España, un estado en riesgo de colapso

La política del gobierno Sánchez, junto con la lógica dinámica del independentismo, más la actitud del PP, que en cada caso obedecen a motivaciones diferentes, tienen como consecuencia llevar al colapso a las instituciones del estadoLos factores que destacan de este proceso, que también conlleva una grave fractura interna, son:

  • Una progresiva transformación del estado de derecho en un estado de leyes. La diferencia es radical. En el estado de leyes los derechos son asimétricos, de manera que prevalecen sobre todo los de aquellos que se adscriben al régimen dominante y son más débiles los de aquellos que se oponen. En el estado de derecho la simetría, al menos formalmente, es total.
  • Un Congreso y un Senado reducidos a simples cámaras de descalificaciones sin la capacidad que les es propia de controlar el gobierno y representar los intereses de la sociedad.
  • La instrumentalización, descrédito, y finalmente inutilización de la justicia.
  • Y por último, la conversión del presidente del gobierno en un presidente de estado de hecho.

En estas dinámicas de transformación, que ya eran observables, inciden, como un catalizador, el conflicto catalán y el enfoque aportado por el gobierno español.

  1. Es cierto que el intento de superar la crisis generada en Cataluña pide que los presos estén en su casa.
  2. Es cierto que las figuras de sedición y sus penas no se adaptan bien a lo que sucedió, que conlleva una ruptura con las leyes, pero que no está bien encajado el tipo de rotura que produjo con el que lo legislador dibujó al definir la sedición .
  3. No es cierto que hayan sido encarcelados por sus opiniones, sino por sus hechos: las leyes que pretendieron desconectar a Cataluña de España, y muy importante, desde el punto de vista catalán, la anulación del Estatuto de autonomía sin disponer de la mayoría cualificada que el mismo Estatuto determina y que la prudencia política aconsejaba. En septiembre de 2017 el Parlamento de Cataluña se produjo una doble ruptura: con la legislación del estado y con la legalidad y legitimidad catalana.
  4. Todo ello en Europa habría recibido igualmente una sanción penal. La cuestión radica en todo caso en sí habría sido importante o leve, y sin duda variaría mucho en función del país.
  5. El problema de fondo para el gobierno Sánchez radica en que: a) necesita a ERC para gobernar en España; es decir, necesita a quien se quiere separar de España. Es una muy fuerte contradicción política. b) ERC, como el resto del independentismo, no reconoce la justicia española ni la legislación e instituciones del estado, ni las leyes que impiden constitucionalmente la independencia. La relación entre los puntos a) y b) son por sí mismos un factor de colapso.
  6. Como la necesidad política de Sánchez es «sacar las piedras del camino», sin asegurarse antes un mínimo reconocimiento por parte del independentismo, de las instituciones y leyes españolas, el colapso tiende a acentuarse. Es así porque automáticamente se han creado dos marcos de referencia o, en otros términos, dos mesas de negociación incompatibles entre ellas: la de Sánchez en el marco constitucional, pero retorciéndose hasta hacerle crujir el material, y la del independentismo que establece sus propias reglas, en función de la fuerza que el mismo gobierno español le reconoce.
  7. El PP con su posición radical (firmas, judicializaciones, declaraciones) y la falta de respuesta para el problema de Cataluña que vaya más allá de una versión extrema de » ley y orden«, favorece el colapso de las instituciones del estado. La incapacidad para ponerse de acuerdo con el PSOE en cuanto a la renovación de los diversos organismos es una constatación.
  8. Pero el máximo responsable, el principal, es Sánchez. Porque tiene el poder, y la responsabilidad de los actos es proporcional al poder que se posee. La raíz del mal surge al querer gobernar de una forma muy absoluta, sin negociación ni voluntad de integrar a los discrepantes. Ya se sabe lo que escribió Umberto Eco sobre apocalípticos e integrados. Sánchez pretende integrar por interés propio a ERC, y eso es positivo. Pero lo hace a expensas de facilitar la conversión en apocalípticos a los partidos mayoritarios españoles. La alianza que forja Sánchez es con partidos que no tienen sentido de estado -español- o que están en contra del estado. Asimismo, actúa con prepotencia dictando leyes profundamente divisivas en plena pandemia, negándose a rendir cuentas sobre la gestión de la misma, llevando de manera oscura la definición de las prioridades y la gestión de los fondos europeos, no llevando su control al Parlamento, abusando de los decretos ley y del marketing político. Todo esto más la forma de conducir el problema catalán es un motor del colapso del estado y del deterioro grave de sus instituciones.
  9. Es cierto que el independentismo expresa el 50% de la opinión de los catalanes, como mucho, seguramente en torno al 40%, mientras que la otra mitad no tiene voz propia. No la tiene porque una parte está captada por el PSC y los Comunes y son canalizados para servir a los intereses del gobierno Sánchez. El resto está disperso, fragmentado o es abstencionista.
  10. Sólo una fuerza que realmente expresara las ilusiones, necesidades y proyectos de Cataluña, asumiendo el marco de las leyes y el reconocimiento de las instituciones españolas, puede contribuir a resolver el problema, porque es la única opción que estaría en condiciones de establecer puentes desde la propia Cataluña con el PSOE, el PP y una parte del independentismo.
  11. El problema es que esta fuerza no existe y las que se denominan élites, económicas, sociales y mediáticas, juegan tan a corto plazo o son ideológicamente tan afines a la postsocialdemocràcia liberal, que rechazan esa solución, que es la única que nos puede hacer superar el colapso, porque es la única bola de la mesa de billar que puede empujar a las demás a un realineamento sin acentuar las crisis.

Claro que tal vez, simplemente, lo que sucede, como en otros momentos clave de nuestra historia, es que la capacidad de nuestro pueblo, en términos de grupos dirigentes e instituciones, fracasa cuando requiere la virtud de gobernarse con prudencia, es decir, escogiendo el mejor camino.

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