Tenemos unos gobernantes que no nos merecemos

Se dice, y se repite, que la pandemia estresa lo que ya está estresado, pone en evidencia lo que ya estaba mal. Y esta, digamos ley, se cumple también en relación a quienes nos gobiernan.  O, si no, vean los ejemplos de las últimas 48 horas:

Para empezar el grupo parlamentario del Gobierno de España se salta, ante los ojos atónitos de quienes lo contemplaban por televisión, todas las normas de prudencia y, en lugar de participar en el Congreso con el 50% de sus efectivos para poder guardar las distancias de seguridad, acuden todos, se sientan codo con codo, con el único fin de proclamar atronadoras ovaciones al presidente Sánchez, que más bien debía parecerle que se encontraba en el ruedo taurino en una tarde de gloria.

Contrastaban las apretujadas filas gubernamentales con la de los grupos de la oposición quienes en su inmensa mayoría aparecían con la mitad de los escaños vacíos.

Es la segunda ocasión en pocos días que Sánchez se sumerge en una salva de aplausos de los suyos. Es un mal ejemplo por partida doble, primero porque denota una auto satisfacción y un orgullo peligroso y, además, inmerecido porque Sánchez no puede exhibir un buen resultado de su gestión. Todo lo contrario, ha sido pésima, como lo revela un estudio tan neutral como el de la Universidad de Cambridge, que sitúa a España en el último lugar entre los 33 países de la OCDE, por su gestión y los resultados en el abordaje de la pandemia.

La otra dimensión del mal ejemplo, es el saltarse  de una forma tan evidente como lo hicieron el Parlamento las distancias de seguridad, para después predicar que los ciudadanos sí las cumplan.

Otro hecho que en un país normal provocaría dimisiones es la revelación por escrito y por parte del Ministerio de sanidad a la pregunta formal del Defensor del Pueblo sobre la composición de la famosa comisión de expertos, que asesoraba al Gobierno en la desescalada y establecía criterios en relación a las distintas comunidades autónomas, de que tal comisión no existe. Se trata además de una respuesta oficial y por escrito; o sea, que margen para la interpretación poco. Es decir, el doctor Simón, el ministro Illa, la vicepresidenta primera, el propio Sánchez, han engañado cada vez que remitían, en alguno de sus argumentos, a dicho comité, ahora inexistente. La cuestión es evidente: si en una cosa tan fundamental y concreta como es la famosa comisión de expertos nos engañan ¿en cuántas cuestiones más lo están haciendo?

La tercera cuestión que nos sorprende, más que grave es peculiar. Se trata del endurecimiento de medidas contra la pandemia en Andalucía. Concretamente, aquella que establece que las discotecas han de cerrar antes de las 5 de la madrugada, y esto se presenta como una restricción importante para evitar el contagio. Pero ¿a qué hora cierran las discotecas en aquellas tierras del sur?  ¿Quién puede pensar que cerrando a una hora avanzada va a conseguir algo? Con tanto tiempo para abundante ingesta alcohólica ¿se va a conseguir reducir el relajamiento de las normas de seguridad que se produce en el ocio nocturno y que es la causa del problema que lleva, en unos casos a su cierre, y en otros a una reducción importante de horario. Lo de Andalucía más bien parece un brindis al sol, y nunca mejor dicho.

El último ejemplo se refiere a Cataluña, particularmente afectada por la Covid-19. La Generalitat ha establecido una nueva regulación basada en 5 niveles. El nivel cero es aquel en el que hace 14 días que no existen casos. Sería la mejor situación posible sin que hubiera desaparecido del todo el coronavirus. El nivel máximo se caracteriza por una transmisión comunitaria no controlada, con el riesgo de superar la capacidad hospitalaria. Hasta aquí no hay nada especial. Lo curioso del caso es que, al menos en la información aportada a los medios, el nivel 1 que se define como “casos esporádicos vinculados a casos importados”, “se recomiendan las mismas medidas que las que corresponden al nivel cero.” Vale, pues, si no hay diferencia práctica entre el nivel cero y el 1 ¿por qué la diferencia entre ambos? ¿por qué no puede existir un solo nivel que recoja la posibilidad de que no existan casos o que se den algunos esporádicos cuyo origen sea importado, y ya está?

Éste, a diferencia de los dos primeros ejemplos citados, carece de gravedad, pero no deja de ser sorprendente la forma en que plantean las cosas después de tantos meses de experiencia. En lugar de hacerlas sencillas, claras y estables, para que todos los ciudadanos las interioricen y cumplan con ellas, se han aficionado a criterios cambiantes, complejos y difíciles de retener, incluso de interpretar, por el conjunto de los mortales. Aquí no reza aquello de “las ideas claras y el chocolate espeso”.

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Ayer, en el Congreso, al presidente Sánchez, debió parecerle que se encontraba en el ruedo taurino en una tarde de gloria Clic para tuitear

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