Fiducia Supplicans: la confusión está sembrada

Pablo VI no buscó complacer al mundo, sino que quiso iluminar a sus contemporáneos con la luz de la fe y de la doctrina. Un mes después del estallido de mayo del 68, un hito histórico en la revolución sexual, el Papa Montini publicó la Humanae Vitae. La encíclica que, desarrollando las bases conciliares de Gaudium et Spes números 49 y 50, afirma las características propias del amor matrimonial entre hombre y mujer y la íntima vinculación de sus dos aspectos esenciales: la unión en el amor y la apertura a la vida.

Fue una encíclica profética que anunciaba las graves consecuencias que se derivarían de desvincular amor de pareja, matrimonio y procreación. Desde entonces, la cultura occidental, dominada en este terreno por los herederos del freudomarximo y por el neocapitalismo sin moral, se ha ido orientando cada vez más hacia una sexualidad meramente hedonista, y con una identidad sexual que ya no se fundamenta en la naturaleza corporal de la persona, sino en un quimérico derecho del individuo a autodeterminarse sobre su propio cuerpo.

Francisco, con la voluntad de acompañar, discernir e integrar las situaciones complejas o irregulares, proponía en la exhortación apostólica Amoris Laetitia el discernimiento y la gradualidad pastorales, y la reflexión de la Iglesia sobre las circunstancias atenuantes en cuanto a la imputabilidad y la responsabilidad de las acciones. En particular de los divorciados vueltos a casar, respecto a los cuales afirma que: “se pueden encontrar en situaciones muy diferentes, que no tienen que ser catalogadas o cerradas en afirmaciones demasiado rígidas…”

Pero Amoris Laetitia no trata de las relaciones homosexuales. Solo lo hace para dejar claro que «no hay ningún fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia» (AL, 251). Francisco había afirmado: “Si una persona es gay, busca a Dios, y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla?”. Pero esto está lejos de bendecir las relaciones homosexuales.

Por lo tanto, cuando en Amoris Laetitia Francisco propone la gradualidad pastoral y cierta flexibilidad, lo hace para las parejas heterosexuales en situación irregular. La inmensa mayoría de católicos podemos estar de acuerdo, por ejemplo, en que una persona que se ha visto avocada al divorcio en contra de su voluntad o por haber sufrido una grave injusticia no sea tratada por la Iglesia de igual manera que aquella que ha provocado la ruptura matrimonial.

La Declaración Fiducia Supplicans sobre el sentido pastoral de las bendiciones quiere dejar claro que el permiso de bendecir parejas homosexuales no supone una modificación de la doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio. Pero sí que puede parecer que da pie a un cambio en la enseñanza de la Iglesia sobre la inadmisibilidad de la actividad sexual entre personas del mismo sexo.

Bendecir (etimológicamente benedicere, “decir bien”), en nuestro vocabulario común significa dar el consentimiento o aprobación, y en un sentido religioso significa invocar o pedir la protección divina a favor de una persona o cosa. Según el arzobispo emérito de Filadelfia, Monseñor Charles Joseph Chaput, “Las bendiciones tienen que animar, pero también, cuando haga falta, desafiar. Las personas del mismo sexo y otras uniones sexuales no matrimoniales necesitan un acompañamiento desafiante por parte de la Iglesia. Papas, obispos, sacerdotes y diáconos están llamados por su vocación a ser profetas además de pastores. El Papa Francisco a menudo parece separar estos papeles, mientras que Jesús mismo siempre encarnó ambos en su ministerio. Sus palabras a la mujer sorprendida en adulterio no fueron simplemente «Tus pecados te son perdonados» sino también «Vete y no peques más»”.

El Cardenal Müller, prefecto emérito de la Congregación para la doctrina de la fe, ha afirmado que no hay base bíblica ni magisterial, tampoco en la doctrina de Francisco, para este tipo de bendiciones. Recuerda que en la Iglesia nunca se ha prohibido bendecir a los pecadores. Pero que aquí no se bendicen solo personas sino que, “al bendecirse a la pareja, se bendice la relación pecaminosa en sí misma”. Entendiendo, habría que añadir, que esta pareja mantenga relaciones sexuales. Müller añade que impartir estas bendiciones confunde a los que las reciben y a quienes asisten a la misma.

Probablemente, hay muchas más parejas heterosexuales en situación irregular interesadas en este tipo de bendiciones que parejas homosexuales que deseen recibirlas de la Iglesia. Pero la influencia cultural y mediática del movimiento LGTBI hace que el centro de gravedad del debate se centre en las segundas. Y, de acuerdo con lo expuesto, en las relaciones homosexuales no hay la gradualidad pastoral o flexibilidad que sí puede haber en ciertos casos de divorciados vueltos a casar.

Como que Francisco no ha establecido una doctrina clara y completa sobre la teoría de género y las uniones homosexuales, y como que la Declaración es esencialmente ambigua, los que creen en la Iglesia verán en  Fiduccia Suplicans unos límites a respetar en el caso de llevar a cabo estas bendiciones pastorales. Mientras que los que quieren “una nueva iglesia” verán un “paso adelante” y la oportunidad para nuevas transgresiones. La confusión está sembrada. Es el precio de esta forma de acercarse al “mundo”, en el sentido más católico de la palabra.

El pasado 11 de enero el cardenal Ambongo, arzobispo de Kinshasa y presidente del Simposio de las Conferencias Episcopales de África y Madagascar, resumía la posición de éstas sobre Fiducia Supplicans. Afirma que la Declaración ha generado «una onda expansiva, ha sembrado la confusión y la inquietud al alma de muchos fieles laicos y religiosos, y ha provocado fuertes reacciones».

La respuesta de la iglesia africana, que ha sido consensuada con el Papa Francisco y con el Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, se resume así: «En general, las conferencias episcopales prefieren -siendo cada obispo libre en su diócesis- no impartir bendiciones a parejas del mismo sexo. Esta decisión es debida a la preocupación por la posible confusión y el escándalo en el seno de la comunidad eclesial».

Los obispos africanos han manifestado su plena adhesión al Papa. No obstante, consideran que «el lenguaje de Fiducia Supplicans sigue siendo demasiado sutil para que lo entienda la gente sencilla”. Juan Manuel de Prada, más crudamente, lo define como “puro jesuitismo en la acepción más torva de la palabra; es decir, astucia y doblez, que solo pretende hacer postureo ante el mundo”.

En conclusión, la plena fidelidad y honestidad con el Papa de la Iglesia en África contrasta con la actitud de los obispos alemanes, que acostumbrados a desafiar y a desobedecer a Francisco, ahora le exigían que metiera en cintura a los africanos.

Artículo publicado en una versión más breve en el Diari de Girona del día 15 de enero de 2024.

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