anticipadas tiene ventajas porque permite mantener el conjunto de cargos, los recursos económicos y la llave de la caja durante meses y meses.
¿Qué alternativa tiene ERC? ¿Ir a unas elecciones con malas previsiones? ¿Es la lista única con Junts una solución? Puede serlo porque taparía muchos problemas, aunque desdibujaría el perfil de ERC. La cuestión es si lo haría en mayor medida que un gobierno de coalición con los tándems Illa-Sánchez y Colau-Yolanda Díaz.
Por el lado de Junts, su dependencia del líder máximo y principal activo electoral, Puigdemont, tiende a bloquear caminos. Ahora, la improbable aplicación de la amnistía por malversación lo complica aún más y, evidentemente, este problema no se arregla con el papel de Míriam Nogueras en el Congreso insultando día sí y día también a los jueces. Esto no es hacer política. En cualquier caso, es darse una satisfacción, pero por esta vía no se llega ni a la esquina.
En realidad, las grandes incógnitas no están despejadas. ¿Junts va de independentista realmente y así marca la distancia con Esquerra o va de la nueva CDC y también marca distancia, pero por otra vía? La punta de lanza obviamente no es Míriam Nogueras en Madrid, sino Puigdemont y su vuelta. La decisión de si se decide a jugar a hacer un Mandela o ir agotando su capital político que difícilmente soportará un nuevo impasse.
¿Y la nueva CDC ? El sueño de Rull y Turull. Evidentemente, esto no se resuelve invitando a cenar a Jordi Pujol, que nunca se apuntará a Junts. La vía es repensar toda la política de esta formación, pero los representantes de esta corriente no tienen suficiente fuerza frente a Puigdemont. Tienen más interrogantes pendientes.
¿Siguen apoyando a Sánchez? ¿Hacen una apuesta por el cambio radical de escenario? ¿Qué ganan y qué pierden? ¿Pueden ser lo mismo que ERC, un apéndice del gobierno español en Madrid? Todas estas complicaciones se acentúan porque las encuestas sobre unas posibles nuevas elecciones no despejan el panorama. Según la última, el PSC tendría 44 escaños, a 8 de Junts. ERC quedaría a mucha distancia porque alcanzaría a menos de la mitad de los diputados de su competidor independentista, solo 17 y muy cerca de los 16 del PP. Detrás vendría Vox con 11 diputados y, ya en la cola de todos, los Comunes que cada vez van quedando más pequeños con sólo 5 escaños, la CUP con 3 y Aliança Catalana con 3.
¿Seguiremos con el nudo gordiano o alguien lo cortará de una vez?