World Resources Institute ofrece un centro de recursos Acueducto que da información exhaustiva sobre la situación de los recursos hídricos en el mundo. En esta base podemos observar cuál es el estado de la cuestión para España y para Cataluña.
De entre todos los países del mundo y en cuanto al estrés hídrico, España ocupa el puesto 28, es decir, es uno de los territorios donde este problema está más acentuado por delante de Italia, Portugal e incluso de ‘Argelia y Túnez. Este ranking del estrés está encabezado por Qatar. El índice que mide esta situación va de 0 a 5, siendo esta última cifra el máximo estrés.
En este contexto, España alcanza un 3,74 y se sitúa en la franja de la calificación de “alto estrés hídrico”, que oscila entre 3 y 4. Es de un 3,74 para el conjunto y resulta particularmente alto para en el ámbito agrícola, con 3,96, seguido del doméstico, con 3,54 y para la industria, con un 3,46. Este indicador, que señala una situación suficientemente crítica para el conjunto español, debemos relacionarlo con el riesgo de sequía. Algo que ahora lo estamos sufriendo en un grado extremo.
También en cuanto a la sequía el riesgo para España es medio y oscila, en la escala que utiliza esta fuente de información, entre el 0 y el 1 (siendo 1 el máximo). Pues bien, España presenta un riesgo de 0,59. Hay que considerar que el riesgo máximo comienza en el 0,6, magnitud que supera el ámbito agrícola con 0,63, mientras que el del consumo urbano está en 0,57 y el industrial en 0,56.
La conclusión está clara, España es un país que vive una situación grave desde el punto de vista de los recursos hídricos y que tiene un riesgo notable de sequía.
En este contexto, ¿cuál es la situación de Cataluña?
Su estrés hídrico es de 3,06, por tanto menor que el de España, pero situado también en el umbral alto. Para la agricultura es superior a 3,13, y para la industria está al límite del riesgo medio, el 2,99. Mientras que para el consumo urbano se mantiene en ese nivel alto. Si lo relacionamos con la sequía, el índice es de 0,56, por tanto, medio porque como hemos dicho antes que el nivel alto comienza en el 0,6. Muy cercano a esta cifra se sitúa el sector agrícola con un 0,58, seguido del industrial con 0,56 y el urbano con un 0,55.
Podemos disponer de una segunda fuente de información que es el Atlas Estadístico Eurostat, que señala el índice de explotación del agua para 2019. Para el conjunto de la UE, este valor es de 7,3 mientras que el de Cataluña es muy alto y se sitúa en el 43. Por tanto, presentamos un grado de sobreexplotación de los recursos hídricos, en la escala que utiliza el Atlas nos situamos en el nivel máximo y, en consecuencia, en un estrés hídrico severo .
El diagnóstico, por tanto, está claro. Cataluña como territorio vive en unas condiciones de estrés hídrico que se sitúan en una gravedad media o severa en lo que se refiere a la explotación del agua y presenta un riesgo de sequía medio muy cercano al nivel máximo. Por tanto, es público y notorio que Cataluña es un territorio que necesita siempre medidas estructurales para no tener problemas con el agua.
No se trata de si este año hay sequía o no, se trata de que siempre es necesario estar emprendiendo obras hasta garantizar un menor estrés hídrico y sobre todo una reducción del riesgo de limitaciones de agua en los tres ámbitos, no sólo para la industria o el consumo, sino también para la agricultura porque de lo contrario el impacto sobre la población, la producción y el territorio puede ser muy grave, como ocurrirá a consecuencia de la actual sequía.
Pero, en lugar de actuar de acuerdo con nuestra realidad, el gobierno de la Generalitat la ha ignorado sistemáticamente. Ahora una iniciativa del PSC en el Parlament pone de relieve, según su versión, que la ACA ha dejado 300 millones de euros sin ejecutar en 5 años. Y esto es grave cuando se argumenta que ha habido una baja inversión efectiva. Pero aún es más grave el hecho de que en la última década el gobierno de la Generalitat ha reducido en un 50% el presupuesto de este organismo.
Es este tipo de política tan mala para el país, que se mueve sólo por las apariencias, y como parecía que no pasaba nada con el agua, ignorando el riesgo permanente en el que vive el país, decidieron ir recortando el presupuesto ACA hasta reducirlo a la mitad. Y ahora ha llegado la sequía y estamos pagando las consecuencias de tanta irresponsabilidad, a las que se añade la lentitud al reaccionar.