Declaraciones de Henry Kissinger
Henry Kissinger, judío alemán nacido en Baviera en 1923 y decano de la democracia occidental, ha reaparecido en los últimos días en los medios de comunicación con motivo de haber cumplido el 27 de mayo un siglo de vida. Poco antes lo había hecho con motivo de la publicación de su último libro, titulado Leadership. Kissinger dice que “todavía trabajo 15 horas al día, mantengo la lucidez y sigo plenamente atento a la actualidad”.
Gran experto en materia de relaciones entre Estados Unidos y China, cree que, tal y como se recoge en un documento de un comité parlamentario americano formado por demócratas y republicanos, “lo que queda de siglo se caracterizará por una lucha existencial entre los Estados Unidos y China sobre cómo será la vida en el mundo“.
Quien fue consejero de Seguridad Nacional (1969-1975) y secretario de Estado (1973-1977) bajo los mandatos republicanos de Richard Nixon y Gerald Ford, así como consejero informal y amigo de la ex secretaria de Estado demócrata Hillary Clinton, es una de las voces más escuchadas de la política exterior de Estados Unidos.
Su legado incluye la consecución de la distensión entre Washington y Pekín, mediante una visita encubierta a China en julio de 1971. Allí se preparó la primera visita oficial de un presidente de Estados Unidos a la República Popular de Mao Tse Tung, la de Nixon, acompañado por Kissinger, en 1972. Una operación clave para el futuro de la Guerra Fría con la Unión Soviética, y desde la perspectiva actual un referente ineludible para la gestión de la relación de Estados Unidos con la China de Xi Jinping.
Kissinger es consciente de la enorme polarización actual de la vida política norteamericana y que uno de los pocos asuntos en los que demócratas y republicanos están de acuerdo, y sobre todo en lo que no tienen ningún problema a la hora de aprobar resoluciones bipartidistas, es precisamente lo relativo al enemigo chino. Kissinger ha salido últimamente a la palestra para dar un toque de atención y hacer un llamamiento a la prudencia.
En declaraciones al semanario The Economist, Kissinger sugiere que se recupere la distensión con China con objetivos que, en parte, y salvando las distancias debidas a los grandes cambios en el tablero geopolítico, pueden recordar los logrados en 1972 sobre frenar a Rusia. Kissinger recomienda «bajar la temperatura» con Pekín en lugar de repetir una y otra vez el memorial de agravios de unos contra otros.
Defiende que se busquen «territorios comunes» que eviten un desastre en Taiwán. Sugiere que, si hace cincuenta años el acercamiento a Pekín sirvió para que Washington ganara terreno frente a la URSS, quizá ahora la estrecha, pero recelosa, relación entre China y Rusia podría no ser del todo negativa. En este sentido, se distancia de quienes desprecian, sin más, las ofertas de negociación de Xi Jinping para poner fin a la guerra de Ucrania.
Contra la opinión abrumadora en su país, defiende más contención respecto a China y buscar puntos en común con Pekín, entre otras razones porque puede desempeñar un papel clave para frenar a Rusia.
Kissinger cree que chinos y americanos deben dialogar y evitar que la nueva tecnología exacerbe su enfrentamiento, como podría ocurrir también a raíz de las tensiones sobre Taiwán. El canal internacional de la televisión china bajo control del Partido Comunista, la CGTN, se ha hecho inmediatamente eco de sus opiniones. Recuerdan que ya en enero de este año Kissinger, al recibir el premio anual de la Cámara de Comercio China-USA, declaró: “Estados Unidos y China deben entenderse más plenamente y cultivar una relación más compatible con la paz y el progreso del mundo“.
Kissinger avisa finalmente que Estados Unidos y China “disponen de diez años para entenderse”. Y concluye así sus razonamientos:
“Immanuel Kant dijo que la paz llegaría a través del entendimiento humano o a través de la catástrofe. Pensaba que el entendimiento se produciría a través de la razón, pero no podía garantizarlo. Esto es más o menos lo que yo pienso“.
