Mientras Francia sigue cayendo en picado, su parlamento vota para garantizar el aborto en la Constitución

No puede decirse que Francia sea un país que vaya bien.

La desindustrialización genera el déficit comercial más importante de toda la UE (100.000 millones de euros, récord absoluto), los delitos violentos siguen aumentando hasta el punto de situar al país vecino como uno de los más peligrosos de Europa, la deuda del estado sobrepasa el 113% del PIB, la educación pública (antiguo orgullo de la república) está destrozada: no hay vocaciones para ser profesor y los alumnos franceses son los penúltimos de la OCDE en matemáticas.

La inmigración clandestina sigue desbocada, mientras el estado camufla la anchura del fenómeno (más de dos terceras partes de los franceses piden frenar drásticamente las llegadas de inmigrantes, según las encuestas) distribuyendo a diestro y siniestro permisos de residencia: más de 270.000 tan sólo el año pasado, y Francia ha comenzado por primera vez en su historia reciente a comprar electricidad en el extranjero porque el estado de su parque de centrales nucleares es decrépito.

En medio de un panorama tan desolador, la Asamblea Nacional de Francia (equivalente a la Cámara Baja del Parlamento) ha decidido votar por 337 votos a favor y tan sólo 32 en contra la inscripción del aborto en la Constitución del país.

La proposición de ley que fue votada el pasado 24 de noviembre proviene de la diputada de extrema izquierda Mathilde Panot, perteneciente al grupo de la Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon.

De entrada, queda perfectamente claro cuáles son las verdaderas prioridades de los progresistas europeos en un contexto de grandes dificultades económicas para millones de ciudadanos empobrecidos por la crisis sistémica que atraviesa el sistema capitalista y la inflación. Dicho muy brevemente, lo principal es la guerra cultural y no la reducción de las desigualdades económicas.

El origen de la iniciativa se encuentra en la decisión del Tribunal Supremo de Estados Unidos del pasado 24 de junio que revisó su propia jurisprudencia de 1973. Desde entonces, la progresía de ambos lados del Atlántico se encuentra en estado de profundo excitación porque uno de sus postulados más intocables se ha visto severamente contestado.

Este postulado es el del aborto como un derecho fundamental de la mujer, y no como un mal menor, tal y como la decisión estadounidense de 1973 y poco después la de la “Ley sobre la interrupción voluntaria del embarazo” aprobada en Francia en 1975 la enfocaban.

La excitación de la progresía occidental no se ha limitado a Estados Unidos y Francia, sino también a España donde el gobierno Sánchez se ha sacado de la manga una nueva ley del aborto que lo facilitará aún más. Incluso la Unión Europea se ha sumado al juego, con la proposición del Parlamento Europeo de inscribir el aborto como “derecho fundamental” en el seno de la UE el pasado julio.

Como varias personalidades y comentaristas franceses han denunciado desde la votación de la semana pasada, no debería ser posible que en un contexto de acumulación de crisis tan profundas y tan diversas la clase política se deje llevar por los postulados radicales de una minoría ultra -ideologizada que además vive enajenada de los problemas reales de los ciudadanos.

En Francia, como en España, no hay ningún partido político ni movimiento social que sea hoy en día capaz de poner en entredicho el aborto

Y es que en Francia, como en España, no hay ningún partido político ni movimiento social que sea hoy en día capaz de poner en entredicho el aborto. Para la gran mayoría de la población, el aborto es un tema cerrado o simplemente irrelevante en el contexto actual.

Sin embargo, la progresía aprovecha todas y cada una de las ocasiones que se le brindan para identificar a sus enemigos, denunciarlos y destruirlos públicamente por ser “reaccionarios”, “fascistas”, ultracatólicos” o la descalificación de turno.

En Francia, pero también en otras iniciativas similares como la del Parlamento Europeo, la maniobra política es particularmente inquietante ya que busca modificar el documento jurídico de mayor rango y/o prestigio y con lo que se supone que toda la ciudadanía debe identificarse. La lógica que los progresistas emprenden, en Francia y en cualquier parte de Occidente, es pues propia de una guerra civil: “o estás con nosotros o contra nosotros”.

En medio de un panorama tan desolador, la Asamblea Nacional de Francia ha decidido votar por 337 votos a favor y tan sólo 32 en contra la inscripción del aborto en la Constitución del país Clic para tuitear

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