La presentación del “Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia de la economía española” siguió las pautas habituales a las que nos tiene acostumbrados el gobierno actual. Una imagen muy cuidada, piano y música incluidos, i más atención a la repercusión política que a la naturaleza económica de lo que estaba presentando
Los fundamentos económicos del Plan en ningún caso se hicieron patentes, y aparecieron solo como algunos titulares numéricos, como el de la creación de 800.000 lugares de trabajo. De hecho, todos los comentarios de prensa giran básicamente alrededor de esta cifra en un sentido u otro porque es lo más concreto que el presidente del gobierno formuló.
Eso y que piensa gastar los 72.000 millones en solo tres años i no en los seis que prevé la Comisión Europea, por lo tanto un gasto acelerado, con una distribución de un 37% a Transición Ecológica, un 33% a Transición Digital i el 30% restante a proyectos sobre la igualdad de género, que nadie sabe exactamente en que pueden consistir, y en cohesión social i territorial. Un ámbito este último que hasta ahora aun está por estrenar.
Hay que apuntar que a pesar de que existe una Secretaría General para el Reto Demográfico, es decir un rango importante inmediatamente por debajo del ministro, en el Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico, que trata también de la España vaciada, hasta ahora y tras nueve meses, no ha hecho pública ninguna línea de ayudas o ninguna iniciativa. Ahora, con el dinero de Europa, posiblemente sea diferente.
Hay una opinión de consenso sobre el planteamiento de Sánchez en el sentido de que sin conocer el detalle de los proyectos que se aprobarán, que responden en gran medida a la iniciativa privada, ni los plazos en que se dispondrá del fondo, resulta improbable toda estimación veraz sobre sus efectos en el PIB y el empleo.
Sin embargo, un hecho está claro: lo que ayer presentó Sánchez es el buen propósito de reconstruir la economía con una estructura claramente diferente a la actual. Esta misión no tiene nada que ver con la paliación de los daños que está generando la Covid-19.
Para atender a este otro aspecto deberíamos acudir al que se presentó el día anterior por parte de los dos ministros del ámbito económico, el cuadro macroeconómico y el tejado de gasto, que prevé un endeudamiento extraordinario. En el mejor de los casos, si las previsiones del gobierno son correctas, se situaría en el 118%. Aunque otras estimaciones lo elevan alrededor del 130%, y un déficit público del 11,3% este año y del 7,7% el próximo año. Esta otra fotografía económica sí que hace referencia al abordaje de los daños de la crisis y su coste, que planea en el futuro inmediato.
En todo caso el gobierno ya ha dibujado dos de los marcos necesarios: el del cuadro macroeconómico y el tejado de gasto, y un cuadro no muy definido del Plan que debe servir para utilizar la gran aportación europea. Uno y otro en realidad están estrechamente relacionados y, sobre todo, se interfieren de cara a los años sucesivos.
En este sentido, el gobierno tiene la obligación de presentar un tercer escenario. El de las previsiones futuras de cómo irá reduciendo este inmenso déficit y el gran endeudamiento del estado. Sin esta tercera pata, las otras dos bailan y se transforman más en instrumentos políticos que en planteamientos económicos bien sostenidos.
Los fundamentos económicos del Plan en ningún caso se hicieron patentes, y aparecieron solo como algunos titulares numéricos, como el de la creación de 800.000 lugares de trabajo Share on X