«Cortinas de humo» sobre el tubo para exportar hidrógeno verde de Barcelona a Marsella

Es alarmante la carencia de espíritu crítico de los grandes medios de comunicación de nuestro país. Crítica entendida, no en términos de destrucción, sino de análisis crítico de, sobre todo, lo que proviene del poder, porque cada vez es más frecuente que nos den gato por liebre o que nos escondan el huevo.

Es el caso del famoso tubo submarino que debe llevar hidrógeno verde producido en España en un conducto que uniría a Barcelona con Marsella con el fin de alimentar las necesidades de energía limpia de Francia y, sobre todo, Alemania.

H2Med, el tubo submarino que debía conducir desde el puerto de Barcelona el hidrógeno verde para alimentar a Francia y Europa central

Sánchez lo anunció a bombo y platillo en la pasada reunión de la internacional socialista en Madrid y a partir de ahí se siguió hinchando el globo, de una magnitud extraordinaria hasta alcanzar el nivel de un acuerdo con Macron y Portugal, en que después se añadiría el jefe de gobierno alemán, Olaf Scholz. Se trataba de la gran obra H2Med, el tubo submarino que debía conducir desde el puerto de Barcelona el hidrógeno verde para alimentar a Francia y Europa central.

Y este hecho fue celebrado acríticamente, a pesar de que son públicas y notorias las dificultades técnicas y económicas para que esto sea realidad.

Empezando por la evidencia de que la producción de hidrógeno verde no es todavía rentable, salvo en condiciones muy concretas, por la sencilla razón de que producirlo consume más energía que la que genera. Tiene mucho más sentido si se produce energía eléctrica de fuentes renovables y exportarla hacia Francia que el hidrógeno.

Las conexiones con Francia son de gran debilidad y el país vecino no parece especialmente interesado en mejorarlas, como lo demuestra la interconexión eléctrica iniciada en el golfo de Vizcaya o, en relación con otro recurso, el hecho de que Francia vetara la prolongación del gasoducto MidCat que lleva gas de Argelia y que llega hasta más allá de Barcelona, y que, por tanto, con pocos kilómetros más de conexión habría enlazado con los gasoductos franceses.

Todas estas circunstancias, de negativa francesa a lo racional y, al mismo tiempo, de apuesta por una solución incierta a medio plazo, como es el hidrógeno verde producido en España, debería haber despertado el interés de los medios de comunicación. Pero no fue así.

Converses le ha dedicado atención y no hay para menos, porque estamos hablando de hacer creer a la gente, según Sánchez, que España será el futuro hub exportador de hidrógeno en el 2030, cuando no disponemos ni de la tecnología ni de los recursos para superar las dificultades técnicas y económicas que presenta todavía la producción de hidrógeno verde.

en realidad este tubo lo que haría sería exportar hidrógeno francés hacia España

En su momento, también anunciamos que en realidad este tubo lo que haría sería exportar hidrógeno francés hacia España, porque el país vecino puede producirlo con mucha más facilidad y mejor coste, dado que dispone de energía nuclear para producir electricidad a buen precio y abundantes recursos hídricos, que España carece y que son necesarios para producir hidrógeno a partir de la electrólisis.

Ahora, más pronto de lo que pensábamos, la liebre ha saltado. Fue a consecuencia de las dificultades que encuentra Macron para que sus «socios», España y Alemania, acepten la energía nuclear al mismo nivel que las fuentes renovables.

Ante los impedimentos que le ponen, el presidente francés ya ha anunciado con toda claridad que condiciona el tubo H2Med a que se alcance esa calificación por la electricidad producida en las plantas nucleares, de manera que la cuestión se plantee, no en relación con las energías renovables, sino «la producción de hidrógeno bajo en carbono».

El ultimátum de Macron está claro: o se acepta esta condición o no hay tubo submarino. De esta forma se hace evidente cuál es la intención del gobierno francés, que no es otra que ser él el productor de este «hidrógeno verde», y no España

No es algo menor que, una vez más, la presidenta de la CE, Ursula von der Leyen, haya hecho la garra-gara al engaño de Sánchez y a la trampa de Macron.

Y por si había dudas, tenemos el último ejemplo en manos de una empresa privada, Iberdrola, que ha puesto en marcha la mayor planta de Europa generadora de hidrógeno verde. 150 millones de euros de inversión para llegar a producir un máximo de 3.000 toneladas de este vector energético, equivalentes al 10% de las necesidades de Fertiberia, que es su cliente único, dirigido a sustituir al hidrógeno gris que se produce con diversas actividades, como el de la producción de fertilizantes.

De hecho, España necesita medio millón de toneladas para conseguir la sustitución de este tipo de hidrógeno contaminante. El planteamiento de Iberdrola es muy claro: la posibilidad de que el hidrógeno verde sea rentable depende de instalar plantas junto al consumidor final y establecer acuerdos a largo plazo a 30, 40 o 50 años, única forma de garantizar la importante inversión.

Estas condiciones revelan, una vez más, que el transporte de hidrógeno verde a larga distancia no es, en estos momentos y durante algunas décadas, una solución económicamente viable.

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