De Portugal a Polonia. De Noruega a Grecia. El giro es global. La derecha y la extrema derecha dominan el tablero político europeo y confirman que un gran cambio se ha producido en la arquitectura política del continente. Un cambio que, según el país, adopta diversas formas: la derecha clásica, como en Grecia; o las nuevas derechas radicales, como en Francia, o Alemania.
Mientras, las instituciones europeas siguen regidas por una correlación de fuerzas antigua, que ya no refleja los nuevos equilibrios electorales. La Comisión Europea actual, con Ursula von der Leyen a la cabeza, es la fotografía de un pasado que ya no existe.
Alemania: el terremoto inesperado
Alemania, pilar de la Unión, vive un vuelco histórico:
- Alternativa por Alemania (AfD) encabeza las preferencias con un 27%.
- El CDU-CSU queda segundo con un 24,5%, pero entre ambos superan ya la mitad de los votos.
La socialdemocracia, tradicionalmente fuerte, retrocede hasta un discreto 14%. El escenario alemán ya no es lo que conocíamos.
Francia: Bardella, favorito al Elíseo
En Francia, el Reagrupament Nacional -ahora bajo el liderazgo de Jordan Bardella– domina con un 36,5% de los apoyos.
La derecha tradicional, los republicanos, queda relegada al 7,5%; otras formaciones de derecha radical añaden un 4% más con Renaxença. Bardella gana todas las segundas vueltas, independientemente del rival. Los socialistas (13%), Francia Insumisa (12%) y los macronistas (17,5%) no pueden frenar el ascenso. La presidencia francesa parece hoy solo una cuestión de tiempo.
Italia: estabilidad y consolidación
Los Fratelli de Italia gobiernan con una estabilidad inesperada y crecen hasta el 31,6%. La coalición con Forza Italia (7,9%) y la Liga (7,7%) lleva el bloque prácticamente al 50%.
El Partido Democrático queda en un 22%, y el Movimiento Cinque Stelle en un 12,5%. La derecha alternativa italiana no solo gobierna: se arraiga en el sistema político y aporta lo que era más escaso: gobiernos estables y relativamente bien aceptados.
Polonia: posible retorno del PiS
En Polonia, la Coalición Cívica se situaría como primera fuerza con 174 escaños pero muy lejos de la mayoría absoluta.
- El PiS obtendría 167 escaños.
- Konfederacja, la derecha radical, añadiría 88.
Juntos superarían holgadamente los 255 escaños, una mayoría muy sólida, reforzada por el hecho de que el presidente del Estado ya es del PiS y dispone de poderes relevantes. El giro conservador polaco sigue vivo.
Portugal: nueva hegemonía
En Portugal, la Alianza Democrática logra 26 diputados y Chega suma 24. La suma se aproxima –o puede superar– la mayoría absoluta.
El Partido Socialista baja drásticamente hasta los 25 escaños. La mutación del mapa portugués es clara y profunda.
Grecia y Noruega: dos casos significativos
En Grecia, continúa el dominio firme de Nueva Democracia, un ejemplo de cómo la derecha clásica aún mantiene espacios de poder claramente consolidados.
En Noruega, la situación también refleja el mismo patrón general europeo con un signo distinto:
- La derecha radical obtiene un asombroso 25,6% y 46 escaños.
- Los conservadores alcanzan un 17,3%. Y 30 escaños
- Si añadimos los 7 escaños de la democracia cristiana, la mayoría alcanza los 85 escaños, exactamente el umbral necesario para gobernar.
La socialdemocracia, tradicionalmente fuerte, queda en 23,3% y 44 escaños, sin capacidad real de articular una mayoría alternativa.
Una excepción potencial puede ser Hungría, donde Orbán después de muchos años de gobierno puede verse superado por una coalición de prácticamente todos los demás partidos, con todo las diferencias a pesar de ser significativas, se van acortando con el paso del tiempo.
Una Europa que gira, con pocas excepciones
Hay excepciones, como Dinamarca o Suecia, pero son de menor entidad y no alteran el panorama general. El resultado es inequívoco:
Europa ha girado tajantemente a la derecha, tanto en su versión clásica como en su versión radical.
Lo que falta para que esa ola se convierta en un tsunami político es que el Partido Popular Europeo y las fuerzas de derecha radical superen el viejo tabú del cordón sanitario y establezcan alianzas estables. Un cordón que, cada vez más, parece artificial, sobre todo si se tiene en cuenta que no se aplica con igual intensidad a partidos situados en la extrema izquierda, algunos de los cuales mantienen posiciones claramente contrarias a la práctica democrática vigente.
Instituciones europeas en desconexión
La deriva institucional europea también alimenta el descontento. En varios países del Este, ese sentimiento se transforma en voto para la derecha radical. La última sentencia del Tribunal de Justicia de la UE, que obliga a reconocer en todas partes a los matrimonios homosexuales celebrados en cualquier estado miembro, ha tensado las costuras de la Unión.
La razón está clara: el principio según el cual la regulación matrimonial es competencia de cada estado queda neutralizado por el reconocimiento automático de matrimonios formados según legislaciones ajenas.
Esto provoca tensiones legales, culturales y políticas, y amplifica la percepción de que la Unión Europea impone normas que no respetan las diferencias internas.
La Unión Europea muestra desequilibrios que han culminado en este gran vuelco político. El mapa ha cambiado, y lo ha hecho de forma profunda y sostenida. Se podrá discutir si agrada o desagrada, pero no se puede negar: es una realidad evidente.
La desconexión entre el voto ciudadano y la gobernanza europea es un problema estructural Compartir en X
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