Hace unos días fui a Abacus interesado por el libro «Toda la Verdad», uno de los últimos libros sobre el proceso, escrito conjuntamente por un grupo de periodistas con buen currículum. No quiero hablar del libro, que estoy terminando y me ha interesado mucho. Lo que me llamó la atención es la cantidad inmensa de libros publicados sobre el tema que había en la sección. Ya lo sabía, pero verlos todos juntos impresiona. Juristas, politólogos, catedráticos, políticos, escritores, periodistas, los encarcelados, los exiliados, opiniones reflexivas, crónicas de hechos, estudios académicos, memorias, críticas, autocríticas, … Y no hablemos de los miles de artículos de opinión de la prensa diaria y digital. Imposible estar al corriente del contenido de toda esta avalancha literaria.
No sé si en la historia reciente, digamos sociológica o política, hay algún fenómeno comparable. Quizás sólo la típica sección de libros sobre la autoestima y el desarrollo personal, que también tiene una gran oferta en cada librería. Dudo que el mercado sea capaz de absorber tanta página escrita, aunque pienso que en el caso de la literatura sobre el proceso la principal intención no es mercantilista. Es una cuestión política de primer orden. Especialmente después del juicio y de la discutida sentencia, todos los principales protagonistas han querido dar su opinión. Es impresionante la abundancia y la riqueza de muchas reflexiones hechas alrededor de estos últimos años de política catalana, junto con el esfuerzo para sistematizarlas y ponerlas por escrito.
No estoy en condiciones de concluir si ya se ha dicho todo, pero es claramente un tema que, habiendo merecido el interés de tanta y tan diversa gente, deben quedar pocos elementos significativos por analizar y todo el mundo que ha querido reflexionar en voz alta ya lo ha hecho. Incluso últimamente Rajoy le ha dedicado una buena parte de su reciente libro de memorias. Hay mucho material de referencia, si se quiere utilizar.
Actualmente parece que entre todos hemos agotado el mecanismo de las elecciones para dirimir nuestras diferencias en cuanto al marco de convivencia, ahora toca poner el esfuerzo de cada uno para reforzarla.
En términos políticos, esto quiere decir hacer todo lo posible para construir una coalición de gobierno en torno a la opción mayoritaria, con quien sea, y para dejarla gobernar. Me cuesta mucho considerar argumentaciones como la del ex presidente Rajoy cuando dice que es peor un gobierno condicionado por un determinado partido catalán que unas terceras elecciones. Que imprudente y fácil es generar miedo.
En Cataluña tanto los partidarios de un soberanismo, extremo o compartido, como los de un unionismo, estricto o laxo, hemos convivido hasta ahora y, nos esperan todavía unos buenos años de práctica convivencial. La pena, sin embargo, es que este necesario esfuerzo común lo tengamos que hacer en un entorno de prisioneros y exiliados por acciones políticas, que con la opinión de injusticia de muchos se añade el sentimiento de desolación de casi todos. Grandes dificultades, pero grandes necesidades.
El libro que he mencionado al principio reprocha el viejo mito de Sísifo para comparar los pasos recorridos hasta ahora por la corriente independentista. Sísifo, condenado por los dioses a arrastrar pecho arriba una piedra, que antes de llegar a la cima rodaba inexorablemente hacia abajo, obligando al pobre Sísifo a volver. En la historia humana, las repeticiones, los «Looc» nunca son idénticos. Keynes, simplificando, también era partidario de que el gobierno pagara por hacer hoyos y volverlos a tapar si era necesario, y eso en economía está descrito como política de demanda.
Esforzarse no es nunca improductivo. Subiendo piedras, haciendo hoyos o procurando establecer unas mejores relaciones entre nosotros no perderemos nunca el tiempo. Celebro que el otro gran partido soberanista catalán se plantee también dar una oportunidad generosa a la investidura del candidato Sánchez. Y también me gustaría a la gobernabilidad.
La convivencia también se ejemplifica desde arriba.