El pasado 29 de noviembre la Comisaria saliente de Comercio de la UE, la sueca Cecilia Malmström, realizó su último acto oficial en el CIDOB, think tank de relaciones internacionales radicado en Barcelona. Al cabo de dos días, el primero de diciembre, entraba en funcionamiento la nueva Comisión Europea presidida por la alemana Úrsula von der Leyen, con un nuevo Comisario de comercio, el irlandés Phil Hogan.
No es de extrañar que Malmström haya elegido Barcelona para despedirse de su cargo, pues ya hace tiempo que mantiene una estrecha relación con Cataluña; es autora de varios libros sobre regionalismo en Europa, hizo su tesis doctoral sobre el nacionalismo catalán, habla castellano, entiende el catalán y ha pasado largas temporadas en Barcelona.
Durante su mandato de cinco años como responsable de la cartera de comercio, la UE ha llegado a negociar 42 acuerdos comerciales con 65 países. Les ha dado transparencia y ha respondido a los antiglobalizadores garantizando la aplicación de estándares europeos laborales, medioambientales y en materia de resolución de conflictos.
Lo primero que ha puesto de relieve en su intervención es que la UE no dispone prácticamente de materias primas y necesita en consecuencia un mercado abierto, «y esto Cataluña lo entiende muy bien, pues ella se encuentra en la misma situación y ha sido pionera en el libre comercio, creando instituciones como el Consulado de Mar». La UE hoy tiene acuerdos con casi todo el mundo, pero aún no con Estados Unidos, China y la India. Los acuerdos comerciales más importantes negociados los últimos tiempos han sido con Canadá, Japón, Singapur, Vietnam, México y el Mercosur.
Este último es el más importante por el número de consumidores: 780 millones, de los que 260 corresponden a Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay. Malmström ha explicado que, además de ser muy relevante por el número de personas beneficiadas, también lo es porque Sudamérica es un mercado que crece y que se quiere abrir al exterior. Gracias a este acuerdo, las empresas europeas se ahorrarán 4.000 millones de euros en aranceles, comparados con los 1.000 millones que supone el acuerdo con Japón. Mercosur suma más que Japón y Canadá juntos. El acuerdo protege a 350 indicaciones geográficas, por lo que el cava catalán o los quesos especiales no podrán ser imitados fraudulentamente.
Pero también advirtió que aún no se puede cantar victoria, porque el acuerdo necesita ser ratificado por los estados implicados, lo que no será fácil. Por ejemplo, los estados miembros de la UE ven con malos ojos las políticas del Brasil de Bolsonaro en materia de medio ambiente. «Si Brasil no cumple con los Acuerdos de París sobre el cambio climático, el pacto corre el riesgo de no salir adelante».
Malmström ha criticado especialmente las políticas comerciales de Estados Unidos y China. Lamenta que Washington haya desatendido otras cuestiones que no sean la guerra comercial con Pekín. Ha puesto como ejemplo flagrante la retirada del presidente Trump de las negociaciones del TTIP (Transatlantic Trade and Investment Partnership), que habría creado la zona de libre comercio más grande del mundo entre Europa y América, así como el fracaso de llegar a pequeños acuerdos en materia de bienes entre las dos riberas del Atlántico. Está convencida de que, si China tuviera una verdadera economía de mercado, la guerra de aranceles con Estados Unidos probablemente no habría tenido lugar. «China no ha cumplido todos sus compromisos al entrar en 2001 en la Organización Mundial del Comercio (OMC) ni ha respondido a sus promesas de convertirse en una democracia. Sigue controlando los mercados financieros y subvencionando de manera directa las empresas del país. China es la razón de muchos problemas de la situación envenenada actual.
La UE presiona para cambiar la situación, comparte las críticas de Estados Unidos contra China, pero no considera que la guerra de aranceles sea el mejor método. Con China estamos avanzando en un tratado sobre inversiones que se podría concluir el año 2020, que pretende equilibrar el terreno de juego y llegar a un acceso al mercado sin discriminaciones, cosa esencial y previa a un acuerdo comercial entre las dos partes. Esperamos sus ofertas, pero van poco a poco, ya que su pulso con Estados Unidos los absorbe y nosotros, los europeos, somos víctimas de este enfrentamiento».
También ha hecho una defensa del libre comercio y del multilateralismo, que son creadores de empleo, riqueza y bienestar. «Hay que defender un comercio basado en reglas y la mejor manera de conseguirlo consiste en reforzar y modernizar la Organización Mundial del Comercio (OMC). No es perfecta, pero sin ella no hay seguridad jurídica, hay que salvarla. Si no protegemos el multilateralismo, reinará la ley de la selva». También ha señalado que los estados deberían corregir las desigualdades que ha creado la globalización a través del establecimiento de nuevos contratos sociales.
Malmström ha terminado su presentación en Barcelona declarando que hoy Europa se encuentra más sola en el panorama internacional que años atrás y muy lejos de la situación vivida a principios de siglo, cuando fue adoptada la primera Estrategia de Seguridad de la UE, inspirada por Javier Solana. Allí se declaraba confiadamente que «Europa estaba rodeada por un círculo de amigos» y que «su soft power (poder blando) era un poder respetado en el mundo».
Malmström cree que la Comisión Europea entrante es muy consciente de la nueva situación internacional. Se trata de una Comisión que se autocalifica precisamente de «geopolítica» y que tratará de establecer una nueva relación de Europa con las grandes potencias, como Estados Unidos y China, desde una nueva concepción del poder más «dura», en la que precisamente el comercio puede jugar un papel muy importante, pues no se puede olvidar que «la UE sigue siendo la primera potencia comercial del mundo».