La crisis institucional española sigue avanzando y puede llegar al límite del no retorno. Estos días se ha producido un hecho que lo profundiza de forma extraordinaria.
El Senado en la sesión de la comisión convocada para tratar de la cuestión de la amnistía se hizo presente al presidente de la Generalitat, todos los presidentes autonómicos del PP, que ahora ya son una arrolladora mayoría, pero se ausentaron los tres presidentes socialistas, Asturias, Castilla la Mancha y Navarra, bajo el argumento de que era una sesión partidista.
Éste es un punto de ruptura muy importante porque, si cada vez que uno de los partidos tiene mayoría en las instituciones el otro boicotea a la institución por ello, la democracia ha quedado liquidada y esa es la situación española. Más cuando en el Congreso, el PSOE y sus aliados van usando y abusando de su mayoría, hasta el extremo de desvirtuar la práctica parlamentaria. En un brevísimo repaso basta con recordar la insólita congelación del Congreso cuando la covid aunque era el momento en que la representación de los ciudadanos debía extremar su vigilancia de un gobierno dotado de poderes especiales.
Después han venido una serie de leyes tramitadas por vías espurias haciendo uso de todas las rendijas parlamentarias. La arbitrariedad de la mesa del Congreso adoptando decisiones de acuerdo con los intereses del gobierno, la parálisis de la presidenta Batet y del Congreso y del presidente del Senado cuando tenían la responsabilidad de impulsar la renovación de poder judicial, porque esta misión no recae en el gobierno y oposición, sino que constitucionalmente depende de las dos cámaras representadas por sus respectivos presidentes. Y ahora, por si fuera poco, Sánchez ha decretado una nueva congelación de la actividad parlamentaria e incluso de la mesa porque no quiere que el debate pueda empeorar su difícil negociación para mantenerse en el poder.
De esta forma nos encontramos en la paradoja de que, produciéndose una actividad bélica como quien dice aquí al lado, y nos referimos al conflicto de Israel en Gaza, que puede dar lugar a una escalada militar de proporciones terribles, el Congreso se mantenga al margen del problema, no pueda pedir comparecencias del jefe del gobierno y los ministros más afectados, para que rindan cuentas de lo que están haciendo, de la posición española, de cómo ven el futuro. Como ya ocurrió con el problema interno y vital de la covid, ahora ante esta amenaza externa, que puede tener traducción en la alerta terrorista y transformarse también en interna, el Congreso desaparece.
La cuestión es evidente, ¿qué tipo de democracia disfruta el ciudadano español que tiene un Senado que el partido del gobierno desprecia porque resulta que la oposición tiene mayoría?
Mientras, el Congreso, donde la mayoría es gubernamental, Sánchez ha decidido cerrarlo con cerradura y cerrojo para que no moleste en sus negociaciones.
Es evidente que el deterioro democrático es muy grave porque han convertido a las instituciones que nos representan en puras ficciones que son sencillamente instrumentos al servicio de quien manda o permanecen en los márgenes de su misión constitucional.