De Moscú a Kiev, de Vladimir Putin a Volodymyr Zelensky, su homólogo ucraniano. Emmanuel Macron ha tenido un comienzo de semana movido en Europa del Este.
El periplo del presidente francés recuerda la «diplomacia de las lanzaderas» de Henry Kissinger en 1973, cuando el entonces secretario de estado estadounidense saltaba de un país a otro haciendo de intermediario con los protagonistas de la guerra del Yom Kippur de forma separada porque no querían coincidir en una misma mesa.
Sin embargo, a diferencia de Kissinger, Macron no dispone de la clave del conflicto que quiere solucionar.
Por si la fotografía de la kilométrica mesa donde Putin recibió Macron no fuera suficientemente explícita, Dmitry Peskov, portavoz del Kremlin, dejó en evidencia pocas horas después del encuentro que Rusia no considera a Francia un interlocutor indispensable.
Rusia no considera a Francia un interlocutor indispensable Share on XPreguntado por el principio de acuerdo en que, según el Palacio del Elíseo, Macron había conseguido arrancar a Putin, Peskov respondió: “ es imposible, porque Francia es un miembro de la Unión Europea, y de la OTAN, donde no es el líder”.
Y añadió: “otro país es el líder de ese bloque. Así pues, ¿Cómo podemos hablar de ningún acuerdo?”
¿De qué bloque hablaba Peskov, de la OTAN o de la UE? Posiblemente de ambos, a menos que los considerase como una única alianza bajo dominio estadounidense. En cualquier caso, dejó claro que Francia no lidera ningún grupo significativo de países.
De hecho, después de visitar Zelensky en Kiev, la última etapa del viaje al este de Emmanuel Macron fue reveladora: Berlín. Allí se encontró con el canciller alemán, Olaf Scholz, y con el presidente polaco, Andrzej Duda.
Ninguna novedad salió tampoco de ese encuentro trilateral, lo que refuerza la idea de que la iniciativa de Macron no ha sido nada concluyente.
En este viaje, Emmanuel Macron no sólo ha jugado el papel de representante de la UE durante los seis meses que dura la presidencia francesa del Consejo Europeo.
Fue también un intento de exhibir la autonomía estratégica tan reivindicada por Macron. Una autonomía que el dirigente francés sueña desde el comienzo de su mandato con llevar a Bruselas.
Pero los demás Estados miembros ven con desconfianza las pretensiones de Macron.
Temen que la autonomía estratégica europea no sea otra cosa que la política exterior y de defensa de Francia aumentada gracias a los medios de la UE y de sus respectivos países.
La política exterior y de defensa francesa bebe todavía de las fuentes de Charles de Gaulle, y es particularmente conocida por su reivindicación de independencia respecto a los Estados Unidos.
Aplicada a la actual crisis ucraniana, la política gaullista buscaría como solución la neutralidad de Ucrania entre Occidente y Rusia, una situación similar a las de Austria o Finlandia durante la Guerra Fría. De hecho, parece la línea que el Elíseo habría explorado con Putin. Pero se trata de una idea por ahora inconcebible para los estados de la UE que sufrieron el dominio soviético.
Las ambiciones geopolíticas francesas no están a la altura de sus capacidades
Pero es que además de no contar con el apoyo genuino de buena parte de la UE (digamos soft power ), Francia se afronta a otro problema: su falta de medios para convencer por coerción ( hard power ).
Hace 150 años, desde la guerra franco-prusiana , que las ambiciones geopolíticas francesas no están a la altura de sus capacidades.
Con De Gaulle, Francia levantó un poco la cabeza, pero durante los últimos 15 años Alemania se ha convertido en la locomotora europea, imponiendo su línea también en política exterior. Línea que se resume en hacer seguidismo de los Estados Unidos en la mayor parte de situaciones.
Y claro, puestos a elegir entre Francia y Estados Unidos , la mayoría de países europeos no tienen ninguna duda de cuál es el aliado preferente. Putin es bien conocedor de esta situación, y el escepticismo que ha demostrado con la iniciativa de Macron no es de extrañar.
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