La instrumentalización política de la muerte

Hasta el día de hoy se han producido medio centenar de feminicidios de pareja, y se anuncia que desde 2003 se han producido 1.212 homicidios de este tipo.

Aquí es necesario hacer una primera llamada de atención. Es el único delito en el que sistemáticamente se da el total acumulado de víctimas en 20 años. Esto solo ya llama la atención. Se hace para transmitir la sensación de la gravedad de este delito. Esta cifra representa una media de unos 60 homicidios al año, y vistas las magnitudes de los últimos años puede constatarse que en relación con la media se ha producido una disminución del 16%.

Objetivamos la cifra. Toda muerte es trágica, pero desde el punto de vista de las políticas públicas deben dimensionarse y compararse, porque si no no se está en condiciones de medir su gravedad. En este caso estamos ante un delito tan grave como es quitarle la vida a una persona, pero de una prevalencia muy pequeña dado que la población femenina es de 20 millones de personas.

Llama la atención el hecho de que en 2021 se  suicidaran 1.021 mujeres, casi tantas como todos los feminicidios de pareja producidos en 20 años. Desde este punto de vista no cabe duda de que con diferencia la mayor amenaza para la mujer es el suicidio, las condiciones que la llevan a éste y la falta de mecanismos y atención que permiten disuadirlo. Sólo que se consiguieran mediante las políticas públicas reducir un modesto 10% de los suicidios, esta cifra significaría que se habrían salvado el doble de mujeres muertas que las que se producen en el feminicidio de pareja. Y si las buenas políticas son aquellas que salvan vidas es incuestionable en donde debería situarse el centro de atención de la política pública. Pero no, el suicidio femenino es ignorado y todo se centra en el feminicidio de pareja.

La razón que sea así es causada por un motivo ideológico fruto de que el gobierno tiene asumida como principal bandera el feminismo de la lucha de género, que sostiene la falsedad de que los hombres, así en general, matan a las mujeres por el hecho de ser mujeres, también en general. Y aunque esto signifique sólo 50 o 60 casos entre 20 millones de mujeres. La realidad es que algunos hombres en determinadas condiciones comentan la atrocidad de matar a su pareja y que habría que investigar a fondo estas patologías concretas más que disparar a todo lo que se mueve.

El suicidio por su parte no sirve a esta perspectiva de género porque si 1.021 mujeres son muchas, los hombres que se suicidan casi triplican aquella cifra en el caso de 2021. Hay ciertamente una brecha importante de género, pero como es desfavorable ‘hombre no sirve como argumentación para este tipo de lucha. Naturalmente, si los datos estuvieran a la inversa, el suicidio ocuparía tanta o más atención que las víctimas de los feminicidios de pareja. Pero no es el caso.

Todo ello señala una escandalosa utilización de las muertes que condicionan las políticas públicas y sus recursos, y que en definitiva perjudican a la vida de la mujer.

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