El Consejo de Ministros del día de San Pedro aprobará el proyecto de ley conocida como ley «trans», que ha producido una gran polémica dentro del mismo gobierno. Finalmente las tesis de Podemos han ganado una vez más por voluntad de Sánchez y han dejado fuera de juego a la vicepresidenta primera, Carmen Calvo, y al sector feminista del PSOE.
La ley pasará con todos sus elementos polémicos, y la máxima concesión que ha recibido será que no se tratará » e autodeterminación de género sino «de autodeterminación personal«. Pero los elementos sustanciales continuarán igual. Las personas podrán modificar su situación legal en cuanto al sexo al que pertenecen sólo mediante la declaración personal ante el Registro Civil.
No necesitará demostrar que hace tiempo que vive de acuerdo con el sexo que dice sentir, ni haber recibido ningún informe psicológico o psiquiátrico que lo avale, ni estar sujeto a ningún cambio con tratamiento farmacológico. Para decirlo con una caricatura, pero que responde a la realidad: el Juan con barba y bigote y con unos bíceps que hacen temblar, pasará a llamarse Juana, tener el derecho legal que tienen todas las mujeres sin necesidad de afeitarse la barba ni el bigote, si no quiere, y desde luego no disminuir ni un milímetro su musculatura de brazo.
De hecho este es uno de los temores que inspira la reacción feminista sobre la ley, que es el riesgo de que la mujer desaparezca como tal. Evidentemente, en el deporte, el paso de hombres a mujeres conlleva una ventaja objetivo de estos últimos para la inmensa mayoría de prácticas deportivas. El escándalo montado sobre el levantador de pesos de Nueva Zelanda que hasta los 34 años compitió en la categoría masculina y después ha reasignado su género compitiendo con éxito mundial en la femenina es uno de los muchos ejemplos.
También los problemas relacionados con la ley de la violencia de género. Si una mujer trans no tiene un tratamiento bastante bien conducido, continuará presentando características propias de un hombre en sus reacciones con la pareja, pero quedará fuera del castigo que se inflige a los hombres por el hecho de serlo.
Otro aspecto polémico es el de los menores. Estos podrán reasignar su género a partir de los 16 años sin permiso paterno. Y aquí hay una erosión más de las muchas que se van produciendo con las últimas leyes de la patria potestad. Menores de edad que por ley pueden actuar con criterios contrarios a los de sus padres. Este caso es particularmente grave porque conlleva la cirugía y la hormonación, y por tanto consecuencias irreparables o al menos muy perjudiciales. También es polémico que lo puedan hacer a partir de los 14 años con el acuerdo de los padres, porque en una edad tan joven es muy difícil que la persona tenga tan clara su identidad como que pueda valorar las consecuencias futuras de su decisión.
La ley presenta numerosos dudas constitucionales, pero esta es una característica común en la legislación de Sánchez. En la práctica no le resulta un problema importante, dado que no hay suspensión previa de la legislación estatal,y que el tiempo para resolver los casos del TC puede ser tan largo que la ley tome carta de naturaleza. Basta pensar los 11 años que hace que duerme en los cajones del más alto tribunal el recurso contra la ley del aborto. La oposición feminista a esta ley que prácticamente surge de las filas del feminismo del PSOE encabezada por Carmen Calvo se ha visto derrotada en toda regla porque Sánchez ha abrazado la opción del feminismo de Irene Montero, que otorga el beneficio al colector lectivo LGBTI. Está por ver que esta discrepancia tenga consecuencias importantes, porque hay interpretaciones fundamentadas que consideran que estas organizaciones feministas, así como las del otro ámbito, el de las identidades de género que cultiva UP, tienen una incidencia social escasa, y que sólo el recusamiento de los grandes partidos, el dinero público que afluye en abundancia y el trato muy favorable de los medios de comunicación o de parte de ellos, le da una dimensión que en la práctica y en términos electorales está lejos de tener.