Quien leyera La Vanguardia del martes 16 de enero con un mínimo de detenimiento podía haber quedado asombrado. El diario que en un tiempo jugaba en la centralidad política, siempre matizadamente inclinada al poder político existente en cada instancia (Barcelona, Cataluña, España), se ha convertido, hasta graves extremos, en un medio marcado por la radicalidad política y de género, que ahora se pone de manifiesto clamorosamente al reiterar hasta en 3 páginas diferentes su alianza con elDiario.es.
El motivo de esta alianza, que en un pasado hubiera resultado extraña, tiene como objetivo la caza y captura del PP. Pedro Sánchez anunció en una entrevista en Radio Nacional su voluntad de hacer indagar hasta las últimas consecuencias el asunto de la llamada «policía patriótica», aquella acción dirigida o, presuntamente dirigida, por el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, en el gobierno Rajoy y que tenía como objetivo no sólo investigar a presuntas personas más o menos conectadas con el proceso, sino que también fabricaba información que después, debidamente filtrada podía servir para desacreditar a aquellas personas.
A lo largo de sus 5 años de gobierno, Sánchez no ha tenido un especial interés en este tema porque puede tener consecuencias y establecer precedentes para el futuro: un expresidente del gobierno puede verse obligado a declarar en el Congreso de los Diputados sobre asuntos presuntamente delictivos con el apoyo del presidente de gobierno de turno. Aquel era un límite que nunca se había traspasado.
Aznar nunca intentó averiguar vía parlamentaria quién era el famoso «Señor X», el vértice de la trama de los GAL que, por métodos ilegales perseguía y eliminaba a la gente de ETA. No es ninguna información extraordinaria, ni que el citado “X” se sospechaba que podía ser el propio González. Pero esto no pasó de una tesis mediática y de la rumorología, a pesar de que había hechos que, de haber estirado el hilo, hubieran podido dar resultados sorprendentes. Pero el respeto entre presidentes ha sido norma hasta que Sánchez parece haber roto ese tabú.
Este hecho ya es extraordinario y marca un punto más de inflexión en la política española. Seguramente es consecuencia de que la amenaza de los populares como alternativa es hoy mayor que nunca y Sánchez debe pensar que es una forma de limitarla.
Entonces, como un solo hombre, La Vanguardia participa en esta cacería del PP exhibiendo su alianza con elDiario.es. Se jacta, con la información de Juan Carlos Merino y Josep Maria Calvet, que de hecho la iniciativa de Sánchez responde a la previa acción llevada a cabo por ambos diarios sobre las cloacas del estado y la policía patriótica.
Por si esto no fuera suficiente, el comentario que hace el director. Jordi Juan, “La hora de la justicia”, pone de relieve esta acción y apunta que “queda todavía mucha suciedad que no ha salido a la luz, y éste es el objetivo de la investigación conjunta que han puesto en marcha La Vanguardia y elDiario.es”. Es el anunciado de que la caza, de acuerdo con los designios de Sánchez, se reanuda seguramente con información ya disponible porque es incuestionable que entre este “equipo” periodístico y el gobierno hay bases comunicantes que hacen aparecer información que está en manos sólo del gobierno como resultado de trabajo periodístico.
Y, por si fuera poco, el mismo día el editorial afila el clavo: “unas investigaciones pertinentes”. «Las irregularidades de la operación Catalunya deben aclararse lo antes posible y apuntan claramente a Mariano Rajoy».
Por tanto, constatamos dos hechos. La estrecha coordinación entre la iniciativa de Sánchez y La Vanguardia y su vínculo con elDiario.es. En Wikipedia se define como un diario digital de información general, de izquierdas, progresista y republicano. Éste es el actual socio de La Vanguardia para buscar la verdad de los hechos pasados. Nació como una especie, digámoslo así, de escisión de otro diario de un perfil similar, Público, de la mano de su director Ignacio Escolar. Este periodista, bastante notorio porque sale en todos los programas habidos y por haber de la televisión de la cadena de La Sexta con la que tiene un contrato de exclusividad. Es un periodista sin título porque no terminó la licenciatura y que hizo gran parte de su carrera en el espacio de Prisa, sobre todo en la Cadena Ser, hasta que fue despedido por el propio Juan Luis Cebrián. Trabajó en Público hasta que se separó, creando así lo que hoy es elDiario.es. En Público también fue director desde el inicio, pero duró muy poco, desde septiembre de 2007 hasta enero de 2009, cuando fue destituido.
Él, junto a Jesús Cintora responden al perfil de periodistas que han transformado la actividad profesional en una especie de guerra de trincheras, donde la información es concebida como instrumento de los buenos, es decir él y el de su bando, que utilizan para destruir a los malos. En este caso, el PP y todo el mundo que discrepe del actual poder constituido.
La transformación de La Vanguardia en todos estos asuntos es muy radical, y va más allá de la basculación habitual que hacía en términos muy italianizantes, pasando de apoyar al gobierno Aznar, al gobierno Zapatero y de éste a Rajoy y ahora a Sánchez. Pero lo hacía sin entrar en guerras declaradas y de tierra quemada.
Ahora, junto a Sánchez, ha atravesado una línea roja que sale a la caza y captura de un expresidente del gobierno popular.
La pregunta del millón es si cuando un día u otro Sánchez pierda el poder y lo gane el PP, será posible transformarse y pasar a apoyar al nuevo gobierno. Parece difícil, está claro que también puede creer que Sánchez y su gobierno junto a la alianza con ERC en Catalunya son eternos.