¿Europa quiere ir a la guerra otra vez?

La pregunta es necesaria y también debe ir acompañada de una segunda cuestión. ¿Estamos en un período que guarda relación con las previas de 1914? Es decir, ¿en un juego de fuerzas entre amigos y enemigos, que al final acabaron yendo a una guerra que exactamente nadie quería? ¿O estamos en 1939 ante la respuesta a la agresión nazi?

Si hacemos caso a las líneas editoriales mayoritarias, Europa está bajo la amenaza del demonio ruso guiado por un criminal, que es Putin. El relato es como el de los peores de la guerra fría y la piedra de fuego es la agresión a Ucrania. Si así fuera éste sería el escenario 1939 y Europa toca a rearme.

No deja de ser extraño cuando el gasto militar europeo es cuatro veces mayor que el ruso. Sólo pulsando un poco más el acelerador podría hacerlo crecer un 50%. Rusia no tiene capacidad de responder a este reto. No es la URSS, no es ninguna gran potencia. Ya se ve cómo le está costando la guerra contra un ejército de segundo orden como es el ucraniano. Por tanto, amenaza militar rusa no existe, y el problema que tenemos con el conflicto con este país, que era un socio adecuado para Europa, se remonta a una fecha de la que ahora conmemoramos los 10 años: el conflicto de Maidán , en el que las dos Ucranias se confrontaron. La Ucrania prorrusa, donde esta lengua es hablada por 50% o más de la población. En Crimea, en concreto, más del 70%.

Hace una década las intervenciones de la CIA y la ayuda europea provocaron la caída del gobierno de Yanukovich, y a partir de ahí ha comenzado la fase de conflicto y guerra abierta. Su preludio fue la ocupación instantánea en 1914 de Crimea. Cabe recordar que fue un visto y no visto porque las fuerzas ucranianas o bien se rindieron a unos fantasmagóricos soldados rusos o bien cambiaron de bando en masa.

La idea de una Ucrania unida que lucha contra Rusia no es exacta. Esto es cierto para la parte occidental del país, pero no lo es para las regiones orientales, que son las que Rusia ha intentado controlar. Ahora, todo el mundo sabe que la guerra es francamente difícil de ganar por no decir imposible y que Ucrania puede perderla con mucha facilidad si no hay un chorro de ayuda militar e, incluso, en este caso, el interrogante planea por las dificultades que está mostrando tener para incorporar una leva de 500.000 hombres en el frente, dado que las fuerzas que luchan, llevan ya 2 años y no han sido prácticamente relevadas nunca.

La cuestión de fondo es que una gran parte de la población no quiere luchar y en estas condiciones conseguir la victoria es imposible. Europa llama al rearme, pero al mismo tiempo también pide a los estados que reduzcan su déficit y su endeudamiento. Formula dos cuestiones opuestas: gastar más en ejército y gastar menos en total, lo que significa que de algún modo los presupuestos deben recortar en otros capítulos. Y esta cuestión afecta de lleno al estado del bienestar, que no atraviesa precisamente uno de sus mejores momentos y que tiene en el capítulo de las pensiones un apartado especialmente complejo.

El gasto social europeo ha crecido a un ritmo similar al que se iba reduciendo el gasto militar en los presupuestos. Podríamos decir que seguían una tendencia contraria y simétrica. Si ahora queremos más armas, necesariamente significa que esta apuesta por el bienestar deberá frenarse e incluso reducirse.

¿Y todo esto por qué? Rusia nunca hará un ataque como el que ha hecho en Ucrania contra el conjunto europeo. Entre otras razones, porque no puede. El peligro ruso no es éste, sino su extraordinaria potencia nuclear y, por tanto, Europa sabe que la única, lo que no puede hacer es llevar a Rusia a una situación extrema, porque entonces sí tendríamos un problema existencial muy grave.

Cualquier lógica racional ante estas premisas podría acarrear la confusión de que la guerra de Ucrania es destructiva para los propios ucranianos y negativa para Europa. Y lo importante es reconstruir la paz aunque sea a cambio de territorios y recuperar niveles de colaboración que permitan retornar a buenas épocas, en las que el objetivo era el bienestar y no aumentar el número de cañones.

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