«OK boomer» es el nuevo eslogan de la progresía juvenil norteamericana. Busca culpabilizar a los miembros de la generación del baby boom (los nacidos en los años 50-60, y hasta los 70 en el caso de España) de todas las desgracias del mundo actual, empezando por el cambio climático. Es equivalente a un “cállate la boca, viejo idiota”.
Parece que en el inicio de este eslogan de mal gusto se encuentra en una joven diputada neozelandesa de 25 años, Chlöe Swarbrick, que intentó acallar así a un colega parlamentario de más edad que la interrumpía durante un discurso sobre la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero.
El hecho de que el grito de “OK boomer” se haya generalizado muestra una fractura social emergente: los jóvenes contra los viejos. No es una buena noticia, primeramente debido a las numerosas divisiones ya existentes que atraviesan las sociedades occidentales y dificultan todo tipo de acuerdos.
Pero el caso que nos ocupa es particularmente grave. Detrás del «OK boomer» se encuentra el desprecio no solo por los nacidos en unas fechas concretas, sino el socavamiento de la sabiduría que las personas mayores aportan desde los albores de la humanidad a los jóvenes. Algo extremadamente valioso en un mundo que carece cada vez más de referentes firmes.
Hoy, las juventudes ecologistas de todo el mundo, carentes de referentes, se autorreferencian como modelo a seguir. ¿A quién le sorprende esto? La nueva hornada de revolucionarios (que han sustituido el comunismo por el ecologismo, a veces pura ideología) ha tomado como referente a Greta Thunberg.
Seamos claros. Greta es una pobre menor sueca enferma, instrumentalizada e incapaz de articular un discurso que no se haya aprendido de memoria. Sin ninguna experiencia vital relevante, conocimientos académicos ni éxitos sociales o políticos, Greta encarna a la perfección el fenómeno de la autorreferenciación de la juventud revolucionaria de hoy en día.
En este nuevo esquema intelectual, los viejos no desaparecen, sino que se convierten en objetivos a abatir. ¿Pero quién es un joven de 15, 20 o 25 años, que no ha todavía demostrado su valía, para criticar las obras de una persona mayor y sus decisiones tomadas a veces en contextos difíciles?
Las nuevas generaciones se olvidan de que disfrutan de los adelantos técnicos (los smartphones que ellos mismos utilizan para hacer campaña), políticos (la consolidación del estado de derecho o la caída del comunismo) y sociales (el estado del bienestar o la reducción del hambre en el mundo) hechos posibles por los baby-boomers. El mundo sigue siendo mejor que en el siglo pasado gracias a ellos.
La crítica fácil de los jóvenes ecologistas es en el fondo profundamente egoísta. Greta lo reconoce al regañar y afirmar que los baby-boomers «le han robado sus sueños de infancia». Al fin y al cabo, es una revolución autorreferencial, errática y por tanto incapaz de dar fruto.
Sin duda, nada exime a los baby-boomers de sus errores y responsabilidades, empezando por las carencias de esta generación en la transmisión de valores fuertes a los hijos. De hecho, si hay algo criticable en los boomers en términos generales es precisamente la carencia de referentes morales transmitidos. Como numerosos sociólogos han señalado, la generación del baby boom (la de los hippies y la “movida”) ha marcado la gran ruptura cultural con los valores fundadores de la cultura occidental, empezando por los del cristianismo.
No es pues del todo sorprendente que hoy los millennials y la «generación Z» (los nacidos a partir del 1995) quieran hacer una revolución sin referentes. Pero es urgente que el movimiento ecologista mundial deje de lado mensajes divisorios como «OK boomer«, que escuche con respeto y aprenda de sus personas mayores y que reencuentre los valores fundamentales de Occidente. Encontrará consuelo, ánimo y esperanza.