La Vanguardia progre o de los progres es en realidad el diario de toda la vida, reconvertido en la progresía pura y dura.
Una de las consecuencias es que cada vez más este diario, tan nuestro, más que periodismo lo que hace son relatos ideológicos, en los que los hechos no cuentan; sólo es determinante lo que nos quieren vender a toda costa.
Un ejemplo paradigmático de esta característica de la nueva La Vanguardia la concreta muy bien el editorial de ayer día 10 de abril bajo el título «Globalización y diversidad». El motivo del editorial parece más bien una excusa para predicar, porque se trata de un artículo publicado en una revista especializada, Nature Communications , que comenta un estudio académico sobre los resultados de la Encuesta Mundial de Valores del período 1981-2022 . Con esta excusa, el diario practica una especie de discurso que no deja de incurrir en el supremacismo occidentalista, pero en este caso de perfil progre.
El relato del editorial consiste en explicar que, por un lado, existe el mundo occidental, EE.UU. y Europa, que están basados en la emancipación, la pluralidad ideológica, la libertad y la tolerancia. Este mundo rosa, tipo Barbie, lo es porque se caracteriza por ser favorable a la homosexualidad (y en las páginas interiores este hecho es celebrado con una magnífica fotografía que nos muestra el desfile de unos señores con barba y calzoncillos), eutanasia y en el divorcio, y en otras páginas -la editorial prefiere no recogerlo- también el suicidio y la prostitución. El mundo “chachipiruli” occidental, ya ven en qué se caracteriza según La Vanguardia.
Al otro lado del espectro, los «malos», que son aquellos países en los que los valores están asociados a la religión y a la tradición. Los editorialistas lo rematan con esta frase: «a menudo favorecidos por regímenes políticos de troquel autoritario». Éste es el relato.
Ya saben, para La Vanguardia religión y tradición es sinónimo de retroceso y de autoritarismo. Eutanasia, homosexualidad, divorcio, suicidio, prostitución son el fruto de las buenas sociedades occidentales basadas en el libre albedrío y la tolerancia, según el diario.
Este discurso ramplón no tiene nada que ver con la realidad. En primer lugar, porque occidente es heterogéneo y en continua evolución. Basta con recordar el reciente referéndum de Irlanda, en el que la gente votó por mantener puntos de la tradición en la Constitución en contra de la campaña del gobierno y de los partidos mayoritarios. O el extraordinario retroceso del aborto en EEUU, con una legislación cada vez más restrictiva, mucho más que la de muchos países no occidentales en esta materia.
La Vanguardia olvida que la oposición al aborto es sobre todo fruto de la cultura cristiana y que, como ésta estaba más arraigada en occidente, su resistencia al cambio ha sido mayor. Los grandes adalides del aborto fueron la dictadura bolchevique en Rusia y la de Mao en China, los primeros países en legalizarla, y también olvida que en Japón ocupado por EEUU el aborto era legal una década antes que en la potencia ocupante.
La religiosidad es una característica que se da en muchos países de Europa. Rumanía, Hungría, aún más Polonia, Irlanda, Italia y Grecia, son países de fuerte y mayoritaria componente religiosa. Como lo son América Latina, que La Vanguardia no debe considerar a países occidentales, como Brasil y Colombia con más del 85% de la población que se declara cristiana y cree en Dios.
También olvida que la eutanasia es un producto raro, incluso en occidente, en todo el mundo. Sólo hay 9 estados que la hayan legalizado. Y lo mismo puede decirse de la legalización de la prostitución, sólo 7 estados lo han hecho. Mientras que en muchos países como Francia, aún más en Suecia, está extraordinariamente restringida o prohibida. Más extenso es el matrimonio homosexual, 18 países en Europa y una treintena en el mundo… de los 191 que componen Naciones Unidas.
Sobre lo religioso solo cabe recordar que la propia La Vanguardia, que en su editorial lo señala como una característica negativa, mantiene una página dedicada a esta temática cada domingo. Y qué decir sobre el divorcio. Una vez más, la incultura de los editorialistas es notoria. El divorcio está siempre extendido en el mundo protestante occidental y forma parte de la cultura de la mayoría de los países no occidentales, si bien en términos que tienden a ser más favorables al hombre que a la mujer. Es el caso del repudio islámico, que también se da en el judaísmo. En realidad, la no aceptación del divorcio es un valor acotado a las personas de cultura católica. Señalarlo como una característica occidental es simplemente una tontería histórica.
Y es que, para escribir relatos, aunque sean de parte, también debe saberse.