Las cifras son claras y contundentes. Y por lo tanto, la radiografía es fácil según los datos de la última encuesta del CEO.
El 75% de la población considera que la situación económica es mala o muy mala. En julio el porcentaje era del 63%. Un aumento contundente, que aún presenta un nivel mayor si se pregunta por la situación española en la que el 87% le otorga ese mismo calificativo; es decir, prácticamente todo el mundo.
Como casi todos califican también de mala o muy mala la situación política, nada más y nada menos que el 81% de los encuestados, la misma proporción que los que se declaran insatisfechos con la democracia. Y aquí deberían dispararse todas las luces rojas porque quiere decir que tirios y troyanos consideran que la situación política es de derribo. Entonces no puede extrañar el suspenso rotundo a la clase política. Un 3,8 en Cataluña, y un 2,7 para la clase estatal. El gobierno catalán sigue instalado en el suspenso y cada vez peor. Ahora alcanza un 3,9 y pierde una décima en relación con la anterior encuesta, mientras que el gobierno de Sánchez e Iglesias se sitúa en una valoración de 3,5 sobre 10, perdiendo 3 décimas. Los políticos son con diferencia el grupo social peor valorado, un 3,5 y es una característica que aumenta la sensación de agrietamiento del sistema político porque se añade a todas las anteriores, y atención proque la administración pública suspende con un 3, 9 excepto la Policía Nacional, Mossos, Guardia Civil que obtienen notas altas. La población empieza a rechazar la ineficacia de la administración.
Si estos resultados no cambian, es evidente que más tarde o temprano se producirán profundas transformaciones políticas porque lo que muestra la encuesta es un movimiento de las placas tectónicas bajo el suelo de las instituciones.
En esta perspectiva, las elecciones del 14 de febrero pueden conllevar una gran abstención, pero ya no sólo por el lado de los desencantados no independentistas, sino los también ahora desencantados partidarios de la independencia. De momento las estimaciones, siempre muy difíciles, sobre la participación señalarían que está en el 64%, una cifra todavía potable, si bien menor que en los comicios precedentes. Pero hay que tener cuidado que la tendencia es a reducirse si la participación disminuyera por debajo del 60%, la descalificación de la política catalana de blancos, negros y rubios sería total.