La geopolítica es, a la inversa de lo que sucede en España, una gran especialidad en Francia, un país tradicionalmente muy preocupado por su proyección e influencia internacionales.
El académico galo Jean-Baptiste Noé, doctor en historia económica y editor de la revista Conflits (“Conflictos”), acaba de publicar un libro titulado El declive de un mundo: geopolítica de los enfrentamientos y de las rivalidades en 2023.
Se trata de una obra interesante porque articula la visión francesa de la geopolítica, muy diferente de la anglosajona (que por cierto también es predominante en el seno de la Unión Europea).
Mientras Estados Unidos tiende a percibir los conflictos internacionales como la manifestación de una lucha de fondo entre los principios liberales y los regímenes autoritarios, Francia siempre se ha preocupado más por el poder del estado como actor internacional clave, así como por las diferencias culturales que a menudo se encuentran en las raíces de los enfrentamientos.
El mundo se dirige hacia una situación en la que habrá estados fuertes y estados débiles
Precisamente, la tesis central del libro de Noé, que cuenta con la colaboración del equipo de la revista que dirige, es que el mundo se dirige hacia una situación en la que habrá estados fuertes y estados débiles.
Los primeros ejercerán su influencia sobre regiones enteras, y en particular Extremo Oriente en pleno auge. China sería ahora mismo el ejemplo más representativo, pero ni mucho menos el único.
Los segundos, los estados débiles, verían cómo sus sociedades se irán deshaciendo a medida que el poder estatal se diluya por la acción de actores no estatales, entre los que Noé cita las redes internacionales de tráfico de droga y de seres humanos. En esta segunda categoría el académico francés sitúa a Europa.
Un efecto inesperado de la globalización es lo que Noé llama la “separación identitaria”, en la que cada pueblo y cada comunidad reencuentra o retoma sus rasgos culturales propios.
El problema es que cuando esto se produce en una sociedad donde conviven poblaciones diversas, el resultado no es el arco iris prometido por el multiculturalismo, sino una masa gris en la que la gente «vive en el seno de sociedades sin cultura común«, según explica el autor francés.
La diversidad generada por el auge de los regionalismos y por la inmigración que no ha adoptado los códigos culturales europeos acabaría siendo un factor más del declive del mundo occidental
Así, la diversidad generada por el auge de los regionalismos y por la inmigración que no ha adoptado los códigos culturales europeos acabaría siendo un factor más del declive del mundo occidental.
No se trata de una tesis única en Noé, sino que es una idea cada vez más recurrente en Francia que el gran sociólogo Jérôme Fourquet ya había expuesto de forma magistral en su obra El archipiélago francés.
De hecho, uno de los temas que más interesan al autor francés es el retorno de la religión y de la espiritualidad en medio de la política internacional. Según Noé, cada vez más crisis en todo el mundo, desde África hasta América Latina, conllevan una dimensión religiosa o espiritual. Y añade: «lo religioso permite distinguirse en un mundo cada vez más uniformizado».
Noé admite que hoy en día los estados ya no son los únicos actores que cuentan en el escenario internacional, ya que hay empresas que pese a mantener fuertes vínculos con un país en concreto (la moneda con la que operan, la jurisdicción a la que están sometidas), son capaces de modificar las relaciones entre países.
Sin embargo, Noé señala que los acontecimientos recientes (crisis migratorias, pandemia, Guerra de Ucrania) nos han hecho redescubrir la importancia de disponer de fuerzas armadas, de fronteras seguras, de la estabilidad de la moneda y de un marco jurídico sólido. Funciones todas ellas que solo un estado fuerte puede asegurarse.
Los acontecimientos recientes nos han redescubierto la importancia de disponer de fuerzas armadas, de fronteras seguras, de la estabilidad de la moneda y de un marco jurídico sólido Share on X