Irán encara 2025 con la posición más débil desde la terrible guerra con Irak en la década de los 80 del pasado siglo.
El año pasado el régimen de los ayatolás vio como su “eje de resistencia”, la red regional de milicias, principalmente chiitas que promueve y financia, fracasa en su tentativa de acorralar a Israel.
Los intercambios de misiles entre las dos potencias regionales dejaron en evidencia tres puntos: el buen funcionamiento del sistema defensivo israelí conocido como “Cúpula de hierro”, la voluntad de los aliados occidentales de Israel de acudir en su ayuda en caso de ofensiva iraní, y finalmente la capacidad de Israel de penetrar hasta las islas.
Peor aún, en diciembre Teherán perdió su aliado más indispensable, el régimen sirio de Bashar el Asad. Damasco era una pieza clave porque permitía disponer de un corredor terrestre directo con Líbano, donde se encuentra Hizbulá, otro aliado histórico de primer orden.
Hizbulá también recibió su parte de castigo desde Israel, ya que eliminó a su líder Hassan Nasrallah y dejó en evidencia que había penetrado hasta el tuétano la organización en una operación de espionaje sin precedentes que acabó con la explosión sincronizada de miles de aparatos.
Internamente, el régimen iraní hace frente a una contestación cada vez más constante que gira en parte en torno a la aplicación de la sharia o ley islámica, y que refleja una mayor desconexión entre las prioridades del régimen, de orden internacional, y la realidad ordinaria de los iraníes. Una situación que recuerda en cierto punto a la que antecedió a la caída de la URSS.
Y para más inri, el país presenció la muerte en mayo de su presidente conservador Ebrahim Raisi en un accidente de helicóptero, lo que condujo a nuevas elecciones y la victoria del candidato reformista, Masoud Pezeshkian.
Ante este balance catastrófico, el escenario de 2025 se plantea lleno de dudas en Teherán. ¿Parece la hora de tomar decisiones estratégicas: atrincherarse y acelerar el desarrollo del arma nuclear, corriendo el riesgo de un ataque preentivo conjunto entre Israel y Estados Unidos?
¿O buscar una desescalada y abrir la puerta a un pacto con Estados Unidos de Donald Trump, haciendo así una enmienda a la totalidad de la política iraní de los últimos 10 años?
Según el académico de origen iraní y afincado en Estados Unidos, Mohsen Milani, el régimen de los ayatolás ya ha rebasado su pico de poder internacional, que vino propulsado por la caída del régimen de Sadam Husein en Irak debido a la inevitable victoria en las urnas de la mayoría chií.
A estos hechos prosiguió la victoriosa resistencia de Hizbulá frente a Israel en el 2006, el apuntalamiento del régimen de Asad a partir del 2011 y la expansión a los rebeldes hutíes de Yemen más o menos por las mismas fechas.
La muerte del general iraní Qassem Soleimani a manos de los estadounidenses en enero del 2020 podría resultar el punto de inflexión, al menos simbólico, del régimen. Soleimani fue el cerebro que tejió la red de relaciones que constituía el eje de resistencia.
La pérdida de Soleimani inició una progresiva falta de cohesión que se ha agudizado ante los golpes del pasado año por parte de una Israel traumatizada por los ataques de Hamás de octubre de 2023, y que se ha dicho que nunca más tolerará la presencia de milicias en sus fronteras.
