Jordi Pujol, ideas, acción, política (y 14): La importancia de la fe en un político

Es imposible entender la trayectoria humana y política de Jordi Pujol sin prestar atención al motor principal de su vida, junto con Cataluña: su fe católica. Aunque debe entenderse como algo más profundo y amplio que el simple ritual dominical.

Jordi Pujol es un católico sin complejos que no esconde su fe ni la impone a nadie, incluidos sus colaboradores. Algunas veces, su discurso alude a un hecho o principio cristiano, pero lo hace escasamente, ya que prefiere recurrir a referencias de los campos adversarios. Sin embargo, cuando lo considera necesario, entra en cuestiones polémicas, como fue el caso de la defensa de Benedicto XVI.

Un libro, Nosotros, los catalanes: del catalanismo católico al pujolismo, y un extenso artículo académico, “El imaginario cultural y social del pensamiento político del primer pujolismo”, ambos de Mariona Lladonosa Latorre, son buenas referencias para quien quiera profundizar en este ámbito. Según la reflexión de la autora, Pujol fue un catalizador de la evolución del catalanismo católico hacia un nacionalismo moderno, que combinaba elementos tradicionalistas y novecentistas.

La etapa iniciática del pensamiento de Pujol

Durante su juventud, Pujol formó parte de varios grupos católicos, destacando especialmente el grupo CC —Cristians Catalans o Crist Catalunya—, del que fue un miembro destacado. En ese contexto se consolidaron dos de los ideales que marcarían su acción y pensamiento: «la fe en Dios, los hombres y Cataluña». Su activismo político se intensificó durante los últimos años de la década de los cincuenta, hasta que fue encarcelado a raíz de los hechos del Palau de la Música de 1960, donde fue torturado y juzgado por un consejo de guerra. Permaneció encarcelado hasta diciembre de 1962.

Los hechos del Palau de la Música y sus consecuencias fueron clave para la construcción del relato mítico de Pujol, asociado a valores como el sacrificio, el heroísmo y un aura religiosa. Como explica Joan Creixell en Los hechos del Palau y el consejo de guerra a Jordi Pujol, “la gente se arrodilló en la calle, rezó y cantó. El ‘Creo en un Dios’ y ‘Amunt germans’ se fueron repitiendo”. Este imaginario acompañó a Pujol durante los años siguientes.

Hacer país: el catalanismo activo

A partir de los años sesenta, Pujol elaboró ​​un discurso práctico centrado en el desarrollo de acciones culturales y económicas. El objetivo era fomentar el sentido comunitario, defender una forma de ser e integrar las reivindicaciones sociales, políticas y humanistas con una vocación europeísta. Esta propuesta se convertiría en un referente del catalanismo, sintetizada en la idea de “hacer país”.

El pensamiento escrito de Pujol puede seguirse en cuatro de sus obras principales: Una política para Cataluña (1976), La inmigración. Problema y esperanza de Cataluña (1976), Desde las colinas al otro lado del río (1978) y Construir Catalunya (1979). Estas obras, aunque publicadas más tarde, recogen sus escritos tempranos.

Influencias y revisión del catalanismo precedente

El pensamiento de Pujol está influenciado por referentes católicos como Torres y Bages, Péguy, Saint-Exupéry, Mounier, y Raimon Galí, una de sus figuras claves. También son relevantes otras influencias como Prat de la Riba, Joan Triadú, Josep Benet, o Jaume Vicens Vives. Uno de los esfuerzos de Pujol fue revisar el catalanismo anterior e incorporar símbolos asociados a la moralidad cristiana, como el sacrificio, el heroísmo y la redención.

Pujol defendía que el patriotismo auténtico debe incluir la exigencia del sacrificio y la vida misma. Esta reflexión empezó en los años cincuenta con el texto Fer poble, fer Catalunya (1958), donde sentó las bases de una acción destinada a la reconstrucción nacional inspirada en figuras como Prat y Macià.

Una concepción fundacional y hegemónica

La proyección ideológica de Pujol se basaba en una concepción de la identidad catalana estrechamente vinculada al catolicismo y la religiosidad popular. Esta concepción, con vocación fundacional y de poder, generaba recelos en la izquierda, no sólo por ser un adversario político fuerte, sino también por ofrecer una alternativa cultural y espiritual que disputaba visiones colectivas en el ámbito popular.

Jordi Pujol puso en práctica esta visión en distintos ámbitos. Un ejemplo es la creación de una dirección general de Asuntos Religiosos, pionera en España, una iniciativa que se mantiene en los sucesivos gobiernos de Cataluña.

Fe y política, una combinación compleja

Aunque el catolicismo inspira muchas de las concepciones de Pujol, nunca hizo política confesional. Por el contrario, supo transfigurar su fe en una concepción secular, basada en la razón y los sentimientos.

Con el paso de los años, el impulso inicial de Pujol se matizó, especialmente durante sus años al frente de la Generalitat. Los muchos años de poder erosionaron ese impulso cristiano inicial, pero nunca supusieron el abandono completo de ese motor.

El catolicismo de Pujol nunca fue fundamentalista, sino que se basaba en fundamentos sólidos. Según el propio Pujol, Pablo VI era su papa de referencia, y su fe se caracterizaba por profundas dudas, influidas por las circunstancias. Por último, el cristianismo católico de Pujol es inseparable de la cultura catalana, y sus valores son esenciales para hacer un buen país.

Es asombroso que, pese a su gran obra e influencia, Pujol no haya dejado un legado político e intelectual de seguidores de alto nivel. En un país que no sabe reconocer la grandeza, la figura de Pujol sigue siendo única en la política catalana contemporánea.

¿Cómo es posible que, con tan importante obra, nadie manifieste interés por recuperar y hacer revivir el legado de Jordi Pujol? Esto nos lleva a una triste conclusión: somos un país que no sabe reconocer la grandeza cuando la tiene enfrente.

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