Jordi Pujol, ideas, acción, política. El Legado (6). El autogobierno

Un eje central de Jordi Pujol

Un eje de la concepción y práctica política de Jordi Pujol es su aplicación del autogobierno de Catalunya como corolario necesario de su concepción nacional. Autogobierno lo más amplio posible, pero nunca la independencia como culminación. El autogobierno no es un camino hacia ella, sino una finalidad en sí misma. Nada en el relato y la práctica de Pujol se puede encontrar de vestigio independentista ni, cómo quieren sus detractores en España, su actuación es una especie de preparación para lograrlo.

Una visión pragmática

No lo es en sus inicios juveniles, en el paso a la política y formulación de CDC, o en su madurez como gobernante. A unos y otros les conviene la teoría de Pujol independentista. Solo tiene un problema: es falsa. Tampoco cuando deja el gobierno se pronuncia en ese sentido y sólo en la fase final del proceso, y más como fidelidad a personas concretas y sobre todo a su obra más personal, CDC, hace formulaciones -escasas- públicas favorables. Pero incluso este hecho es tan fruto fugaz de la coyuntura que no ha tenido continuidad.

Autogobierno como amplia autonomía política

Ve en el autogobierno, entendido como amplia autonomía política, el mejor instrumento para alcanzar las dos finalidades que le importan: preservar la identidad nacional sobre todo en sus manifestaciones de lengua, cultura y derecho, y poder construir una estructura que acompañe y contribuya a edificar la comunidad forjadora de la persona en el bien.

Pujol, hombre de gobierno

Pujol, como hombre de gobierno y persona pragmática, en el sentido más literal del término, conoce y valora la importancia del estado, pero no es un estatista, sino que, como vimos en otra ocasión, es un defensor de la primacía de la sociedad civil. No tengo claro que lo sea por razones doctrinales de índole general –“Più società meno Stato”, el lema católico de los años ochenta– o bien porque en su visión histórica de Cataluña, es la sociedad quien rehace la nación una y otra vez después de cada derrumbe, y es en ella en quien hay que fiarlo todo. Seguramente ambos vectores de pensamiento forman parte de la concepción pujoliana y se alimentan mutuamente.

Federalismo y autonomía

El autogobierno en la teoría y práctica de Pujol significa autonomía; en modo alguno federalismo porque lo rehuye, considera contrario al interés catalán en el marco del estado la homologación con las regiones españolas. La palabra nacionalidad en la Constitución no figura en vano. Y si bien la concepción constitucional primigenia establecía la diferencia entre aquellos territorios –Cataluña, País Vasco y Galicia– y las regiones, el resto de comunidades autónomas se perdió por la ofensiva del PSOE utilizando como ariete en Andalucía, esto no significa que Pujol hubiera renunciado a la política de la especificidad catalana que los vascos alcanzan fácilmente con el régimen de financiación y fiscalidad, pero que Pujol en el marco del régimen general busca construir por otras vías soportadas en el peso político y económico del propio país y el hecho de ser gobernado por una fuerza totalmente independiente de los dos grandes partidos españoles PSOE y PP. Y éste es otro corolario de la visión del presidente de la Generalitat por excelencia: el autogobierno pide partidos de obediencia catalana en su frente. Éste ha sido de siempre el caballo de batalla – ganador – con el PSC y su teórico federalismo nunca abordado, a pesar de tantos años de gobierno en España, matizado por Maragall con el adjetivo de asimétrico en una aproximación deliberada a la tesis pujoliana.

Competencias y diferenciación

Una de las vías de la diferenciación son las competencias: “el peix al cove”, que significa ganar en autogobierno incluso en aquellos casos que, electoral o económicamente, resulta de nulo interés. Es el caso emblemático de la competencia en prisiones que Pujol exhibe una y otra vez como demostración de su voluntad de gobernar más allá de la rentabilidad partidista. Y tiene razón, porque con la excepción de los vascos (y éste por razones bien concretas) en este caso el «nosotros no somos menos que Cataluña» desaparece. Nadie hace del traspaso de prisiones una reivindicación autonómica.

Coyunturas políticas favorables

El máximo competencial estatutario y nuevas cesiones aprovechando coyunturas políticas favorables es la clave. Como en el caso del pacto con Aznar, donde reivindica y obtiene un nuevo sistema de financiación más favorable, pero de régimen general, la liquidación de los gobiernos civiles -el símbolo de vivo de la derrota en la guerra contra los Borbones-, la liquidación del servicio militar -una reivindicación que Pujol hace a regañadientes (porque no estaba en su agenda, pero sí en la de Joaquim Molins y su equipo de campaña)- y esta sí específica de Catalunya, la policía de tráfico, que pasaría de la Guardia Civil a los Mossos, tapando así un agujero del Estatuto de Autonomía que no lo previó.

Máximo de competencias sin romper el juego institucional

Máximo de competencias, pero sin llegar al riesgo de romper el combate. Cuerda tensa siempre que puede, pero nunca – y eso lo saben – le dará una patada al brasero. Nunca juega en “O nos calentamos todos o…”. Precisamente, la negociación con el PP de Aznar es un buen ejemplo de ello. Molins y su equipo querían aprovechar la excepcionalidad del escenario político para introducir el concepto de Pacto Fiscal, después tomado prestado por Artur Mas y los que han venido detrás. Este enfoque en su origen, y lo conozco bien porque la concepción y el nombre son míos, nunca ha sido una especie de modelo vasco con otro nombre, sino el reconocimiento de la singularidad catalana en el marco de la financiación como primer criterio y un trato más equitativo y justo. Pujol no aceptó poner sobre la mesa ese enfoque porque creía que no se resolvería y supondría una ruptura y un impasse peligroso para la gobernación de España y la estabilidad de las instituciones.

Pujol, un hombre de Estado

Y es que es cierto cuando se dice que Pujol es un hombre de Estado. Lo es en términos constructores de las estructuras de gobierno de Catalunya como una escala más modesta, pero más pionera y también crucial, hace Prat de la Riba. Pero a diferencia de éste, también lo es en su visión de la política española. Por esta razón, la monarquía confía en Pujol, a pesar de su discurso nacional catalán, y Felipe González, a pesar de sus diferencias no pequeñas y encontronazos, lo valora como un político que contribuye a la gobernación del estado.

Conclusión

Autogobierno, autonomía y no federalismo, singularización catalana en el marco del estado, máximo competencial sin llegar a romper nunca el juego institucional. Cuando se resume así el eje de la doctrina pujoliana del gobierno de Catalunya, se pone de manifiesto lo diferente de ella que fue la línea seguida por Mas. Tan diferente que quizás ya va siendo hora de decir que, en términos objetivos y para algunas personas de su equipo, también subjetivos, quería ser una enmienda a la totalidad de la concepción de Pujol, convencidos de que ellos tenían una visión y capacidad superior. ¡Ay las! ya ve a dónde nos han traído. Santa Lucía no les guardó la vista…

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