Encuesta: tres de cada cuatro franceses rechazan un gobierno de la coalición de izquierdas

El sistema electoral francés de dos vueltas, concebido para facilitar la formación de mayorías de gobierno evitando los extremos, ha sido tan abusado y manipulado por el juego de alianzas y contra-alianzas de los partidos que ha terminado por producir un monstruo: un parlamento ingobernable dividido en tres bloques que representan a grupos sociales bien diferenciados.

Se trata de los burgueses residentes en las grandes ciudades, de los obreros y las clases populares de las áreas rurales, y la gente que vive de una u otra forma de los subsidios públicos, el más a menudo en las periferias de los núcleos urbanos.

Tres grupos cada vez más difícilmente reconciliables por la tendencia a la archipelización de la sociedad francesa magistralmente descrita por el sociólogo Jérôme Fourquet, aunque en las elecciones el primero y el último volvieron a unirse para intentar cerrar el paso del segundo, que votó masivamente la fuerza política de Marine Le Pen.

Este reparto de escaños dificulta enormemente la formación de gobierno, tal y como volvió a demostrar la semana pasada una encuesta de Odoxa-Backbone para Le Figaro. Según ésta, el 73% de los franceses rechaza un gobierno exclusivamente formado por ministros de la alianza liderada por la extrema izquierda, el Nuevo Frente Popular.

En tiempo estival y recién pasado el 14 de julio, día de la toma de la Bastilla, es fácil evocar aquellos Estados Generales que se reunieron en 1789 en Versalles y que también representaban a los tres grandes grupos de la sociedad francesa de su tiempo: nobleza, clero y tercer estado.

De aquellas sesiones salió la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, pero también y sobre todo la ejecución de Luis XVI y el período conocido como el Terror, que incluyó el genocidio de Vendée en el que el poder revolucionario de París exterminó sistemáticamente a la población conservadora de esta región de la ribera atlántica francesa.

Como en 1789, las instituciones francesas no logran captar y reflejar la realidad del país. La Agrupación Nacional de Marine Le Pen y Jordan Bardella, que en unas elecciones generales en la inmensa mayoría de países estaría extremadamente bien posicionada para gobernar, quedó relegada a la tercera posición en la Asamblea Nacional.

Y eso pese a haber recogido en porcentaje de voto aún más apoyos que en las elecciones europeas del 9 de junio (37,1% frente al 31,4% de entonces).

Para hacerse una idea de lo que habría sucedido en Francia si se hubiera aplicado el sistema británico de circunscripciones uninominales y una sola vuelta, los laboristas de Keir Starmer obtendrían una mayoría no ya absoluta, sino calificada (en torno a dos terceras partes de la Cámara de los Comunes) con menos votos que Agrupación Nacional, un 33,7%.

En España, Sánchez gobierna igualmente con menor porcentaje de voto (31,7%), y lo mismo hace Giorgia Meloni en Italia (26%), aunque en ese país la actual primera ministra se presentaba al frente de una coalición con otras fuerzas políticas.

Es previsible que la tensión política y social, dada la creciente distancia que separa las instituciones políticas francesas de los sentimientos de los ciudadanos, vaya en aumento en los próximos meses, y esto independientemente de si Emmanuel Macron se encuentra con un gobierno con mayoría de izquierdas o de centroderecha.

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