Ahora que el año se acaba y que la negociación por los presupuestos del estado ha entrado en la recta final, es necesario que el gobierno de Aragonès y también ERC, por su condición de aliado privilegiado del gobierno Sánchez, nos haga balance de lo que ha obtenido con las diversas negociaciones.
Éstas presentaban tres cuestiones fundamentales. La primera, porque así lo ha querido ERC, relacionada con la lengua y la cultura y concretada con las cuotas de catalán para las grandes plataformas. El resultado hasta ahora tiene mucho de levantamiento de camisa porque lo que anunció Rufián se ha demostrado que era falso, y por tanto o a él le enredaron o él quería enredarnos a nosotros. Ahora, la negación sigue en la tramitación en el Senado. Pero parece claro que lo que al final se obtendrán serán migajas porque es evidente que la prioridad del gobierno español es crear unas condiciones atractivas para Netflix y otras plataformas, para que sitúen sus centros de producción en España y, por tanto, no quieren incordiarlas demasiado con exigencias.
La segunda cuestión vital para Cataluña es la financiación que debería estar resuelta desde 2014. Es evidente que es necesario un nuevo sistema tanto para que Cataluña tenga un trato más equitativo, como porque el actual es muy poco racional y nada transparente. Pero en ese rango no hay ni 5 de cajón, porque ERC no ha puesto la cuestión sobre la mesa. El avance de última hora que ha hecho la ministra Montero de lo que podría ser la solución, son retoques que para nada resuelven el doble problema antes apuntado.
La tercera gran cuestión era recuperar las competencias perdidas en la tramitación del Estatut en el Tribunal Constitucional. Buena parte de éstas podían volverse a ganar, y así lo apuntaba el propio Tribunal, por medio de la legislación estatal. Ésta es una cuestión no menor porque el problema de la rotura comenzó precisamente, o al menos eso se explica, con la sentencia del Estatut. Además, significa ganar competencias importantes para el autogobierno de Cataluña. ERC tampoco ha querido ponerlo sobre la mesa de la negociación.
Son demasiadas cuestiones y demasiado grandes para que no haya una explicación clara de estas grandes omisiones, cuando es una de las pocas veces que un partido catalán tiene más peso político en el Congreso de los Diputados y es más débil en el gobierno español. Las comparaciones son siempre odiosas, pero necesarias. Y cabe recordar que cuando esta especial alineación de astros se producía, CiU sabía sacar provechos mucho mayores.
Junto a estas cuestiones de ámbito estatal, Aragonés también debería rendir cuentas sobre cuatro cuestiones fundamentales, como mínimo. ¿Qué piensa hacer para conseguir de una vez por todas la ley electoral a la que se ha comprometido? ¿Cuál es el plan de reforma de la vieja y envejecida administración de la Generalitat, dado que ahora tiene la oportunidad de hacerlo con los fondos europeos para la digitalización (a menos que lo confunda con la informatización, que está lejos de ser lo mismo)?. La tercera cuestión es la del despliegue efectivo del Estatut. Si la independencia no tiene horizonte, es evidente que la carta del Estatut debe jugarse a fondo y que la actual tiene muchos aspectos inéditos. Es evidente que los partidos españoles del Parlamento no tienen ningún interés en remover esta cuestión, y los seguidores de Colau forman parte de este grupo. Lo que no tiene lógica es que sea el propio gobierno catalán quien ignore ese importante déficit político y de gestión. Un cuarto punto principal es el de las energías alternativas. Mientras que en el conjunto de España la suma de todas las renovables se situará este año cerca del 47% del total producido, Cataluña se descuelga de esta situación y se mantiene en la cola. Un mal estado que sería aún más grave si descontáramos la energía hidráulica, que no es fruto de ninguna política del actual gobierno. Después hablarán de la lucha contra el cambio climático, pero ni siquiera son capaces de seguir el ritmo español.
Por último, la difícil situación de los Mossos d’Esquadra. Sin duda la más importante estructura de estado que dispone Cataluña y que vive desde hace tiempo en un estado de crisis persistente que el gobierno no resuelve.