Fuente: Our world in Data
Los distintos indicadores sobre mortalidad son unos indicadores del estado, en el que se encuentra un determinado país, que tienen una gran capacidad de expresar de forma sintética muchos aspectos diferentes, como puedan ser el sistema de salud, el régimen alimentario, el estilo de vida, la contaminación y otros factores que afectan significativamente a la salud.
Hay muchas formas de aproximarse a este factor y una de ellas, poco utilizada y dotada de gran significación, es la mortalidad infantil, que señala el grado de progreso que registra un país. Los datos para 2021 señalan que China, de una serie de 10 países que hemos seleccionado, ocupa el primer puesto con un 0,69% seguida de EE.UU. con 0,63%, Rusia con un 0,49% y, en cuarto puesto, Europa con un 0,43%.
Esta primera observación ya puede sorprendernos porque señala que la situación de EEUU es francamente mala. Está mucho más cerca de China, que ocupa el primer puesto en mortalidad infantil, que de Rusia, aunque este es un país menos desarrollado. Este hecho sobre la mortalidad infantil puede traducirse en muchos otros aspectos de la situación de la salud de EEUU y señala una importante quiebra en el sistema que, al mismo tiempo, no parece importar demasiado a la mayoría de estadounidenses. Los países que siguen son Francia con un 0,42%, Hungría y Reino Unido con un 0,41% cada uno, y aquí hay que subrayar la buena posición relativa de Hungría un país que viene de condiciones absolutamente difíciles y que, sin embargo, se sitúa en el mismo nivel que países tan desarrollados como los dos mencionados.
Sigue Alemania con un 0,36%, España con un 0,30%, Italia con un 0,27% y Japón con el 0,24%. España obtiene, como era previsible, también ocurre con la esperanza de vida, una buena posición, pero claramente se ve superada por el otro gran país mediterráneo, que es Italia. Por su parte Japón e Islandia ocupan los primeros puestos en lo que se refiere a la baja mortalidad infantil de todo el mundo, como también lo hacen en esperanza de vida.
De todos estos países, los que han registrado una mayor caída son, respectivamente y por orden, China que en 1958 tenía una moralidad del 16,68%, Hungría con un 6,29%, España 5,76%, Italia con un 5,73%. En aquella época junto a Islandia los países con menor mortalidad infantil eran Reino Unido con 2,70%, EEUU 3,17% y Francia 3,66%. Podemos observar en esta evolución cómo se ha dado la vuelta a la situación en este más de medio siglo transcurrido, sobre todo en el caso de EEUU, pero también de los británicos y franceses que, de ocupar posiciones muy favorables, han experimentado una seria caída. El caso de China es aún más significativo porque en 1960 alcanza una situación catastrófica con una mortalidad infantil del 33,77%, si bien se recupera rápidamente en los años siguientes y comienza la acelerada bajada que culmina con las cifras actuales.
Si de la mortalidad infantil pasamos a la esperanza de vida saludable, Japón ocupa el primer puesto con 74,09 años y España el segundo con 72,10 años (primero y segundo en relación a los 10 países escogidos básicamente europeos además de China, EE.UU. y Rusia). Francia presenta un nivel similar, 72,08 años, y por debajo, pero muy cerca, Islandia 71,98 años e Italia 71,92 años. Estos serían los países donde la vida resultaría más saludable porque, subrayémoslo, se trata de años de vida saludable, no de esperanza de vida prescindiendo de su calidad.
Cierran y, por tanto, se sitúan en la peor posición Rusia y una vez más la sorpresa hasta cierto punto de EEUU. En el gran país del este la esperanza de vida saludable se reduce a 64,21 años, casi 10 menos que en Japón y EE.UU. en 61,12. Es llamativo que China, un país menos desarrollado, tenga una esperanza de vida saludable superior en más de 4 años a la de EE.UU.
Si nos fijáramos menos en el PIB, que es el dato habitual para medir el hipotético bienestar y dinámica positiva o negativa de los países, y nos centráramos más en determinados indicadores sanitarios como el de la salud infantil, ya apuntado, la mortalidad, la esperanza de vida, obtendríamos una visión mucho más real de la situación. Porque la medida no es el de un determinado enriquecimiento, que señala el PIB, que se distribuye de forma asimétrica, sino su concreción en las condiciones de vida de los ciudadanos que, en último término, se presentan en una mayor o menor calidad de esta vida y la posibilidad de acceder a ella porque se ha logrado un gran control de la mortalidad infantil.
Con todo, es necesario decir que a diferencia de salud infantil que nos referíamos en 2021, aquí los mismos datos disponibles de la misma fuente corresponden a 2019 y, por tanto, no existen los efectos del impacto de la covid-19 que causó un gran estrago en España y también en Italia.