Este fin de semana ha tenido lugar una nueva edición de la cumbre del G7, el club de los países occidentales más ricos compuesto por Estados Unidos, Alemania, Japón, Reino Unido, Francia, Canadá e Italia.
Como este periódico digital apuntó la semana pasada, se trataba de un encuentro clave para relanzar el liderazgo mundial que Occidente ha mantenido desde el fin de la Guerra Fría, pero que desde la crisis financiera que arrancó en el 2008 está más entredicho que nunca.
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El resultado final ha sido, pero, decepcionante.
Los líderes del G7 no han sabido evitar la trampa que desde hace años resta credibilidad a Occidente frente a sus rivales
Los líderes del G7 no han sabido evitar la trampa que desde hace años resta credibilidad a Occidente frente a sus rivales: abusar de declaraciones de intenciones con sabor a lecciones morales para el resto del mundo, sin al mismo tiempo decidir nada relevante para ponerlas en práctica.
Detrás de las fotografías para demostrar unidad, la sustancia ha sido escasa. Las grandes preguntas que se planteaban antes del encuentro, empezando por el cómo los países occidentales van a trabajar para recuperar su liderazgo perdido, siguen sin respuesta.
De hecho, el “cómo” se ha echado en falta en prácticamente todos los ámbitos que los líderes occidentales han tratado, desde el cambio climático hasta la estrategia a seguir para doblegar la creciente influencia mundial de China.
En uno de los pocos aspectos que el G7 sí que ha ofrecido detalles, el de las vacunas contra la Covid-19, éstos le restan más credibilidad que la que aportan
En concreto, el G7 ha acordado donar 1.000 millones de dosis de vacunas a los países pobres. En términos absolutos es una avalancha, pero se estima que la cantidad de dosis totales para erradicar el Covid-19 a escala planetaria es, tirando por lo bajo, 11 veces superior.
Incluso el calendario pactado para distribuir las dosis, de 18 meses, es tan largo como poco ambicioso, y sobretodo inútil: ¿cuántas variantes tendrán tiempo para desarrollarse en un año y medio, y cuán resistentes serán a las vacunas disponibles?
Además, ahora que China ya tiene la cifra máxima de vacunas que Occidente está dispuesto a donar, es seguro que Pequín hará una declaración solemne para entregar al mundo un numero de dosis superior con creces.
En lo que respecta a contrarrestar la influencia de China y de su iniciativa de las Nuevas rutas de la seda, que está concediendo miles de millones de dólares a países pobres para desarrollar infraestructuras clave, Occidente también se arriesga a quedar corto.
El G7 ha confirmado lanzar un proyecto similar al chino, pero con mayores garantías medioambientales y más transparencia sobre la financiación.
No es mala idea, pero parece claro que Occidente no pondrá sobre la mesa tanto dinero como China. El hecho de que el comunicado final del G7 no concrete ninguna cifra añade sospechas en este sentido.
Otro aspecto que la cumbre de Cornwall ha confirmado es que existen profundas divisiones entre los propios países del G7 respecto a China.
Estados Unidos y Japón son los miembros que mantienen un tono más duro contra Pequín, mientras que los europeos (Reino Unido incluido), nunca se olvidan de añadir matices cuando tratan del gigante asiático.
Cornwall volvió a dejar en evidencia las limitaciones prácticas a las que se enfrenta Occidente para volver a liderar el mundo
En resumen, la falta de concreción del G7 sirve tanto para limar diferencias como para evitar los costes financieros de poner en practica las políticas anunciadas. Cornwall volvió a dejar en evidencia las limitaciones prácticas a las que se enfrenta Occidente para volver a liderar el mundo.