La cumbre del G-7 en Hiroshima
El G-7, grupo formado por las primeras siete economías occidentales (Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Alemania, Francia, Italia y Japón; asisten también a las reuniones representando a la UE los presidentes del Consejo Europeo y de la Comisión Europea ). Fue creado en 1975 y ha tenido una evolución desdibujada en los últimos años.
En primer lugar, fue eclipsado por la aparición de nuevas organizaciones internacionales, proveniente especialmente de países emergentes. A partir de la Gran Recesión de 2008, el G-20 -grupo formado por los veinte países más importantes, avanzados y emergentes de todo el mundo- le cogió la delantera y protagonismo. La guerra de Ucrania le ha dado una nueva y clara razón de ser.
«Hoy el pasado de Hiroshima debería servir para recordarnos lo que puede ocurrir cuando la paz y el orden se tuercen y abren paso a la inestabilidad y el conflicto»
Japón preside este año el G-7. El anfitrión de la reunión, celebrada en la ciudad japonesa de Hiroshima, ha sido el primer ministro nipón, Fumio Kishida. «El simbolismo de Hiroshima ha sido deliberado», ha declarado inicialmente Kishida a sus invitados. El 6 de agosto de 1945 un avión bombardero estadounidense, el Little Boy, lanzó una bomba atómica que mató a unas 140.000 personas, la mitad de forma inmediata y el resto después de agonizar durante unas semanas a causa de los efectos de la radiación atómica. «Hoy el pasado de Hiroshima debería servir para recordarnos lo que puede ocurrir cuando la paz y el orden se tuercen y abren paso a la inestabilidad y el conflicto».
Los temas principales de la reunión han sido las sanciones contra Rusia y la búsqueda de mecanismos para defenderse de la “coerción económica” de China, el gran rival estratégico del G-7. Según anunció con antelación el consejero de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Jake Sullivan, el orden del día “estará dominado por la invasión de Ucrania; se discutirá sobre el estado del campo de batalla y la ampliación de las sanciones“.
Además de los líderes del G-7, Japón ha invitado a varios del «Sur Global», entre los que destacan los mandatarios de la India, Brasil e Indonesia.
El protagonista de la cumbre ha sido el líder ucraniano Zelenski. Él acaparó completamente la última jornada de la reunión, en la que logró de los líderes del G-7 un «compromiso inquebrantable» de seguir dando apoyo político, diplomático, financiero y militar a Ucrania en la guerra contra la agresión rusa.
Zelenski se ha entrevistado con el primer ministro indio, Narendra Modi, que le ha prometido que la India hará «todo lo posible» para lograr resolver el conflicto y ha hablado de forma contundente sobre el principio de soberanía, en un cambio de discurso aparente.
Es sabido que la India juega varias cartas, la de su relación especial tradicional con Rusia que va contra las sanciones occidentales (por ejemplo, compra de petróleo y reventa en la UE), la de líder del Sur Global (ya es el país más poblado del mundo y la actual “fábrica del mundo”, relevando a China) y la carta de aliado de Estados Unidos contra China a través de su pertenencia al grupo de cerco de China llamado Quad (junto a Estados Unidos, Japón y Australia).
Zelenski, en cambio, no se ha reunido con el líder brasileño Lula da Silva, porque, según él, Lula «no ha dado pasos». Lula ha cuestionado, además, que las conversaciones sobre la guerra no se produzcan en la ONU.
El mayor compromiso que Zelenski se lleva de Hiroshima es el apoyo de Estados Unidos para que la guerra entre en una nueva fase mediante el envío de cazas F-16 (entre otras medidas), cuyos pilotos se formarán en los países occidentales en los próximos meses. El mensaje del G-7 a Rusia está claro, que no confíe en una victoria de su invasión por mucho que alargue la guerra.
