Ilusión , he ahí una magnífica palabra para definir lo que nos conviene. Significa la esperanza de que suceda aquello que anhelamos, la alegría que produce su consecución. Más, para ser buena, esta ilusión tiene que poder ser compartida, más o menos, por la inmensa mayoría de los catalanes. Pero la ilusión también puede ser engañosa, provocada por una per­cepción falseada de la realidad, debida a una mala interpretación de nuestros sentidos. Mucho de lo malo que nos sucede está causado por este mal.

¿Y cómo se puede diferenciar una de otra? La respuesta radica en cuál de las ilusiones nos proporciona el bien común; ese bien que propicia la construcción de las condiciones que hacen posible que cada persona, cada familia, alcance su realización en el grado más alto posible.

Hace falta un proyecto de cultura de vida alternativo a la hegemonía del progresismo

Sostengo que el partidismo actual degra­dado en partitocracia es incapaz de propor­cionar el bien común necesario, y que solo una nueva opción política puede lograrlo. Es la gran oportunidad, que no certeza, para el renacimiento del catalanismo de cuarta ge­­neración. Para conseguirlo se tienen que resolver unas cuestiones inmediatas, y pla­n­tearse la política con luces largas; las de las grandes respuestas.

La cuestión inmediata es el pacto entre las formaciones Units, Lliures, Convergents, Lliga y Partit Nacionalista, que se afanan por que renazca ese espacio. El acuerdo y su resultado electoral dependen del acierto en resolver cinco puntos básicos: 1) Si se dirige al votante independentista fatigado por el fracaso y la inoperancia, al voto catalanista, que sobre todo se refugió en Ciudadanos, o bien a ambos tipos de electores. 2) La respuesta prejuzga el liderazgo de la candidatura para la que hoy hay dos nombres sobre la mesa, Marta Pascal, la exdirigente del PDECat, y el teniente de alcalde de Seguridad del Ayuntamiento de Barcelona, Albert Batlle, de Units. La suma de ambos añadiría potencia a la respuesta. 3) ¿Cuál será la opción de los otros tres partidos? El candidato que primero logre su apoyo saldrá en una posición ventajosa. 4) El programa, que después de una década perdida y dos crisis destructivas, se tiene que concentrar en la reconstrucción eficiente y eficaz, el ejercicio a fondo de las atribuciones de un Estatut inédito y la recuperación de las competencias perdidas. Si eso tiene que dar lugar a un nuevo Estatut, y un referéndum, es secundario hasta que nos recuperemos de la destrucción del coronavirus.

Pero queda una quinta cuestión vinculada a la visión a medio y largo plazo, a las luces largas. Porque hoy el catalanismo, para ser regenerador, tiene que enmendar la anomalía catalana de ser el único país de Europa donde no existe “el espacio Merkel” y de la economía social de mercado; llámenle derecha, centro, conservadores, democristianos. Aquí todo está colonizado por el progresismo, de genéticas y tonalidades diversas. La consecuencia es la marginación política de realidades tan decisivas para el progreso real de una sociedad como la familia, la descendencia, llámenle natalidad, y el resultado educativo desastroso. También concierne a la cultura moral y espiritual que configuran gran parte de las fuentes que alimentan la concepción política, imprescindible para circular con luces largas, y que en nuestro ámbito de civilización se refieren básicamente al cristianismo, como asunción o como rechazo. También en este caso, la anomalía es evidente por el predominio abrumador del rechazo, activista o in­dolente.

A toda esta densidad de ideas es a la que debe responder la cuarta generación del catalanismo, porque la regeneración moral de todos los males que nos afligen, de todas las crisis acumuladas e irresueltas, solo es posible con un proyecto de cultura de vida alternativo a la hegemonía del progresismo, causa principal del callejón sin salida en que nos encontramos. Hay que recuperar el equilibrio entre progreso y tradición; derechos y deberes; realización personal y compromiso colectivo; entre valores correctamente jerarquizados y las virtudes necesarias para hacerlos realidad. El patriotismo es precisamente todo eso, y no existe sin eso, porque la patria es el lugar donde se aprenden los principios morales, que guían nuestros actos para alcanzar el cumplimiento de las obligaciones que tenemos hacia las demás personas.

Un renacimiento no es una simple rea­nimación del pasado. Necesita una gran visión, que partiendo del legado impulsa un nuevo horizonte para construir las condiciones que hacen posible .

Artículo publicado en La Vanguardia

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