La voluntad de Illa de jugar a hacer el discurso de Pujol, y de presentar actitudes parecidas en aspectos superficiales, es evidente. Es un paso más en la estrategia del PSC de presentarse como “palo de pajar” como la antigua Convergència. Un partido centrado, guardián del orden y la cohesión. Sánchez le da el voto radical e Illa quiere ampliarlo hacia territorios de la centralidad propios de Pujol. No se trata de algo accidental.
Desde el principio de la campaña, Salvador Illa ha marcado esta línea. Lo hizo en el importante discurso de apertura de su acción en un acto multitudinario y lo repitió en dos escenarios clave: en su encuentro con UGT y en su discurso, sobre todo dirigido al mundo empresarial, en el Círculo Ecuestre. Illa ha reconocido al president Pujol como el líder de la primera transformación catalana y él se presenta como el que liderará la tercera transformación, en medio sitúa a la poco creíble impulsada por Maragall y Montilla, para que no se diga que se olvida de los suyos.
Se produce así la paradoja de que, mientras JxCat todavía está reflexionando sobre si Pujol le quita o le da votos, el PSC encabeza el primer puesto en todos los rankings electorales, se lanza sin reparos de la mano de Illa a conseguir su legado. El candidato del PSC subraya que Pujol tuvo un papel extraordinario en el proceso de transformación de Catalunya y él, al hilo del discurso, se declara depositario de su legado. También en términos diferentes canta a la unidad presentándose como una persona dirigida a unir y servir, términos que en otras palabras eran propios de Pujol, con las palabras “de un solo pueblo”.
En realidad, la gran paradoja es que en el gran legado de Pujol a estas alturas no tiene heredero político, e Illa con un movimiento atrevido, pero seguramente muy rentable, se presenta como depositario de todo este período óptimo para Catalunya. Seguramente en los entornos de simpatizantes del PSC que militaron enconadamente contra Pujol en su época de gobierno, se les habrán removido las tripas ante el hecho de que el candidato socialista y hombre de confianza de Sánchez no tiene ningún problema para rescatar en público a una persona que muchos de los suyos ya habían condenado sin juicio.
La cuestión es si todo ese esfuerzo será creíble. Porque casi simultáneamente en el discurso pro-Pujol, el exministro desconocido de Universidades, Manuel Castells, escribía en La Vanguardia el 5 de abril una declaración de amor en Illa: “Por qué voto a Salvador Illa” y la razón fundamental es porque es el hombre que puede «construir la coalición entre socialistas, comunes y republicanos de izquierda», que, atención, señala no sabe por qué, que poco tiene que ver con el anterior tripartito, a pesar de que los componentes serían exactamente los mismos y la presidencia sería también del PSC como en el pasado.
Ese apoyo de un hombre que en su momento fue impulsado por Colau en la política española, no ayuda a olvidar que Illa y el PSC son el fundamento necesario de Sánchez y de su radicalismo político. Mientras aquí, Illa se presenta como defensor de la unidad, en el Congreso el PSC nada tiene que decir cuando Sánchez levanta la bandera insólita de construir “muros” que separen a los que están con el gobierno y los que están contra él.
El PSC lleva 5 años gobernando como parte indisociable de Sánchez y tiene, por tanto, responsabilidades en esta forma de gobernar que no ha abordado ninguno de los problemas profundos de Catalunya, ni en financiación, ni en infraestructuras, ni en ninguna de las cuestiones clave.
Sin embargo, es evidente, que la política hoy en día se mueve por terrenos muy superficiales y de memoria frágil. Y, por tanto, puede que esta vinculación entre Sánchez y el PSC, que quedará reflejada con las numerosas visitas del presidente del gobierno a Catalunya a lo largo de la campaña electoral, sea menospreciada por el votante. En cualquier caso, el pujolismo de Illa tiene un límite claro. Por lo menos, ha tenido la honestidad de afirmar que no pensaba bajar los impuestos en Catalunya si gobierna. Y recordemos que España encabeza el ranking europeo de incrementos fiscales desde que gobierna Sánchez y que Catalunya ocupa la primera posición en esta misma materia dentro de España.