La ventana de Overton intenta explicar por qué unas ideas prosperan en política y otras no. Es una teoría pero está muy acreditada. La viabilidad política de una idea no se define tanto por las preferencias individuales de los políticos como por lo que la sociedad está dispuesta a aceptar en cada momento. Y Overton y sus continuadores lo definieron con la imagen de una ventana estrecha, un eje vertical, que va de mayor libertad a menos, y que tiene toda una gradación de calificación sobre las ideas en cuestión. Quienes están fuera de la ventana son las impensables, el escalón más alejado y las radicales. La ventana comienza con las aceptables, las sensatas, las populares y la política, que ocupa el centro de la ventana. Y a partir de ahí se repiten en el sentido descendente de menor libertad, los mismos conceptos: popular, sensato, aceptable y, fuera de lugar, radical e impensable.
La pugna de las nuevas ideas es para pasar de fuera a dentro de la ventana, y este hecho sigue siendo realidad hoy en día. Un corolario de esta concepción es que los políticos no están dispuestos normalmente a plantear temas que estén fuera de la ventana con independencia de su criterio personal y, por tanto, son los movimientos sociales, los cambios culturales, también y cada vez más, la ingeniería social que se hace desde el poder, lo que hace que un planteamiento pase de impensable a ser considerado como perfectamente viable en política. Tenemos recorridos muy rápidos de este tipo en cuestiones tales como el matrimonio homosexual, la autodeterminación sexual, por citar dos que hace pocos años eran radicales, incluso, impensables.
En Cataluña se ha producido en pocos años reiteradas aberturas de la ventana de Overton. La primera cuando la CUP irrumpió con 3 diputados el Parlament de Catalunya, cambiando lo que parecía el límite de la representatividad parlamentaria. Y en un sentido más amplio, la reconversión de Convergència en un partido independentista, que se amplió hasta situar en el centro de la ventana esa opción. También lo significó la llegada de Colau al Ayuntamiento de Barcelona en 2015 y los resultados electorales obtenidos por Podemos en las europeas de 2014 y en las generales de 2015.
Podemos ver, por tanto, que en este período hubo un movimiento importante de la ventana, consecuencia de la grave crisis económica iniciada en 2008 y que se hizo extraordinariamente aguda a partir de 2013. La irrupción de Vox en 2019 demostró un hecho bastante conocido: que la ventana no tiene nada que ver con el movimiento izquierda-derecha y, por tanto, una fuerza como la que significa este partido de derecha radical se hizo presente y sigue así como tercera opción electoral en España.
¿Se puede mover la ventana de Overton en estas elecciones catalanas?
Puede, pero no es fácil. Se daría el caso si se hace presente la Aliança Catalana de Sílvia Orriols, porque significaría la irrupción desde la vertiente independentista de aquellos perfiles que son propios de la derecha radical europea, al menos en aquellas formaciones que tienen en la inmigración islámica su principal adversario.
Hasta ahora en Cataluña los movimientos políticos, y no nos referimos a la ventana sino al eje izquierda-derecha, se han producido decantándose cada vez más hacia ese lado ideológico, hasta el extremo de dejar con una representación marginal la opción de centro y derecha que había sido hegemónica en Cataluña durante todos los años del pujolismo. Este hecho es aún más acentuado en la cultura política de los partidos en los que prácticamente todos, excepto la minoría de Vox y PP, se sitúan en el marco de la concepción propia de la progresía.
¿Es posible que en un futuro, pasadas estas elecciones, se sitúe dentro de la ventana de nuevo la cultura política propia de las opciones de centroderecha en Europa? Hasta ahora todos los intentos, más bien pequeños y muy autorreferenciados, han fracasado. Sin embargo, si hay algo que deja claro la ventana de Overton es que nunca se puede decir que ninguna idea queda fuera para siempre.