La situación en Siria
La increíble, por rápida, caída del régimen de Al Asad en Siria demuestra, evidentemente, su debilidad militar, política y social. Pero también hace necesaria una pregunta: ¿quién ha pagado la gran operación militar? Porque una ofensiva de esta dimensión, a pesar de que enfrente no tenga prácticamente un ejército opositor, necesita mucho dinero para pagar la preparación y la ejecución: salarios, logística, armamento y munición. Todo esto no se improvisa, y no parece que Turquía, por sí sola, haya podido asumir la totalidad del coste económico. ¿Quién hay detrás? No está claro, y el único indicio es la valoración positiva que hace de la caída del régimen sirio la administración Biden.
Ahora se abre todo un marco de incertidumbres, porque quien ha ganado es una heterogénea coalición de fuerzas, que está por ver si tienen capacidad para estabilizar el país. Hay precedentes en sentido opuesto, como el de Libia o el del propio Irak. En cualquier caso, lo que hay que subrayar es que todo este trágico escenario se desarrolla en las puertas de Europa, sin que ésta tenga nada que decir ni nada que hacer. Es un signo de la capacidad real de la Unión.
Inestabilidad interna en Europa
Internamente, la inestabilidad se multiplica. El escándalo del Tribunal Constitucional rumano, que ha anulado los resultados de unas elecciones, sobre todo porque el candidato había tenido un claro dominio y tratamiento favorable a la red TikTok, parece una broma si no fuera que abre la puerta al conflicto en uno de los países grandes de la Unión.
La continuada excusa de la injerencia rusa, que parece tener un dominio total de los procesos electorales en países tan diferentes como la propia Rumanía, Alemania o EE.UU., también parece otra broma de mal gusto para condenar todos aquellos resultados que no proceden con los criterios que todavía dominan en Bruselas y en Washington.
El balance europeo
El balance de la situación de los diferentes países señala un escenario particularmente complejo de la vida europea. Francia atraviesa una fuerte crisis política, institucional y también en sus cuentas públicas. Alemania vive frente al horizonte electoral guiado por un gobierno débil y una crisis económica estructural. España sufre una guerra cainita entre partidos que han erosionado gravemente a las instituciones y la estabilidad política.
Hungría y Chequia están ya fuera de la órbita de Bruselas. Rumanía vive una profunda inestabilidad y Polonia también registra un gran enfrentamiento interno. Holanda y Suecia están fuertemente estabilizadas no tanto por causas políticas como por el impacto de la gran delincuencia organizada de la droga.
Conflictos y problemas económicos
Para añadir más leña al fuego, el acuerdo con MERCOSUR se hace contra Francia y levanta una ola de protestas entre los agricultores, mientras que el sector pesquero de arrastre constata con razón que las nuevas medidas de Bruselas lo condenan a un exterminio.
En este contexto, dos importantes cuestiones afectan a sus fronteras: la guerra de Ucrania, en la que, una vez más, la Comisión y la mayoría de estados europeos se han equivocado gravemente, y el poder emergente de Turquía, que paso a paso avanza hacia la reconstitución del espacio geopolítico, no tan distante en el tiempo, del Imperio turco.
Anemia económica
La crisis económica, causada por la anemia de su crecimiento que sufre Europa, es la envolvente de todos estos problemas, que seguramente no ayudarán a resolverlos. Todo empezó cuando se consideró que se podría prescindir del gas ruso y al mismo tiempo soportar la competencia industrial china. Todo se precipitó cuando Bruselas fue dictando medidas económicas de represalia contra Rusia, que han acabado afectando más a Europa que a ese país.
Cuando todo ello desató una ola inflacionaria con profundos efectos sociales que aún perduran y erosionan los fundamentos de la vida de la gente, sobre todo los de menores ingresos, éstos son los que soportan las consecuencias más graves de una transición energética hecha al margen de los sus intereses y las consecuencias laborales de la ralentización económica.
El crecimiento desigual
En este contexto, España, así como Polonia y aún más Rumanía, presentan tasas de crecimiento muy altas en comparación con el resto. Pero, cuando se rasca un poco, se abre la puerta a la preocupación por el futuro inmediato, dado que este diferencial de crecimiento obedece a una inmigración masiva que hace difícil la mejora de la productividad y, por tanto, de la renta per cápita; el turismo, que contribuye a esa baja productividad, y los fondos europeos Next Generation, que tienen fecha de caducidad.
Naturalmente, España tiene más fortalezas que éstas, pero son éstas las que explican la mayor parte de la diferencia con Europa. Precisamente, por sus características, no señalan el buen camino a seguir con un cambio de modelo productivo que proporcione una mayor productividad y, por tanto, mejores posibilidades de ingresos.