¿Cómo es posible que Cataluña se encuentre en la cola de los resultados PISA cuando somos la tercera comunidad autónoma en renta per cápita?
En realidad somos la antítesis de Polonia, que obtiene grandes resultados educativos con mucho menos gasto que España y Cataluña. En otros términos, su rendimiento escolar es extraordinariamente grande. Por cierto, que ese rendimiento escolar, que mide la relación entre gasto educativo y resultados, es una palabra maldita para nuestro establishment político y educativo. Seguramente porque fotografía su ineficacia.
Hay varias razones que, cogidas una a una, explican los malos resultados. Sin embargo, esta práctica que es la que a menudo aplican los profesionales del departamento de Educación y de la academia se parece mucho a ese cuento en el que unos sabios con los ojos cerrados intentan describir un elefante a base de palparlo. Describen partes, pero se pierden en su totalidad. Y no será que no haya estudios.
Desde la década de los 80 conocemos la estrecha relación entre capital social y capital humano en su aplicación a los resultados en la escuela. Y, por tanto, podemos identificar con claridad los factores que están en juego. Hay uno bien conocido, dado de forma insuficiente en nuestro país, que es el nivel de ingresos que a la vez suele presentar cada vez más una relación directa con el nivel educativo de la familia, que presupone una determinada capacidad educadora. El hecho de que España, y Cataluña no es una excepción, sea líder en pobreza infantil 28%, señala uno de los focos del problema en este ámbito. Pero, en realidad, es mayor porque no hace otra cosa que reflejar que en España y en Cataluña no hay política de ayuda económica a la familia. Por lo general, como ayuda universal que es la que se aplica en Europa, e incremental para aquellas situaciones más desfavorecidas económicamente.
Situado este elemento transversal, hay otros 5 factores determinantes
El más decisivo de todos es la familia. El 60% o más del rendimiento escolar depende de su capacidad educadora. Una escuela mediocre y una familia ocupada en la educación de sus hijos obtiene mejor rendimiento escolar que el alumno de una escuela de calidad de una familia que delega toda la cuestión a la escuela.
Según el sociólogo Javier Elzo en su estudio de 2010 “Diversidad de las familias ante la educación de los hijos” había una tipología de 4 tipos en nuestro país:
- La “familia progresista” que significaba ¼ parte de las familias catalanas.
- La “familia conservadora”, con un 30%.
- La «familia conflictiva» con un 15%.
- La «familia convivencial» con un 32%.
Pues bien, de éstas sólo la conservadora y la convivencial, que representaban poco más del 60% de la población, tenían diferentes capacidades de situar a sus hijos en condiciones de recibir bien la enseñanza en la escuela. Mientras que las otras dos, por razones muy distintas, no lo lograban o lo hacían de forma muy defectuosa. Todo ello con un añadido importante: la familia progresista era la que tenía un mayor nivel de ingresos y sin embargo el rendimiento escolar de sus hijos era inferior al de los otros grupos, el convivencial y el conservador. Y este hecho nos ayuda a entender por qué Cataluña a pesar de su mayor renta se sitúa a la cola de España en análisis PISA. Ha pasado más de una década y con seguridad que esta proporción se ha movido y seguramente ahora existen más familias progresistas y también más conflictos, y el resultado se produce en la escuela.
Una serie de indicadores señalan la salud de nuestras familias. La tasa de abortos catalana 2021 por cada 1.000 mujeres es de 13,42, mientras que la española es de 10,7. Los hijos nacidos fuera del matrimonio son el 46,8% en Cataluña y en España el 45,9%. La tasa de divorcios catalana para cada 1.000 es un 2,1, superior claramente a la española y ha crecido rápidamente en este siglo multiplicando por tres su impacto. La tasa de fecundidad por cada 1.000 mujeres de 15 a 49 años es de 37,4% en Cataluña, por debajo de la de España de 40,1%.
Y para redondear esta radiografía podríamos introducir la tasa de enfermedades de transmisión sexual por cada 100.000 habitantes que es un buen indicador del nivel de promiscuidad sexual. Para Cataluña es de 178,9 y para España de 152,6. Existe, por tanto, un claro deterioro de la capacidad de la familia, producto de una cultura y unas dinámicas políticas y, lógicamente, esto se refleja en la enseñanza. No se otorga atención porque es uno de esos hechos que evidencian la crisis en la que está instalada nuestra sociedad y que los políticos, por miedo a la pérdida de votos o porque ya están de acuerdo, no s atreven a encarar.
El segundo factor en importancia para el rendimiento escolar es el aula; es decir, el profesor que imparte la docencia, cuya asignatura se trata y el comportamiento del conjunto de los alumnos. Sin buenas aulas no existe buen rendimiento escolar.
El tercero es el capital social de la escuela que implica aspectos como la existencia de ideario y si éste es favorable para el rendimiento escolar, la metodología que aplica al plan de estudios, la capacidad del centro para tener valores compartidos y que éstos estén alineados con el rendimiento escolar, una buena práctica deportiva y una buena selección de los deportes practicados y cómo se practican ligada a la formación del alumno, son, entre otros, los elementos que integran este complejo del capital social del centro educativo.
El plan de estudios, que es uno de los puntos débiles de España por su variabilidad, cambia según el gobierno de turno, se aplica mal y a medias y es inadecuado, siempre lo ha sido. Porque entre otras razones tiende a ignorar la educación en virtudes, el papel de la familia en la educación y la exigencia del profesorado.
Por último, uno que tiene hoy en día un efecto demoledor. El uso del tiempo libre, los hábitos que genera, los amigos de fuera de la escuela. Aquí existen muchas ocupaciones extraescolares que contribuyen muy poco a la formación de la personalidad de los alumnos en términos positivos para su capacidad de aprendizaje. Además, la dependencia del móvil, de las consolas de videojuegos, la extensión global de la pornografía, el relajamiento o incapacidad de las familias para dirigir lo que se tuerce, son otros factores que determinan que el ocio, en lugar de jugar a favor, lo hace en contra de la buena enseñanza.
Si a esto se le añade la cultura hegemónica de nuestra sociedad basada en la satisfacción de los impulsos del deseo y la generalización de ideologías que trastocan el fundamento antropológico de la enseñanza, vinculadas a la ideología y al feminismo de género, tendremos servido el porque el resultado de Catalunya es tan malo.
Lo es porque nuestro país ha emprendido el camino de querer sobresalir en todo lo contrario a la consecución de unas buenas condiciones para la educación y la enseñanza de nuestros niños y adolescentes.