La democracia puede convertirse en un agujero negro si no se detienen las tendencias que la degeneran y la convierten en un mal sistema político. La mayoría de la gente considera que la democracia es el mejor sistema posible para gobernarnos. Entendámonos, nos estamos refiriendo al modelo occidental de democracia parlamentaria con partidos políticos, donde periódicamente hay elecciones en el marco de las libertades y se elige a los representantes que acabarán determinando quiénes son los que nos gobiernan. Esto se hace en un determinado período de tiempo, normalmente 4 años, y se mantienen o se cambian los gobiernos.
Hasta aquí todo muy sencillo y claro, pero la realidad se ha ido complicando en la medida en que el estado, que es la máquina gobernada por el gobierno, se ha ido haciendo mayor y complejo, sobre todo en dos sentidos.
Por un lado, ha crecido de forma extraordinaria su dimensión económica, por lo que prácticamente la mitad del gasto de un país como media lo hace el estado. En el caso de España, es del 48%. Por tanto, la forma en que se gestiona esta voluminosa cifra de dinero es determinante para el presente y futuro de cada sociedad. Y en el futuro está la segunda cuestión. También cada vez el gasto es más complejo, contempla más variables de futuro. El caso de mayor magnitud, pero no el único, es el de las pensiones. Hagamos una serie de cálculos de cómo irán las cosas para determinar si dentro de 10, 20 años o más se podrán seguir pagando. Pero también es una variable de futuro el gasto en sanidad y dependencia.
Asimismo, las elecciones fueron degenerando y quedaron reducidas a una simple subasta en la que cada partido reduce cada vez más las obligaciones de los ciudadanos y aumenta los beneficios. Todos, más o menos, sabemos que nos enredan. En definitiva, todo el dinero que gasta el estado sale de nuestros bolsillos y, por tanto, es increíble que cada vez nos den menos y paguemos más. La forma de disimular este engaño por parte de los gobiernos es tirando la pelota adelante; es decir, ofreciendo más ventajas hoy a base de comprometer la situación en un futuro. Como un gobernante espera a lo sumo permanecer en su puesto 2 o 3 mandatos, es decir, unos 12 años, todo lo que sea tirar la pelota más allá de este tiempo ya va bien. Y es lo que está haciendo España en concreto con las pensiones y también con el gasto sanitario.
Ahora, los funcionarios de la Comisión Europea notifican en su informe sobre la situación fiscal de España 2024 que, tanto las pensiones como la atención sanitaria presentan amenazas tangibles sobre su sostenibilidad y lamentan que la actuación política del gobierno de España para resolver ese problema haya sido muy limitada. Y en esta frase radica el agujero negro: «el riesgo a corto plazo es limitado, pero a medio plazo España se sitúa en los países de riesgo fiscal alto«. Ya tenemos servido el problema. Sánchez continuará sin afrontar esta cuestión porque su coste lo pagarán los que vengan dentro de 8 o 10 años y ya se sabe lo que dice el dicho “el que venga de atrás que arree”.
Naturalmente, aquí hay un ingrediente más de la gran carencia de solidaridad generacional que caracteriza nuestro tiempo y castiga a los jóvenes. Pero qué importa, mientras quien gobierna pueda tener votos, allá pelotas.