Hay que decirlo de entrada: hablamos de jóvenes, pero ni mucho menos de todos, sino de la existencia de tendencias dentro de su grupo, preocupantes por negativas, y que afectan a un grueso limitado de sus miembros. Por tanto, no es una caracterización de la juventud como tal, sino la identificación de comportamientos muy adversos que se dan en algunos de ellos.
Uno de estos comportamientos es la conducta suicida. Según el INE, en 2020 se suicidaron 3.941 personas, de las cuales 300 eran jóvenes. Cada vez son más los adolescentes que expresan deseos de morir, lo comunican o hacen un intento de suicidio.
En un estudio Evaluación de la conducta suicida en adolescentes: a propósito de la Escala Paykel del suicidio se puede decir que cerca de 18% de la muestra había pensado en quitarse la vida, considerando que muchos de estos no tenían ningún plan y era solo una idea que seguramente nunca van a llevar a cabo. Pero el problema es evidente que está ahí y que expresa un hecho que sí debe llamar la atención. Es la existencia de la sensación de frustración o, más aún, de gran dolor entre una parte de la población joven, cuyo consecuencia es estos pensamientos o conductas suicidas.
Asimismo, los datos del INE reflejan que la violencia en general y la violencia sexual crece entre la gente joven. Se ha convertido en un episodio ya integrado en la normalidad, cuando no debería ser así, las peleas que se producen en las discotecas y sobre todo a la salida de éstas los viernes y fines de semana. Y también crece la violencia de los jóvenes en relación a las chicas. La comparación de 2020 con 2021 señala que allí donde ha crecido más es en los jóvenes menores de 18 años y de 18 a 19, si bien cabe decir que el grueso de afectados es de los menos numerosos.
Pero, atención, porque en 2021, la violencia sexual y de agresión a la mujer por parte de jóvenes menores de 18 años, con 661 casos, es significativamente mayor que la de los mayores de 60 a 64, que es de 447 casos. Y algo parecido ocurre entre los jóvenes de 18 a 19 años (995 casos) y los de 55 a 59 años (872 casos), con el agravante de que estamos comparando el período de 1 año de edad en el caso de los jóvenes, con 5 años en el caso de los mayores. Aquí habría un punto de reflexión porque todos estos jóvenes y quienes les siguen en edad han sido educados en las políticas de género hasta momentos asfixiantes. Mientras que a la gente de más de 50 años todo esto les ha cogido con una cultura y unos comportamientos muy solidificados por la edad y, por tanto, menos moldeables por la nueva ideología del estado y de la Generalitat.
El grosor donde se concentran estas violencias en cantidad se sitúa en la franja de 35 a 39, donde se produjeron más de 5.000 casos, seguido por el grupo de edad precedente de 30 a 34 años (4.671) y el subsiguiente de 40 a 44 años (4.516). La gráfica que describe el número de delitos es muy clara, se inicia con fuerza desde los 18 años, va creciendo hasta llegar al máximo en el grupo de 35 a 39 y experimenta una radical disminución a partir de los varones de 50 años, es es decir, los más alejados del adoctrinamiento de género.
Todo esto debería hacer reflexionar y mucho a los gobiernos, a los partidos políticos y a las instituciones de la sociedad porque lo que hacen es señalar que las políticas y culturas que hoy en día mandan están creando un serio destrozo en la juventud. Basta con ver los datos y su evolución.