A sólo un mes de la inauguración de Donald J. Trump como presidente de Estados Unidos, cabe preguntarse si Europa es capaz de aprender y aplicar lecciones.
Hace unas semanas, desde estas líneas pedíamos un Trump europeo. Como decíamos entonces, no por emular la incómoda personalidad del presidente electo estadounidense, sino por la monumental lección sobre el poder que ofrece: Trump entiende, a diferencia de Europa, que el mundo se rige por las relaciones de poder entre los actores del escenario internacional. Y esto lo cambia todo.
Europa ha ofrecido al mundo en 2024 una imagen particularmente lamentable.
Algunos ejemplos concretos: incompetencia en política energética e hipocresía respecto al gas natural de Rusia, autosabotaje en la industria del automóvil gracias al “Green Deal” de la Comisión, sobreregulación de la inteligencia artificial (sector en el que Europa no tiene jefe -jefe – empresa destacada), esquizofrenia arancelaria hacia China, incompetencia en la gestión de los fondos post-Covid, endeudamiento desenfrenado, incoherencia entre los agresivos discursos y la falta de acción en materia de defensa, sin olvidar el escandaloso reparto de sillas entre los que ya estaban en el poder tras las elecciones legislativas europeas.
A todos estos tristes episodios protagonizados a partes iguales por las instituciones de la Unión Europea y los gobiernos de los Estados miembros, se le añade ahora la nula preparación de cara a la presidencia de Trump.
Y no lo decimos nosotros, sino una columnista norteamericana del Financial Times, Rana Foroohar, quien observó después de haber participado en un reciente encuentro con responsables políticos europeos en Italia que, a pesar de que la agenda trataba de debatir del futuro de Europa, la atención estaba centrada en Trump. Como si Europa fuera impotente e incapaz de trazar su propio destino.
En un artículo reciente, Foroohar hacía a los europeos tres advertencias que merecen ser citadas a continuación.
La primera, que la futura administración Trump está preparando cambios drásticos en el escenario geopolítico que Europa ni siquiera llega a concebir.
La segunda, que mientras Estados Unidos se desvinculará económicamente de China, Europa sufrirá con aún más intensidad todo el poder económico de Pekín.
Y la tercera, que Europa debe dejar de una vez por todas de preocuparse por los detalles de sus políticas, y pensar más en términos de poder.
Estados Unidos se está preparando en serio para librar una batalla definitiva contra China, y en su ecuación, Europa es más un estorbo que una ayuda.
Con un tejido empresarial propio cada vez más deteriorado, el Viejo Continente se convertirá en el campo de batalla entre la maquinaria exportadora de Estados Unidos y China, ya que ambas superpotencias necesitan nuestro mercado para superar a la otra.
Lo inquietante es que una vez más, Europa está totalmente ausente. Como afirmó el excomisario de comercio Pascal Lamy, “la UE es predecible, lenta y se basa en reglas. Trump es exactamente lo contrario”.
Europa ha perdido en los últimos cuatro años pensando que Joe Biden y su administración nos volverían a «tratar bien», y que Trump había sido un paréntesis. Una vez más, Europa se ha equivocado tanto en el primero como en el segundo punto. Biden no era más amigo nuestro que Trump, y este segundo, con todo el énfasis que pone en el poder, no es la excepción sino la norma del siglo XXI.
Europa, ¿qué más esperas para despertar?