UP es la única organización representada en el Parlamento en la que sus principales dirigentes son mujeres. Ione Belarra, Irene Montero, Lilith Verstringe. Pero a pesar de este hecho, no parece irle demasiado bien ni recoger el potencial del feminismo. De pasar de tener 38 diputados en su momento máximo, a los actuales 5, existe un mundo de diferencia, que se ha producido en pocos años y que además forman parte de una coalición, Sumar, formada por 17 organizaciones que sólo han logrado 31 diputados.
Este conglomerado además ha dejado fuera de todos los cargos de portavoces en el Congreso a los representantes de UP con lo que han perdido gran parte de su visibilidad. Porque para comparecer en ruedas de prensa tendrán que forzar la circunstancia y hacerlo en nombre de sus migrados 5 diputados.
Lo que llegó a ser casi una alternativa al PSOE ahora prácticamente pide misericordia a Sánchez para que mantenga a Irene Montero como ministra de Igualdad. Está claro que si no es así, la catástrofe de UP será aún mayor. Es un escenario impensable cuando Iglesias, vicepresidente del gobierno, decidió que lo abandonaba para concurrir y fracasar en las elecciones autonómicas de Madrid nombrando a Yolanda Díaz, que ni siquiera era de UP, como sucesora en el gobierno.
En esta doble decisión de Iglesias, dejar la vicepresidencia y pasarle el testigo a Yolanda Díaz, se encuentra el principio de todos los males de UP, que después sus propios errores y limitaciones a la hora de actuar como gobierno, se han acentuado. Este hecho más la mala relación con los socios menores han llevado a una situación en la que el partido está prácticamente liquidado de la escena política española. Y, además, tiene conciencia de ello, porque si no, no se explica la humillación extraordinaria que significó que vetaran la presencia en las listas electorales de Irene Montero pese a ser ministra en ejercicio.
A lo largo de estos años de permanecer en el gobierno ha demostrado que no tiene ningún proyecto alternativo y que sólo sabe plantear, con más o menos fortuna, piezas sueltas que sirven para lo que sirven, pero que en ningún momento permiten pensar en una visión global alternativa desde la izquierda. Fuera de cuestiones relacionadas con la igualdad de las mujeres y los transexuales y homosexuales, en parte fracasadas, el bagaje global es muy magro. Y las propuestas que Belarra hizo en el acto de partido del pasado sábado 16 de septiembre en Madrid acentúan esta impresión: congelar los alquileres durante toda la legislatura, como si esto resolviera el problema de la vivienda, abaratar la cesta de la compra y el transporte público, difícil de asumir en un proyecto de congelación de gasto, subir el salario mínimo a 1500 euros y ya lo pagarán las Pymes y los autónomos con trabajadores, derogar la ley mordaza, renovar el CGPJ y “ante todo, seguir gestionando el ministerio de Igualdad con la actual ministra al frente”. Es evidente que estas propuestas están lejos de configurar un proyecto alternativo.
Por su parte, los comunes de Colau, perdida la alcaldía de Barcelona, avanzan hacia un importante proceso de marginalidad política. Actualmente, tienen 5 diputados en el Congreso, 4 por Barcelona porque el quinto es de UP, y 1 por Girona, porque el de Tarragona es de IU. Pero lo peor es que las encuestas en unas elecciones catalanas le sitúan en 5ª posición superada con mucha ventaja por el PP. Posiblemente, el previsible pacto con Collboni y la entrada en el gobierno les otorgue más margen para los altos cargos y garantice la continuidad de los actuales puestos de trabajo. Pero esto puede significar salvar los muebles, y en ningún caso revertir la tendencia del electorado.