Figueres, la capital del Alt Empordà y ciudad con 47.000 habitantes, es una de las poblaciones que experimenta una mayor crisis por la degradación de sus condiciones urbanas debido a la evolución de la base económica y al correlato de la inmigración .
Este es un hecho dominante en todo el proceso más no su causa, sino la primera consecuencia, pero que genera múltiples ramificaciones negativas. Y no es para menos. Según el censo, el 28% de la población es extranjera. Pero, en realidad, si se observa la cifra desde el punto de vista de las personas que han nacido en el extranjero, la magnitud es mayor porque representa el 34%. La diferencia entre una y otra cifra señala el número de personas que han alcanzado la nacionalidad española. Por situar la referencia equivalente, en Catalunya es del 22,4%, cifra muy alta en términos europeos, pero 12 puntos por debajo de la que señala Figueres. Por situar otra referencia, Barcelona está en el 31%.
Figueres ha tenido una dinámica económica muy basada en la construcción y el turismo, y en menor medida en la cultura. La crisis del sector de la construcción provocó una grave desestructuración social, dado que esa actividad había atraído a un gran número de inmigrantes que después se han encontrado sin trabajo. El resultado es que Figueres presenta un bajo nivel de ingresos, su renta per cápita es de 13.633 euros, mientras que la de Catalunya se sitúa en 18.356 euros. Hecho que la sitúa muy abajo en las poblaciones catalanas de acuerdo con este indicador de renta disponible, concretamente ocupa el puesto 356 por el conjunto de Cataluña con datos de 2021. Para situar una referencia, en 2014, es decir hace 10 años, ocupaba el puesto 256, por tanto ha perdido 100 posiciones en este período de tiempo.
Cabe recordar que también en la provincia de Girona se ubican dos de los municipios de renta más baja de Cataluña. Uno es Salt, junto a Girona, caracterizado por el peso de la inmigración, y el otro es Lloret de Mar, en el puesto 421 y caracterizado por su monocultivo turístico. En relación al índice socioeconómico del Idescat y para 2020, en el último año disponible, Figueres presentaba sobre 100 (valor de Catalunya) un índice de 76, mientras que en 2015 era de 85.
Todo ello ha provocado, desde el punto de vista político, el ascenso de dos partidos que tienen como elemento central la inmigración. Por un lado, Vox y, por otro, Aliança Catalana. Ambos obtienen un porcentaje similar de votos del 11% que, sumado, nos dice que casi ¼ parte de la población se inclina por estas opciones que en el conjunto catalán son claramente minoritarias y es que los problemas se multiplican.
El 40% de los centros escolares e institutos son de alta complejidad cuando la media catalana es del 15%. Y un 72% de los alumnos de secundaria tienen estudios adaptados a una menor exigencia, es decir que para pasar curso se les piden menos conocimientos que los exigidos normalmente. La Generalitat sabrá su significado, que no es exclusivo para Figueres, de dar titulaciones escolares que no responden al nivel que se presupone que representa el título.
La criminalidad en el período 2019-2023 ha crecido según el ministerio del Interior un 21%. Otro aspecto del problema es el continuado retroceso del catalán en una población que históricamente se había caracterizado por todo lo contrario.
Todo esto tiene un claro correlato en la estructura urbana. La población autóctona que económicamente dispone de las condiciones adecuadas se marcha del área central de la ciudad para instalarse en los pueblos del entorno. Este proceso, por otra parte, bien conocido de abandono del centro urbano, no hace más que degradar las condiciones de la ciudad. Y eso que Figueres es capital de comarca, como el Alt Empordà, que junto al notable potencial agrícola es núcleo de segundas residencias de población de ingresos medios y altos también de Barcelona y es, sin embargo, la capital de la Costa Brava norte es sede del importante museo Dalí, está a escasos kilómetros de la frontera francesa y aún conserva cierta aureola de destino de alta gastronomía, que el paso del tiempo, sin embargo, ha ido deteriorando.
La dinámica turismo-construcción-mucha migración es el resultado del escenario que dibuja Figueres. Este hecho se hace notar en la población, que en 2021 según Idescat había crecido un 21,51%, pero desde el punto de vista del crecimiento vegetativo sólo lo había hecho un 1,48%. Lo demás es inmigración. El equivalente para Cataluña es un crecimiento inmigratorio del 19,4% y un crecimiento vegetativo del –1,83%. Y Barcelona presenta todavía un aspecto más desequilibrado: un aumento de población del 28%, siempre con datos hasta el 2021, y un crecimiento vegetativo del -2%.
Con esta radiografía es lógico preguntarse que si no se introducen cambios muy importantes, ¿cuánto poco tiempo debe transcurrir para que gran parte de Cataluña se transforme en la Figueres actual?