Es bien conocido: En un contexto de crispación política se forjó una gran alianza de partidos que dio pie a la Solidaridad Catalana, de la que la Lliga fue pieza clave en su forja.
Era en 1907, y en este contexto, Cambó proclamaba la célebre sentencia: ¿Monarquía?; ¿República?: ¡Cataluña !. (Por cierto la famosa «Tercera» de ABC, publicaba este jueves pasado, un artículo que calificaba a Cambó y a aquel partido de peligrosos nacionalistas. ¡Dios mío, qué aberraciones pululan por todos lados!)
Hoy con la situación catalana, la crispación también abunda en toda España, y ahora todo parece reducido a una independencia imposible, que no únicamente divide la política del país, en términos irreconciliables, sino que es tan divisiva que rompe y colapsa al propio independentismo.
Y la alternativa es también inadecuada, porque el PSC, a pesar de ser partido de gobierno en Madrid, no tiene nada que ofrecer a Cataluña y al conflicto más allá de una reiteración de la vieja iniciativa de Maragall de un «gobierno en la sombra «.
Pero lo que necesitamos es luz para aclarar el muy brumoso panorama. Un socialismo catalán con capacidad política real, ya habría puesto sobre la mesa y actuado en consecuencia una solución sobre los presos y los múltiples juicios en curso o pendientes.
Debería haber presentado (en un acuerdo invisible con el PSOE) una nueva propuesta de sistema de financiación. Tendría un papel decisivo en los proyectos New Generation UE para Cataluña. Definiría iniciativas económicas, las lideraría, combinando el ser gobierno en Madrid, primera fuerza de oposición en el Parlamento, y co-liderando el Ayuntamiento de Barcelona. ¡Podría hacer tanto!
Pero no lo hace por una razón: porque actúa, no como un catalizador desde Cataluña, sino como un apéndice al servicio de los intereses del presidente del gobierno español. Nada nuevo bajo el sol. Maticen cuanto quieran estas consideraciones, pero ninguna modulación trastocará la realidad descrita. El PSC, como antes Cs, no encarna ningún proyecto catalán realmente alternativo, por la sencilla razón de que no lo presenta.
Por ello, ante el desastre cósmico que significa el independentismo a la hora de ofrecer respuestas a nuestras necesidades y urgencias, y la escasa relevancia que encarna el primer partido de la oposición por los mismos problemas y necesidades, hay que construir una alternativa que sí sea portadora del proyecto para el país que ahora necesitamos.
Ahora hay que romperlos y hacer el nuevo recipiente, que convierta en alternativa la contracultura en la que hoy se ha convertido la catalanidad política.
Cuando esta opción sea real, el propio socialismo evolucionará, porque se habrá acabado el tiempo de las simplificaciones, de conseguir votos a base de ser cobijo de los que no quieren la independencia, y ya está. Entonces habrá que esforzarse para competir proyecto concreto con proyecto concreto. Y entonces sí que los catalanes, todos, saldremos ganando.