El feminismo de género, el que sostiene la tesis de que la sociedad occidental, empezando por España, está gobernada por un patriarcado que se dedica a la explotación de la mujer y presidido por una violencia mortal que liquida a las mujeres por el hecho de ser mujeres, y que ha trasladado rudimentariamente determinadas categorías marxistas tomadas de la lucha de clase en la relación entre sexos, presenta unos perfiles muy característicos:
- Construir un hombre nuevo. Es una tesis fundamental. El hombre normal, todo lleno de machismos, debe ser reacondicionado para dar lugar a una nueva masculinidad. Esta práctica es tan decisiva que Ada Colau, una de las adaliles de este feminismo, ya creó un centro a tal fin, que cabe decir que vive con mucha más pena que gloria. Nada menos que todo un director de La Vanguardia, Jordi Joan, escribía que “todo es mucho más sencillo. Los hombres, especialmente los mayores, han crecido en un ambiente cultural y social en el que tenían un protagonismo patriarcal en las relaciones de pareja y ahora debe volver a reeducarse“. Pues ya saben, los hombres deben sufrir un proceso de reeducación. Tampoco es una novedad, es el sueño de todo régimen totalitario. Reeducar a los ciudadanos torpes según su perspectiva.
- Cancelar-condenar-castigar. El feminismo de género es esencialmente punitivo. Toda su visión, y en consecuencia sus políticas, tienen esa característica: nunca pretenden prevenir, reinsertar, perdonar. Se trata de vituperar públicamente, de cancelar toda presencia pública, de condenar siempre, haya o no razón, sin esperar al juicio, prescindir de toda presunción de inocencia y reducir la justicia puramente al castigo. La solución siempre está en el Código Penal, aunque a veces, como en la ley del “sólo sí es sí”, les salga el disparo por la culata. No se trata tanto de modificar la realidad como de inventarla y forzar el asentimiento público y legal. Se trata de depurar en la hoguera de la verdad del feminismo de género. Una persona bastante ponderada como el conocido publicitario y coleccionista de arte Lluís Bassates escribía que “las penas deberían asustar a los posibles violadores”. Es una concepción de la justicia como instrumento de terror y realmente esta concepción poco tiene que ver con el presunto carácter ilustrado que en otros ámbitos y temas defienden muchos de estos personajes. La política de la cancelación provoca injusticias tan flagrantes como la del científico Francisco J. Ayala, expulsado del mundo universitario estadounidense porque una serie de colaboradoras suyas le acusaron de comportamientos o comentarios inapropiados. Él se defendió diciendo que “saludar con un beso en la mejilla o dar un cumplimiento sobre la belleza de una mujer no era acoso sexual. Lo que hacía eran cumplidos y no acoso físico”. Era un hombre de otra época que murió recientemente,
- Poder y saturación. Hoy en España el feminismo de género es el poder. Dicta las leyes, establece los criterios para llevar a cabo los juicios, controla la información, señala lo políticamente correcto y al mismo tiempo satura a los medios de comunicación con sus tesis. Las columnistas han ocupado el lugar en muchos diarios, lo que en principio no tiene nada especial, si no fuera porque sus artículos giran obsesivamente sobre el mismo tema: el machismo, el feminismo y sus derivadas. Cualquier persona que se declare contraria al “ismo” no tiene derecho a la presencia pública. La saturación ambiental legal y política es total.
Seguirá…