Ver primera parte: La tragedia de Valencia en tres actos y un epílogo: el rey, Sánchez y Mazón
La idea de una visita conjunta a la zona afectada por la DANA, por Sánchez, Mazón y el Rey fue una exigencia moral y un gran riesgo político, que estuvo a punto de saldarse con una catástrofe. La gente, en la calle después de días de sufrimiento, carencias básicas, muertes en muchas de sus familias, negocios destruidos y hogares devastados, era una mezcla explosiva. Y explotó. En ese momento, el fracaso de Sánchez ante los ciudadanos se convirtió en un agujero negro que posiblemente acabará por engullirlo.
La imagen del Rey, con Mazón a su lado, algo escondido, avanzando decididamente hacia la gente, intentando hablar y calmar los ánimos, pidiendo a su seguridad que retiraran los paraguas que los protegían del barro, deteniéndose para hablar en buenos términos y abrazando cuando fue posible, junto al papel decidido de la Reina Letizia, contrastaba con Sánchez, quien se giró y huyó hacia su coche en una retirada mal planificada. Marlaska demostró una vez más por qué acumula tantas censuras en el Congreso. La imagen de un hombre demacrado, cabizbajo, que muestra su falta de valor, aumentó la percepción de un presidente sólo preocupado por él mismo.
Cierto es que su equipo de seguridad planteó la retirada, lo mismo que en el caso del Rey. Sin embargo, este último se negó hasta tres veces, consciente de su deber institucional. Sánchez, en cambio, lo aceptó sin resistencia desde el primer momento. Luego, ya en un lugar seguro, lejos de reflexionar sobre lo ocurrido, volvió a lo mismo de siempre y demonizó a quienes le gritaron e insultaron, atribuyéndolo a la violencia de varios “ultras”.
Su papel en este epílogo provisional no hace más que hundirlo políticamente, porque, con sentido común, ¿quién puede sentirse de acuerdo o al menos seguro con un presidente así, además de Juliana, La Vanguardia y El País ? Quizás, sólo quizás, tenga esperanza si olvida el cálculo extremo de su ego y actúa con acierto ante el futuro inmediato, si es que su administración lo hace posible, porque recursos tiene sobradamente.
¿Qué se requiere ahora?
- Declarar el nivel 3 de alerta y que el Govierno asuma la dirección completa para aportar con eficacia todos los recursos necesarios. El miedo a que se lo reprochen no será peor que desangrarse políticamente, ya que la actuación sigue siendo deficiente debido a una organización tipo “Frankenstein”: dirección teórica autonómica, siete ministros coordinados por un presidente de la Generalitat, y la mayor aportación procedente del Ejército, dirigido políticamente por la ministra. Esto funcionará mal. Los daños son demasiado grandes para estar al alcance de una comunidad autónoma, ni ésta puede esperar a que el Gobierno vaya transfiriendo la acción; debe ser más directa y urgente. Además, aunque el daño masivo se haya producido en este territorio, la afectación se extiende a otras comunidades autónomas, en concreto Castilla-La Mancha y, en menor medida, a algunas zonas de Andalucía.
- Urgencia de liquidez económica para familias, trabajadores autónomos y empresas, al margen de otras medidas que el Gobierno de España prevé adoptar. Es vital que a cada familia, autónomo y empresario les llegue ahora una primera inyección de dinero que ya justificarán después. Hay miles de personas sin recursos que necesitan vivir o dar sus primeros pasos para reanudar una actividad arrasada. Que tome ejemplo de cómo actuó Biden con la COVID-19.
- Paquete de ayudas suficiente: después de cubrir el primer golpe con dinero en efectivo, el paquete de ayudas debe ser suficiente para las 2.000 empresas afectadas, sin establecer condiciones que resulten en “pan para hoy y hambre para mañana”.
- Obras de infraestructura urgentes: es necesario llevar a cabo el proyecto del barranco del Poyo y otras obras pendientes relacionadas con la prevención de inundaciones en la zona de Valencia afectada, y más allá, emprender una actuación bien definida en los terrenos calificados como inundables en toda España. Nunca más semejante catástrofe por la dejadez de 150 millones de euros en la actuación del Estado en el barranco del Poyo.
- Reconstruir las poblaciones afectadas: casas, urbanizaciones, infraestructuras, todo. La reconstrucción no puede limitarse a reparar lo que ya existía, sino que debe dirigirse a eliminar de una vez por todas el riesgo sistémico y recurrente que hasta ahora se producía aproximadamente cada 70 años y, con el aumento de la temperatura del mar, previsiblemente en períodos más cortos. Es necesario un plan integral para adecuar las infraestructuras, especialmente las hidráulicas, y realizar obras que prevengan futuras riadas y desbordamientos que puedan dañar a la población.
- Elaborar un Libro Blanco: los penosos resultados de la gestión de la COVID-19 en 2020, y los errores y dejadez cometidos por las Administraciones Públicas, especialmente el Gobierno de España, nunca han sido examinados para evitar que se repitan en el futuro. Esa falta de evaluación no puede repetirse ahora. Es necesario elaborar un Libro Blanco, con fecha de finalización determinada, con cargo a una comisión de trabajo independiente formada por expertos en diferentes campos. Sus resultados deben presentarse y discutirse primero en el Congreso de los Diputados y en el Senado, y después ante la opinión pública. Una comisión mixta, como la del Defensor del Pueblo, debería elaborar unas conclusiones al respecto desde el punto de vista del poder legislativo.
- Actuación del Defensor del Pueblo: es imprescindible que el Defensor del Pueblo actúe de oficio para valorar las actuaciones de las Administraciones Públicas en este caso, incluyendo también Cruz Roja, debido a su dependencia del Estado.