La respuesta al devastador ataque del grupo terrorista Hamás contra Israel ha terminado llegando. El primer ministro Benjamin Netanyahu dejó bien claro desde el primer momento que ésta pasaría por la “aniquilación” de Hamás.
Semanas más tarde, y como numerosos analistas preveían, la respuesta se ha concretado efectivamente en una ofensiva terrestre de las fuerzas armadas israelíes en el seno de la franja de Gaza. Al norte de la misma, la propia ciudad de Gaza está actualmente rodeada y el Tsahal o ejército israelí avanza lenta pero hasta ahora inexorablemente.
Sin embargo, más allá del primer objetivo, que es conseguir el control de la zona norte, densamente construida y poblada en tiempo de paz por aproximadamente la mitad de los 2,3 millones de palestinos residentes en Gaza, los objetivos estratégicos de Israel están rodeados de dudas incluso para muchos israelíes.
Además, hay que tener en cuenta que a medida que aumentan las bajas civiles, la presión internacional sobre Israel para que ponga fin a las hostilidades o al menos declare un alto el fuego no paran de aumentar. Incluso desde los propios Estados Unidos, firmes defensores de la respuesta de Israel los días que siguieron al ataque de Hamás.
El jefe de estado mayor conjunto de Estados Unidos y primer cargo militar del país, el General Charles Brown, lo ha presentado desde la siguiente óptica: “lo más deprisa que se pueda llegar a un alto de las hostilidades, menos tentada estará la población civil de convertirse en el próximo combatiente de Hamás”.
Pero en Israel los sentimientos están a flor de piel y el trauma del pasado 7 de octubre sigue demasiado vivo para frenar las operaciones militares. La respuesta a las masacres indiscriminadas del pasado mes ha sido hasta ahora la campaña más mortífera y devastadora que las fuerzas armadas de Israel han hecho contra Gaza desde su retirada en 2005.
El problema tras la idea, comprensible, de querer destruir completamente a Hamás, es que este grupo no sólo dispone de una rama armada que envía acciones terroristas, sino que llegó al poder de forma democrática y administra la franja de Gaza desde hace 16 años . ¿Qué se considera, pues, aniquilarla por completo?
El propio ministro de asuntos estratégicos de Israel , Ron Dermer, afirmó la semana pasada no tener una respuesta todavía formada de lo que significa concretamente acabar con Hamás. Pero sí insistió en que su eliminación es una condición indispensable para cambiar la realidad de la gente que vive en el sur del país.
Israel debe, pues, encontrar una respuesta a esta pregunta crucial en un contexto político especialmente tenso. El primer ministro Benjamin Netanyahu se encuentra muy cuestionado por su incapacidad de detectar la amenaza de Hamás a tiempo, y numerosos escándalos políticos le habían salpicado ya desde antes de la crisis.
Netanyahu sí ha dado alguna pista, afirmando recientemente que tras la guerra Israel asumiría «la responsabilidad general sobre la seguridad» de Gaza durante «un período indeterminado».
A más largo plazo, la respuesta de Israel podría consistir en una responsabilidad compartida (sobre el papel) entre los cuerpos de seguridad israelíes y los palestinos, que en la práctica se traduce en Cisjordania por intervenciones rápidas israelíes allí donde se detecta actividad armada o intenciones de atacar. Lo que parece claro es que Israel querrá mantener la superioridad operacional sobre el conjunto del territorio de Gaza para poder reaccionar a tiempo.
Parece claro que Israel querrá mantener una superioridad operacional sobre el conjunto del territorio de Gaza para poder reaccionar a tiempo Share on X