El viernes 20 de enero, el presidente francés Emmanuel Macron anunció que el presupuesto de defensa de Francia para el período comprendido entre 2024 y 2030 sería de 400.000 millones de euros, aproximadamente una tercera parte más que el correspondiente al sexenio 2019-2025 que termina dentro de poco.
Efectivamente, Francia prepara su gasto militar desde una óptica plurianual, basada en las llamadas «leyes de planificación militar» que tienen una duración de seis años, y que permiten aportar mayor estabilidad a los programas de armamento y desarrollo de capacidades, particularmente lentos y costosos.
El anuncio de Macron permitirá elevar el gasto militar francés a los 57.000 millones de euros anuales en los próximos años. Un incremento muy significativo teniendo en cuenta que el presupuesto previsto para 2023 asciende a 43.900 millones de euros.
Pero es que si se tiene en cuenta que en 2017, el gasto militar de Francia era de 32.700 millones, se observa cómo en menos de una década las fuerzas armadas del país vecino dispondrán de casi el doble de financiación.
La ley de programación militar 2019-2023 tenía como objetivo restaurar las capacidades militares francesas, después de un largo período de recortes presupuestarios.
La nueva ley busca dos objetivos diferentes: uno público y otro no declarado.
El primer objetivo es hacer frente a las nuevas amenazas, la primera de las cuales es el retorno de la guerra convencional (entre estados) a Europa por la guerra de Ucrania. En ese escenario, se trata de prepararse para conflictos de alta intensidad entre fuerzas armadas que disponen de recursos y métodos similares.
El segundo objetivo, menos evidente, es preservar el papel de Francia como primera potencia militar europea.
En efecto, París ha sido tradicionalmente la punta de lanza de la «Europa de la defensa», y pese a las críticas que le llueven constantemente por su independencia, desde Charles de Gaulle Francia ha sido la única alternativa mínimamente viable a la dependencia de Estados Unidos en materia de defensa.
¿Otras potencias militares emergentes dentro de la Unión Europea?
Pero la posición de preeminencia de Francia, que no liderazgo porque sus llamamientos raramente han surtido efecto sobre los otros socios europeos, se encuentra a raíz de la invasión rusa de Ucrania más amenazada que nunca.
Por un lado, la pacifista Alemania anunció el pasado año un programa de rearme de alcance inaudito, que situaría su gasto militar por encima de la francesa.
El presupuesto militar germano para 2023 supera los 50.000 millones de euros frente a los casi 44 mil ya citados de Francia, y sus fuerzas armadas tienen además un fondo único de otros 100.000 millones para modernizarse.
Pero la falta de una cultura de defensa está jugando malas pasadas en Berlín. La ejecución de los presupuestos es hoy por hoy un enorme fiasco que ha desembocado en la reciente dimisión de la ministra de defensa del país, Christine Lambrecht.
Por su parte, Polonia se encuentra inmersa en un frenético programa de armamento, que prevé pasar de un gasto actual del 2,4% de su PIB al 5%.
A diferencia de Francia, que busca desarrollar sus fuerzas armadas de forma equilibrada (incluyendo su disuasión nuclear), Polonia está invirtiendo masivamente en sus fuerzas terrestres. Así pues, su punto de mira es claramente Rusia.
Polonia dispone ya de más tanques y piezas de artillería que Alemania, y prevé además doblar a los efectivos de su ejército de tierra. En poco tiempo, Varsovia podría disponer de las más potentes fuerzas armadas terrestres de Europa.
En menos de una década las fuerzas armadas del país vecino dispondrán de casi el doble de financiación Share on X