La ética política pésima de Sánchez

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha hecho varias declaraciones pidiendo a Alberto Núñez Feijóo que rompa con Vox, comparando la situación con la decisión de la CDU en Alemania de no pactar con la extrema derecha.

En el X Congreso del PSE-EE, Sánchez exigió al PP y a Feijóo que “rompan con el verdadero caballo de Troya de Europa, que es Vox y la internacional ultraderechista. Que rompan todo pacto y todo entendimiento con aquellos que quieren destruir Europa desde dentro”.

En la clausura del 15º Congreso Regional del PSOE andaluz, Sánchez señaló la diferencia entre la CDU alemana y el PP español: “Mientras que en Alemania la extrema derecha es aislada y la derecha no pacta con ella, en España el PP sí lo hace. Ésta es la diferencia”.

Sánchez instó a Feijóo a tomar una decisión: “O con Europa, o contra Europa, esa es la decisión de Feijóo”.

El presidente del Gobierno también afirmó: «Vox y la internacional ultraderechista quieren destruir Europa desde dentro, y es un error histórico que el PP dé las claves a la extrema derecha y a la internacional ultraderechista».

Sánchez contrastó la actitud de la CDU con la del PP, diciendo: “Me alegra ver que las principales fuerzas alemanas, incluido el partido que está en el Partido Popular Europeo, que es la CDU, lo tienen muy claro: con Europa y con la democracia frente a la extrema derecha. El Partido Popular (PP) español siempre ha tomado la opción contraria”.

Estas declaraciones reflejan la insistencia de Sánchez de que el PP rompa sus acuerdos con Vox, comparando la situación española con la postura de la CDU en Alemania frente a la extrema derecha.

Pero en estas presiones reiteradas, Sánchez omite lo fundamental: en aquellos países la socialdemocracia y los populares han pactado entre sí, mientras que en España se niega a cualquier acuerdo con el PP y pacta con la extrema izquierda y los independentistas para conseguir la mayoría que necesita, es decir, actúa de forma contraria a lo que siguen los socialdemócratas.

Durante décadas, la política alemana se ha caracterizado por la formación de grandes coaliciones. Históricamente, la CDU/CSU y el SPD han gobernado en coaliciones de consenso, lo que ha permitido un amplio acuerdo en temas fundamentales y la estabilidad del sistema democrático. Ahora se reedita o intenta una coalición a tres para evitar la presencia en el gobierno de Alternativa por Alemania, el segundo partido del país y el primero en la antigua Alemania Oriental.

La tradición política austríaca se ha basado también en pactos entre partidos que históricamente han colaborado en gobiernos de gran consenso, como lo fueron las prolongadas coaliciones entre el Partido Popular Austríaco (ÖVP) y el Partido Socialdemócrata (SPÖ).

Ahora, tras dos anteriores intentos de pacto entre la extrema derecha y los populares, precedidos de un acuerdo fallido de éstos con la socialdemocracia, se formará un gobierno a tres con la incorporación de los liberales.

En el contexto español, el gobierno de Pedro Sánchez ha preferido siempre negociar con partidos que adoptan posturas más radicales o que impulsan agendas independentistas y de extrema izquierda, con el objetivo de alcanzar la mayoría parlamentaria necesaria.

Esta estrategia ha implicado acuerdos con fuerzas que, según ciertos puntos de vista, mantienen posiciones que difieren sustancialmente de los principios centristas o de consenso que históricamente han caracterizado a los pactos en otros países europeos.

Mientras, el líder del PP, Feijóo, ha mantenido una línea ambivalente con Vox en el ámbito autonómico y más bien de conflicto en el Congreso de los Diputados.

El discurso de Sánchez ha sido objeto de críticas por lo que se percibe como un doble criterio en la comparación de los pactos internacionales con la realidad española. Al utilizar ejemplos de Alemania y Austria –donde los acuerdos se forjan entre partidos que comparten, pese a sus diferencias, un compromiso fundamental con la democracia y el consenso político–, se contrasta con la situación española, donde el rechazo a pactar con ciertos partidos (como en la postura del PP respecto a Vox) se contrapone a la necesidad de sumar apoyos procedentes.

En resumen, mientras que en Alemania y Austria los pactos se han basado en consensos entre fuerzas con fundamentos democráticos compartidos, en España la dinámica es distinta, y Sánchez negocia con partidos que, pese a formar parte del proceso democrático, representan posiciones radicalmente distintas.

En realidad, la singularidad española de Sánchez proviene del origen de su gobierno: él fue derrotado en las urnas, donde se impuso el PP, pero logró construir una mayoría alternativa y muy heterogénea basada en aquellos partidos que tienen como principal vínculo dos hechos: las continuas cesiones de Sánchez, sobre todo a los partidos vascos y catalanes y evitar un gobierno del PP por miedo a que és se alíe con VOX.

La política de pactos del presidente Pedro Sánchez ha incluido acuerdos con partidos como EH Bildu, formación que incorpora sectores vinculados al entorno de la antigua organización terrorista ETA, y con Unidas Podemos, coalición que integra al Partido Comunista de España. Esta estrategia ha generado debates sobre su alineación con las prácticas políticas comunes en Europa.

En el contexto europeo, es inusual que partidos con vínculos históricos con organizaciones terroristas formen parte de acuerdos de gobierno. La colaboración del PSOE con EH Bildu, que ha evolucionado desde su pasado asociado a ETA hacia una participación activa en la política democrática, ha sido objeto de controversia. Este tipo de alianzas no es común en otros países europeos, donde generalmente se evita la inclusión de partidos con similares antecedentes en coaliciones gubernamentales.

Por lo que respecta a las alianzas con partidos comunistas, Europa presenta una diversidad de situaciones. Por ejemplo, en Portugal, el Partido Socialista ha gobernado con el apoyo parlamentario del Partido Comunista Portugués, aunque sin incluirlo formalmente en el gobierno. En otros países, los partidos comunistas han experimentado una disminución en su influencia política y rara vez forman parte de coaliciones gubernamentales.

La estrategia de Pedro Sánchez de pactar con partidos como EH Bildu y Unidas Podemos representa una adaptación a la fragmentación política y a la necesidad de construir mayorías parlamentarias en España.

Sin embargo, esta práctica difiere de las tendencias predominantes en otros países europeos, en donde las alianzas con partidos vinculados a antecedentes terroristas son excepcionales y las coaliciones con partidos comunistas son menos frecuentes. Esta divergencia resalta las particularidades del contexto político español y plantea interrogantes sobre la coherencia de estas alianzas con las prácticas políticas habituales en Europa.

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