Después de meses y meses de haber «pasado el muerto», y nunca tan mal dicho, a las CCAA, sin establecer ninguna medida colectiva de obligado cumplimiento, ahora y debido a la situación extrema de Madrid, el gobierno ha establecido umbrales para regular las limitaciones. Lo hace después de que la revista The Lancet lo haya vuelto a poner en evidencia por la forma en que ha estado actuando a pesar de la crisis de la primera oleada. Una vez más, España se sitúa entre los peores países de todo el mundo y el peor de Europa. Los expertos señalan cuatro causas que explican este mal comportamiento español:
- Cuando se inició la desescalada no se habían adoptado medidas suficientes para garantizar unos diagnósticos, rastreos de contactos y cuarentenas eficientes.
- No se tuvo en cuenta que el virus estaba circulando y que, por tanto, en condiciones favorables se podía reproducir.
- Las condiciones favorables las generó el mismo gobierno al plantear Sánchez el desconfinamiento como el retorno a una «nueva normalidad», como si todo hubiera quedado atrás.
- No se reforzó el sistema de asistencia primaria, que era la primera línea.
Después, tampoco se ha contado con dos elementos básicos. Uno, la legislación específica para adoptar medidas sin recurrir al estado de emergencia, que prometió la vicepresidenta Calvo en el mes de mayo y de la que nunca se ha vuelto a saber nada. Y dos, la falta de un sistema de indicadores objetivos, como tienen todos los países de Europa, para adoptar medidas de forma automática en función de la evolución de la enfermedad.
Ahora, dada la situación explosiva de Madrid, que hace 2 meses que está en zona roja, el ministro Illa ha determinado los criterios ya conocidos de 500 casos por 100.000 habitantes en los últimos 14 días, más del 10% de positivos en las PCR y un 35% de ocupación en las UCI. Hay que decir que estas medidas intentan frenar Madrid, pero no frenarán el virus a escala española, porque son muy laxas. Cuando se llega a esa cifra de casos, el coronavirus ya está desmadrado.
En Alemania funciona un sistema de semáforos, y entre los 50 y los 100 casos adoptan restricciones severas. Es lo mismo que se hace en Bélgica cuando se llega a 100. El Reino Unido utiliza sobre todo la tasa de contagios, el número «R» y el indicador es si este supera la unidad, es decir, una persona contagia sólo a otra persona. En Francia el umbral está en los 150 casos, pero tiene un indicador especial para la población de más de 65 años. En este segmento la cifra se reduce a 50. Esta es una buena medida, porque tiende a proteger adicionalmente al grupo de mayor riesgo. El indicador que ya hemos comentado en otras ocasiones del Instituto de Salud Global de Harvard sitúa la cifra de los 350 contagios y siempre que no supere los 25 por día.
En cuanto al porcentaje de positivos en PCR, la OMS lo sitúa en la mitad de la cifra española, el 5%. Hay que recordar que la media española es de 11,2 y, por tanto, considerando sólo este indicador, toda España está en riesgo. En Madrid esta cifra es astronómica y llega al 20,1%.
Pero uno de los factores determinantes es el número de rastreadores necesarios. Cuando estos en su cálculo teórico se multiplican en cifras inalcanzables significa que la cosa está fuera de control. Considerando que un rastreador puede actuar sobre 8 o 10 casos al día, está claro que hay un amplio espacio en España que está con la epidemia descontrolada. Según este criterio, unido al número de casos por 100.000 habitantes y aplicando el índice de Harvard, que como hemos visto es más generoso que el de la mayoría de los países de Europa, España debería aplicar medidas de alta restricción además de en Madrid, en Navarra, La Rioja, las dos Castillas, Murcia y Aragón.
La lentitud y laxitud del gobierno español en afrontar la crisis nos sitúa en una perspectiva difícil ante el otoño.
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