La información que recibimos de la guerra de Ucrania es siempre extraña por sesgada. Y la último lo constata. Hasta el 14 de mayo se hablaba de la misteriosa contraofensiva del ejército ucraniano en Bajmut. Se habían capturado más de 10 posiciones enemigas en el norte y sur de los suburbios de la ciudad y se habían liberado más de 17 km². A partir de esa fecha, silencio.
Y ayer, 21 de mayo, de repente Zelenski reconoce en público que ha perdido la ciudad. Lo hizo de motu proprio en la rueda de prensa conjunta con el presidente Biden a preguntas de los periodistas. ¿Cómo es posible que en una semana se haya pasado de la victoria a la pérdida de un centro emblemático, sin que en medio nuestros medios de comunicación nos informaran de que la evolución de la batalla iba por mal camino?
Pero aún es más grueso lo que ha venido después. Zelensky ha matizado primero y desmentido más tarde lo que dijo y todas las teles lo han recogido, diciendo que no habían perdido la ciudad. Es posible que conserve algún edificio aislado en los suburbios, pero también lo es que la ciudad la han perdido. ¿Cuál ha sido la reacción de nuestros medios de comunicación? Olvidarse del reconocimiento de la pérdida realizado ante las cámaras y centrarse sólo en la negativa de la misma sin poner de relieve la contradicción ni intentar averiguar qué había de cierto en una y otra posición. Nos cuentan lo que quieren y de la forma que quieren. Y así no podemos ir porque el riesgo es demasiado grande y necesitamos estar informados de la situación.
Necesitamos saber cuál es la posición concreta de la OTAN y de EE.UU. sobre cómo poner fin a la guerra de Ucrania en relación con Rusia. ¿Cómo la conciben? ¿Como Alemania en 1919 con el humillante Tratado de Versalles y todo lo que vino después? ¿O con la liquidación total del régimen de Putin como en la Alemania de 1945 (con o sin plan Marshall)? ¿O buscando una salida airosa para los rusos y aceptando soluciones como las que pusieron fin a la guerra de Rusia con Finlandia con la partición de Carelia finlandesa?
Nos lo deben explicar porque las dinámicas bélicas y las posteriores consecuencias serían muy diferentes en cada caso. Hay más hechos que necesitan mayor explicación y debate. Y los parlamentos de cada estado deberían ser los primeros interesados en ilustrar a su ciudadanía con esos puntos de vista.
Y ahí aparece un tercer elemento que abre un escenario muy incierto y plantea grandes interrogantes sobre la posible respuesta rusa. La dinámica ha sido ésta: Finlandia y Suecia han liquidado su neutralidad histórica (Austria, no) y han entrado en la OTAN. Son palabras mayores para Rusia, sobre todo Finlandia. La alianza atlántica y el conjunto de Europa ha pasado de proporcionar armamento defensivo a misiles de alcance medio y artillería de largo alcance además de tanques de última generación. Y ahora el G-7 ha acordado en Hiroshima un futuro rearme con aviones F16, bajo el compromiso, ha dicho Biden, de no utilizarlos para atacar territorio ruso. Pero los pilotos y la fuerza aérea serán ucranianos. Veremos.
¿Hasta qué punto Ucrania dotada de fuerte armamento defensivo y sometida a una destrucción sistemática se retendrá y no pasará a atacar territorio ruso? Nadie es capaz de saberlo, más cuando las inteligencias del Reino Unido y de EE.UU. tienen conocimiento de que el gobierno ucraniano tiene planes para atacar al agresor ruso en su casa. ¿Hasta cuándo aguantará Rusia esta expectativa sin utilizar las armas nucleares tácticas en Ucrania? Incluso la eventualidad de un ataque ucraniano sobre territorio ruso ni siquiera es necesario que se produzca realmente o puede ser fruto de uno de tantos errores que se producen en la guerra.
Si explota un artefacto nuclear táctico en suelo europeo en Ucrania, ¿que pasará entonces? ¿Cuál será la respuesta de la OTAN en general y de EE.UU. en particular, que ven el evento desde mucha y mucha distancia? ¿Una escalada? ¿Y dónde nos llevaría? Todo ello señala que lo más importante antes de que sea irreversible consiste en preparar una salida de paz. Kissinger, que está cerca de cumplir 100 años y en una reciente entrevista en The Times, señalaba que el escenario se parece cada vez más al de 1914 porque cada movimiento que se hace reduce posibilidades de salida por una vía pacífica y aumenta las del conflicto a escala global.
Todo esto está fuera de nuestras agendas mediáticas y políticas y es un error colosal, y significa que los poderes mediáticos y políticos tratan a los ciudadanos como menores que no deben conocer la realidad de las cosas ni participar en las decisiones que afectan a su futuro vital. Luego se extrañan que la democracia liberal esté en crisis.