Francia: la verdadera crisis llegará cuando Macron se haya ido

Una rápida mirada a la situación que vive Francia estos días hace pensar que el país se encuentra al margen de una revolución. Sólo el jueves 24 de marzo, más de 400 policías fueron heridos durante los disturbios que se produjeron en muchas ciudades francesas.

Sin embargo, la realidad es que, dejando de lado la gran visibilidad que han logrado los grupos violentos, pocos franceses se han sumado al movimiento de protesta. La huelga está pasando prácticamente desapercibida en el sector privado.

Los ámbitos más afectados son los servicios públicos y otros parapúblicos en los que un pequeño número de trabajadores que dejen de trabajar generan graves disrupciones para el conjunto del país: son los controladores aéreos, el personal técnico de las refinerías de petróleo , los basureros , los supervisores de las centrales productoras de electricidad, los conductores de tren y metro, etc.

En definitiva, se trata en general de pequeños grupos que se movilizan por la conservación de sus privilegios corporativos, empezando por condiciones de jubilación muy ventajosas, como Converses ya explicó en un artículo pasado.

A pesar de que los sondeos muestran que existe una clara mayoría de franceses (entre un 65 y un 70%) que se opone a la reforma para retrasar la edad de jubilación de los 62 a los 64 años, también parece claro que no saldrán masivamente a la calle para frenar al presidente Emmanuel Macron. De hecho, sólo un 21% de los encuestados pensaba el domingo 26 de marzo que Macron acabaría por echarse atrás.

El verdadero riesgo para Francia no son pues las violencias de una serie de grupúsculos de extrema izquierda, anarquistas y aficionados al caos, sino lo que puede suceder una vez que Macron acabe su segundo mandato en 2027.

Efectivamente, el sistema constitucional francés, de carácter presidencialista, facilita los cambios de gobierno (primer ministro y consejo de ministros) pero en cambio protege celosamente al presidente de la república para evitar que el país se quede sin rumbo, como sucedía constantemente bajo la cuarta república a la que Charles de Gaulle puso fin.

Sin embargo, la propia constitución prohíbe a Macron presentarse para un tercer mandato. Y como tampoco dispone de la fuerza parlamentaria para intentar un cambio de la ley suprema, lo más probable es que el post-Macron sea un período particularmente turbulento para Francia.

El partido político del actual presidente, instaurado con el solo objetivo de apoyarle en el poder, y recientemente rebautizado pomposamente “Renaixença”, no dispone de hoja de ruta ideológica ni de ningún líder carismático capaz de suceder al actual presidente.

Según afirma el politólogo Jean-Daniel Lévy en declaraciones a Politico.eu , “el panorama político no está sólo fracturado, sino que no ofrece ninguna esperanza al presidente, al gobierno o a sus apoyos”. Y dictaminar que «no hay nada que se parezca a una Doctrina Macron ni ningún sucesor ideológico de Macron».

Más allá de Macron y su decreciente base, un segundo ingrediente de la próxima gran crisis francesa será el auge de los extremos: Jean-Luc Mélenchon por la izquierda y Marine Le Pen por el flanco derecho. Aunque Mélenchon ha gozado de gran protagonismo en las últimas semanas por su oposición frontal a la reforma de las pensiones, los sondeos indican que es Le Pen, quien ha adoptado una actitud más medida, la que está recogiendo los frutos políticos.

Pero el principal ingrediente de la crisis no será ni la falta de una sucesión clara en Macron ni los partidos extremistas, sino que la sociedad francesa está en plena desintegración por las causas que Converses lleva tiempo explicando, y que están retirando todos los vínculos comunes que unían tradicionalmente a los franceses. Un fenómeno común en Occidente pero que en Francia ha emergido con particular fuerza por sus particularidades internas.

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