El otro gran tema geopolítico de la cumbre ha sido las relaciones con China. El G-7 ha cerrado filas contra la «coerción económica» que ejerce China y en la necesidad de diversificar las cadenas de suministro para rebajar la dependencia de Pekín. También ha advertido a China de la urgencia de promover una paz basada en la integridad territorial de Ucrania y de obligar a Rusia a parar la guerra.
Francia y Alemania han defendido rebajar el tono del comunicado final sobre China
Francia y Alemania defendieron rebajar el tono del comunicado final sobre China, buscando una posición más conciliadora dentro de un «diálogo con exigencias», fortaleciendo el sistema de comercio internacional.
El G-7 ha terminado extendiéndole la mano para reconstruir las relaciones en el terreno comercial, sobre todo en medio ambiente, estabilidad macroeconómica y sostenibilidad de la deuda. Dentro de las advertencias y compromisos acordados, destaca el esfuerzo por poner orden en el desgobierno actual del mundo y reducir los peores efectos de la invasión rusa de Ucrania.
El consenso al que se ha llegado en la cumbre sobre China es de inspiración claramente europea. Las conclusiones del documento final encajan con las posiciones de partida de la UE.
Se destaca el deseo “de construir relaciones constructivas y estables con China”, dado su peso económico e influencia planetaria y de no entorpecer su desarrollo. Asimismo, el G-7 exige a Pekín que respete las reglas del juego del comercio internacional, no haga competencia desleal en el ámbito laboral y medioambiental y ponga fin a «prácticas malignas», como la transferencia ilícita de tecnologías.
La cumbre del Consejo de Europa en Reikiavik
Los 46 miembros del Consejo de Europa (organización gubernamental fundada en 1949 para defender los derechos humanos, la democracia y el Estado de Derecho, con sede en Estrasburgo), de la que todos los países europeos menos Rusia y Bielorrusia forman parte (los Estados Unidos, Canadá y Japón tienen el estatus de observadores), han acordado que Rusia tendrá que pagar por los daños causados en la guerra de Ucrania.
La reunión también ha dado un nuevo impulso a la idea de crear un tribunal especial que juzgue a «los líderes políticos y militares» responsables de la agresión rusa, con Putin al frente. Se ha puesto en marcha un «registro de daños», que tendrá su sede en La Haya -sede del Tribunal Penal Internacional- cuya labor será recoger y gestionar todas las reclamaciones por pérdidas humanas y materiales. Esta información servirá de base para un futuro «sistema internacional de compensación». Será Rusia la que tendrá que pagar las indemnizaciones.
El Consejo de Europa no sólo pide la retirada de las tropas rusas de Ucrania, sino también de Georgia y Moldavia, así como «el retorno inmediato» de los menores transferidos ilegalmente a Rusia, Bielorrusia o territorios ucranianos bajo ocupación
La declaración de Reikiavik tiene 45 puntos y 5 apéndices. Constituye un corpus jurídico denso e importante en el proceso que debe reparar los daños y establecer en el banquillo a quienes desencadenaron la guerra. La comunidad internacional ya está pensando en el día siguiente, al igual que los aliados fueron preparando el camino en diversas conferencias y reuniones durante la Segunda Guerra Mundial (como las de Teherán y Yalta), sobre cómo tratar a la futura Alemania derrotada. El Consejo de Europa no sólo pide la retirada de las tropas rusas de Ucrania, sino también de Georgia y Moldavia, así como «el retorno inmediato» de los menores transferidos ilegalmente a Rusia, Bielorrusia o territorios ucranianos bajo ocupación.
Según declaraciones de la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen:
“la UE ha ido a las cumbres internacionales de Hiroshima y Reikiavik con el objetivo de promover dos principios claros; por un lado, la necesidad de continuar apoyando a Ucrania todo el tiempo que sea necesario y, por otro lado acordar que no se decidirá nada sobre Ucrania sin Ucrania“. Ha añadido que «en diciembre de este año, la UE se pronunciará sobre la petición de Kiev de abrir negociaciones de ingreso en la UE y la sensación en Bruselas es que la respuesta será positiva».