La última encuesta: Cataluña, un país políticamente contradictorio

La última encuesta hecha pública, la de La Vanguardia del pasado domingo 9 de febrero, presenta resultados de difícil interpretación menos desde la perspectiva de la coherencia del voto.

Los resultados que señala otorgan una clara mayoría en escaños a los tres partidos independentistas, ERC, JxCat y la CUP que, por décimas, no llegan al 50%, superando así la barrera habitual que se situaba en la franja del 47% -48% de los votos. Naturalmente, dada la naturaleza del sistema electoral, esta proporción de votos otorga una clara mayoría absoluta. Hasta aquí, todo es normal. Lo que ya no lo es tanto es cuando se compara este resultado con las respuestas a otras preguntas.

Estos resultados son contradictorios con la pregunta sobre qué tipo de gobierno preferiría después de unas elecciones. El que podrían formar ERC, JxCat y la CUP sólo reúne un 26% de respuestas afirmativas, frente a un 66% de negativas. ¿Cómo es posible que los partidos que obtienen una clara mayoría uno a uno, sean rechazados a la hora de unirse para formar un gobierno de las fuerzas independentistas?

Por otra parte, sólo el 18% de los encuestados considera que la situación económica de Cataluña es buena, y que dentro de un año la cifra mejora, pero el escenario sigue siendo muy negativo, porque sólo el 26% piensa que será mejor. En contrapartida, uno de cada 3 catalanes considera que es mala, y un 32% opina que el próximo año seguirá igual, y el 29% que empeorará.

La población que se considera únicamente catalana es el 13,5%, y la que se considera más catalana que española representa un 20,4%. En total, significa que un 34% en cifras redondas sitúa su condición de catalán antes que cualquier otra. Si el voto independentista representa prácticamente la mitad, significa que hay un 16% de la población que vota aquellos partidos, pero que se considera tanto español como catalán.

También hay diferencia, aunque más estrecha, en la respuesta a si votaría «sí» o «no» a favor de la independencia de Cataluña en un referéndum, dado que sólo el 44% responden afirmativamente, y aquí la diferencia con el voto independentista en las elecciones es de 6 puntos.

Estas contradicciones pueden ser reales pero también pueden ser aparentes, y la explicación puede radicar en la abstención: el voto independentista está más movilizado y sale reforzado en la encuesta, pero en otras preguntas que no afectan al voto el aporte de los desmovilizados no independentistas matiza los resultados. En todo caso, lo que está claro es que hay una franja de voto, en parte activado a favor del independentismo, y en parte desmovilizado, que podría optar por una opción claramente catalanista de autogobierno pero que no situara el independentismo en el frontispicio de su programa, sino que diera importancia al abordaje de problemas y necesidades concretas de los electores.

Un apunte final: la opción independentista pierde claramente en todos los grupos de edad por encima de los 30 años. Es especialmente significativo en el grupo de los 30 a los 44, que es la columna vertebral de la sociedad a corto y medio plazo, entre ahora y 15 años. En estas cohortes, el «sí» a la independencia sólo alcanza un 40% de los votos, mientras que el «no» se sitúa ligeramente por encima del 50%. Sólo hay una excepción para este comportamiento contrario al independentismo en el segmento de los menores de 29 años, que registra un resultado claramente favorable, el 54% a favor y 41% en contra. Este es un dato que debe hacer reflexionar porque, si se mantuviera a lo largo del tiempo, acabaría transformando sustancialmente el actual escenario político.