Lo más previsible de todo es que Junqueras dé a los socialistas el palo que necesitan para gobernar en todas partes; también en la Generalitat.
En los últimos días, el presidente de ERC ha provocado unos movimientos bastante extraños que dejan de serlo si se contempla la razón última. Junqueras quiere continuar al frente de ERC y aspira en un futuro a ser el presidente de la Generalitat. Esta es la lógica que preside todos sus actos.
A diferencia de Aragonès, que dio una respuesta rápida y nítida: asumir los resultados y dimitir, Junqueras en pocas horas se ha embarcado en unos movimientos de signo contradictorio.
Primero, un escrito a la ciudadanía ofreciéndose a continuar, luego, después de la reunión con la dirección, su renuncia al liderazgo y poco después otro anuncio en el sentido de que pensaba volver para presidir ERC.
¿Por qué ha pasado todo esto?
Pues básicamente porque el primer intento de Junqueras por seguir no funcionó. De hecho, es previo la carta porque el actual presidente muy inmediatamente después de las elecciones tenía la idea de convocar un congreso extraordinario urgente que validasen su propósito y encarar la nueva etapa con él al frente. Pero los contactos que hizo con dirigentes territoriales hace ver que esta vía no era nada fácil.
Y esto dio lugar a la otra secuencia que se configura después de su carta pública que cayó muy mal en el sector del partido que cree que la solución es una renovación total. El problema añadido para Junqueras es que este estado de opinión dentro de la dirección es mayoritario y además la encabeza su número dos, la secretaria general, Marta Rovira, que defiende un proceso de transición ordenado llevado a cabo por ellos dos y que tenga como finalidad una nueva dirección.
Su referencia es lo que ya hicieron Joan Puigcercós y Joan Rigau en 2010 después de otra derrota electoral en Cataluña. De ese proceso de cambio, hecho a su debido tiempo, surgieron precisamente los liderazgos de Junqueras y Rovira que eran personas no demasiado conocidas, con un resultado espectacularmente bueno a lo largo de estos últimos años.
Como Junqueras no tenía mayoría en la dirección decidió retirarse, situando el congreso muy allá, porque el 30 de noviembre, que es la fecha escogida, significa agotar de hecho todo lo que queda de año sin una dirección clara. Junqueras continuará de presidente hasta el día después de las elecciones europeas del 9 de junio, dando lugar a un largo interinato, pero esto significa que antes tratará de dejar ligado el entendimiento con los socialistas, que no tiene por qué significar la entrada al gobierno, pero sí como condición necesaria el mantenimiento de los puestos de trabajo con cargos iguales o similares a toda la gente de ERC que está en la Generalitat.
La carta de Junqueras con la que espera ganar el congreso es mantener, e incluso incrementar, llevando a cabo la alianza prevista en el Ayuntamiento de Barcelona, los cargos ocupados por ERC, que entre ambos organismos pueden significar más de un millar de personas y con este colchón entrar en la nueva fase.
Cargos a cambio de gobierno de Illa, esta es la ecuación.
Es lógico que lo sea porque si Junqueras quiere ser presidente de ERC y optar en un futuro a la Generalitat, no puede asumir el reto de unas elecciones anticipadas en octubre en las que él estaría totalmente fuera de juego, mientras que si hace esos acuerdos tendría por delante 3 años sin elecciones para intentar afianzarse y rehacerse.
Naturalmente, todo esto tampoco es fácil. Entre otras razones porque el congreso de noviembre tendría que validar todo, pero está claro aquí pesa mucho la adhesión de los cargos que habrán conservado su trabajo en la Generalitat.
También Junqueras necesita tiempo porque la eficacia jurídica de la amnistía no será automática y, por tanto, no podría presentarse a las elecciones debido a la sentencia que se mantiene y le impide acceder a cargos públicos.
a cambio de que la independencia se convirtiera en una palabra mítica sin ningún horizonte de efecto práctico
De esta manera, ERC se convertiría en la pieza necesaria de los socialistas para el gobierno español, catalán y de la ciudad de Barcelona. Lo que lo situaría en un estado de competencia con los declinantes Comunes-Sumar. Evidentemente, a cambio de que la independencia se convirtiera en una palabra mítica sin ningún horizonte de efecto práctico.
La cuestión es si ERC puede permitirse ser el apoyo del socialismo español sin volver a registrar una bajada electoral porque, atención, los movimientos de ERC tendrán réplicas en otras bandas. La más importante de todas con Junts.
Es evidente que Puigdemont tendrá un serio problema porque anunció que dimitiría si no era presidente.
Es dudoso que esté dispuesto a una travesía del desierto, pero con un escenario de tanta entrega a los socialistas por parte de los republicanos, Puigdemont tiene dos cartas aún por jugar y muy fuertes.
Una, la de su vuelta y presentación como candidato, con la incertidumbre de si es o no detenido, hecho que alteraría radicalmente el panorama político a su favor, si bien la psicología del personaje hace pensar que no se atreverá a utilizar esta arma política de contundencia atómica.
El segundo gran instrumento que tiene es provocar la inestabilidad del gobierno Sánchez. ¿Por qué lo tiene que aguantar si lo margina políticamente?
La realidad es que Junts, si se consolida el pacto con ERC, tiene un escenario de travesía del desierto tanto si mantiene la línea de máximos como si se impone el gen convergente y, por tanto, solo pulsar el botón que puede representar unas elecciones anticipadas en España podría abrirle nuevas perspectivas. La cuestión es si se atreverán.
ERC se convertiría en la pieza necesaria de los socialistas para el gobierno español, catalán y de la ciudad de Barcelona Share on X
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